Capítulo 11

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Tenía un humor terrible. Dentro de su apartamento se desgajaba como una flor seca y muerta en llantos y gritos de dolor, pero fuera de él se comportaba como una fiera. Habían transcurrido dos días desde la ruptura con Donghae y había llegado a un punto en el cual había superado la desesperación de las dos primeras noches y se aventuraba ahora a la rutina sin el castaño. Había estado llamándolo pero, como había esperado, nadie contestó y se negó la posibilidad de ir a verlo. Aún no había formulado una disculpa convincente porque ciertamente no pensaba que tuviese que darla. Donghae, simplemente, no podía terminar con él, porque Donghae le pertenecía, porque le debía ésto, porque le debía su inocencia y libertad.

Volvía de almorzar cuando al entrar a la oficina la encontró inmersa en una desastrosa mezcla de gritos e histeria. La insoportable señorita Kim intentaba zafarse desesperada del oportuno oficial Cho que parecía estar a punto de perder el control y estallar.

-¿Qué es todo esto? –Cho Kyuhyun soltó a la señorita Kim en cuanto escuchó la voz de Hyukjae y ella, que de pronto parecía haber recuperado la compostura, se arregló la ropa y el cabello.

-La señorita Kim exige verlo. Ya le he explicado yo que no damos cit…

-Entre, señorita Kim. –Aún devastado Hyukjae habría soportado una cita con el mismísimo Lucifer con tal de molestar al oficial Cho. –Y trae un poco de agua. La señorita Kim luce un poco agitada.

Kim Sa Eun entró a la oficina con el mentón en alto y la espalda erguida. Hyukjae, por su parte, arrastró los pies dentro del despacho pensando que la última persona que deseaba ver aquel día era justamente Kim Sa Eun. Sin embargo se obligó a comportarse y mostrarse tan gentil como le fue posible. Con un pequeño ademán la invitó a sentarse y ésta lo hizo casi con una fingida delicadeza y femineidad; él, por el contrario, se desplomó cansado sobre la silla tras el escritorio. Segundos después el oficial Cho dejó dos vasos con agua sobre el escritorio y desapareció tan rápido como había entrado.

-¿Bien, señorita, a qué debo el escandalo?
-¿Escandalo? ¿A usted le parece llamar a esto un escándalo? Yo lo llamo un grito de justicia –Hyukjae hizo tronar su cuello y suspiró rendido a escuchar el sermón de justicia de todos los meses, cada uno con una víctima distinta. La gente se creía dueña de la verdad y la justicia y lo cierto era que ni la verdad ni la justicia estaban en manos de nadie, ni siquiera él, como policía, podía aspirar a ella.
-Cómo es posible que ese asesino siga suelto después de lo que ha hecho, dios mío. Es un asesino, oficial, comprenda.

Si, quizás lo era. Aquella historia lo había consumido por completo y él sólo pensarlo le provocó un terrible dolor de cabeza.

-Hay un detalle más que usted ignora, oficial. –Hyukjae elevó una ceja y pensó: ¿Otro amante? –Estoy embarazada, embarazada de Sungmin.

¡Embarazada!

Era una sorpresa, una verdadera sorpresa y aun así en aquel instante no significaba nada. Hyukjae se quedó inmutable y sólo bajó su mirada al vientre de la señorita Kim para encontrarlo completamente plano.

-Es demasiado reciente- se defendió ella como si pudiese leerle los pensamientos.
-Entiendo. Ahora bien, ¿a qué quiere llegar con eso?

-¿Es que acaso no lo entiende?

-¿No es obvio que no?

La señorita Kim jadeó desconcertada.

-Donghae asesinó a Sungmin porque sabía del embarazo, es obvio.

Hyukjae elevó una ceja y se vio obligado a cerrar los puños. Le dolía aquel nombre en los labios de cualquiera que no fuesen los suyos y lo enardecía la simple acusación. La inocencia de Donghae estaba en sus manos y no aceptaría que cualquiera la hiciera temblar.

El crimen fue besarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora