Capítulo 7

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Donghae arrastró sus pies sobre la cerámica del piso del departamento del oficial. Se había resistido a que lo cargaran y Hyukjae tuvo que ayudarlo a caminar y subir las escaleras.

-Tengo que sacarte la ropa, estás… tienes que quitarte la ropa- Se corrigió cuando Donghae se detuvo a observarlo. El subconsciente le estaba jugando una mala pasada. Aun sentía el sabor alcohólico de Donghae en sus labios y el ardor bajo de su piel.
Donghae no había dicho una palabra más que las quejas cuando Hyukjae quiso tomarlo en brazos. Ahora lucia callado y asustado en medio de la sala con el mentón casi pegado al pecho mientras sus dedos desabrochaban lentamente el tapado que segundos después resbaló entre sus brazos y calló pesado en el piso.
Era extraño, porque Hyukjae no estaba seguro de cuanta ropa se quitaría Donghae, por un segundo se preguntó si el castaño llegaría a quedar desnudo y se asustó cuando, como una fiera, algo dentro de sí gruñó exigiendo que lo hiciera. Y era extraño, porque Donghae no le había pedido intimidad, al contrario, estaba parado en medio de la sala tomando y tirando del sweater a cuadros y con la mirada perdida en el oficial. Y Hyukjae tampoco dejaba de mirarlo. Sus ojos iban por todas partes, el rostro de Donghae, su cuello, la poca piel que podía verse del pecho de Donghae y luego aquellos erectos pezones que se translucieron atraves de la tela húmeda de su camisa. Entonces Donghae se detuvo, aún en silencio y aún con sus bonitos ojos sobre el oficial. Y el oficial, en silencio también, le exigió que continuara –Desnúdate para mí, chico- pensó y su mirada viajó por todo el cuerpo de Donghae en un segundo, lo imaginó, sí, lo imaginó completamente desnudo, ebrio y a su merced.

-Tienes que quitarte eso también, estás helado. Vamos.

Donghae jugó con sus dedos desabrochando y abrochando el tercer botón de su camisa blanca, pero no dio un paso, no se desvistió.

-Ven, te daré ropa y puedes cambiarte en el dormitorio, te preparé un café si lo deseas. –Dijo mientras un sinfín de maldiciones se oyeron en cada paso que dio hasta  el cuarto donde la luz era incluso más suave que en la sala.

Abrió una de las dos puertas del armario y sintió a Donghae apoyarse en la de al lado. Lo observaba.

-¿No vas a decir nada?- murmuró entonces.

Hyukjae elevó una ceja y Donghae se separó del armario y tambaleó dando unos pasos hacia él.
-Me besaste- ladeó su rostro- Nos besamos. –Hyukjae no contestó solo atinó a enterrar sus uñas en el remerón que había quitado del armario cuando Donghae colocó una de sus manos frías en su mejilla- Me gustó- susurró esta vez tomando su rostro por completo y finalmente besándolo. Mierda. Se estremeció. Hyukjae soltó la prenda y abrazó la cintura del castaño, lo pegó a su cuerpo y comenzó a mover sus labios atrapando y soltando aquellos que se empeñaban en devorarlo como si estuviesen hambrientos o sedientos de él. Carajo. La piel de Donghae ardía bajo la helada tela de su camisa. Joder. El armario crujió cuando la espalda del castaño chocó contra él. Jesús. Donghae estaba mordiéndolo, pasándole las manos por el cuello, el pecho, el cabello mientras Hyukjae empujaba su cuerpo y lo arrinconaba cada vez más… Maldita sea. Su erección se aplastó contra del castaño. Entonces Donghae gimió, elevando el mentón, echando la cabeza hacia atrás, ofreciéndole aquel mismo cuello que Hyukjae besó y lamió mientras guiaba al castaño hasta la cama. Lo sintió tropezar con ella y segundos después ambos estaban tumbados sobre las sabanas. El oficial sentía una de las piernas de Donghae acariciando su muslo; aún seguía besándolo. Y no se percató en que sus besos dejarían marcas, al contrario, el morbo de verlas moradas o rojizas en la mañana lo excitó aún más, y luego sentir la misma erección de Donghae lo hizo gruñir.

-Voy a hacerte el amor- Le susurró como si fuese una advertencia. No había opción, se dijo así mismo, lo necesitaba, lo necesitaba cuanto antes.
Donghae por su parte no contestó, tampoco se resistió y simplemente se quedó tumbado, con sus rasgados ojos cerrados y aquellos finos labios entreabiertos.
Hyukjae no estuvo seguro de que hacer. Por un segundo se congeló aunque no lo suficiente para preguntarse: ¿Qué diablos estás haciendo? No, nada de eso, simplemente se preguntaba: ¿Qué diablos hago ahora? Y por un momento temió de no saber siquiera como tocarlo. Sin embargo, y justo cuando creyó que había perdido el eje, que incluso su excitación le abría paso al pánico, su erección latió contra sus pantalones cuando el castaño abrió lentamente sus ojos, lo observó y con la mirada brillante susurró: Házmelo.

El crimen fue besarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora