Capítulo 6

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Hyukjae vivía sólo desde que logró la mayoría de edad y jamás había sentido la soledad hasta aquella tarde. Luego de almorzar con Donghae y verlo desparecer, había pasado gran parte de la tarde en el trabajo y enfrascado en otros casos que aún tenía pendientes. No había notado hasta esa tarde la cantidad de tiempo que le había dedicado a un simple suicidio que en realidad no requería más de dos días de investigación.
Había dejado que el trabajo le absorbiera la mente y gran parte de sus pensamientos; y sin embargo en cuanto salió de su oficina no logró quitar a Donghae de su cabeza. Revivió aquella última escena una y otra vez, recalcó en cada palabra y hasta se vio ensayando un discursillo que bien pudo haber dicho en el momento en que vio a Donghae ponerse de pie. Pero de nada valía, ahora mismo se encontraba en soledad.
Por el horario supuso que Donghae estaría a punto de salir de la biblioteca. Hizo chistar los dientes y negó con su cabeza: la idea de ir por él al trabajo lo tentó, lo fascinó, pero la amargura del rechazo aún invadía su boca junto a todas las palabras que aquella misma tarde no había logrado decir.
Se sintió derrotado e inútil  sentado en el sofá de cuero de su pequeña sala de estar. Había sintonizado en el televisor una antigua película de la cual no pudo decir siquiera de que trataba. Su mirada estaba en la pantalla, mientras sus ojos aun parecían observar el rostro de Donghae.  Se estaba volviendo loco –Oh, chico, tú estás volviéndome loco- reparó para sus adentros. Había perdido toda objetividad posible, profesionalismo y rumbo en aquella investigación. Ahora estaba perdido en un sinfín de pensamientos y sentimientos que lo agobiaban, lo mareaban y asustaban. Y en silenció y soledad se decidió a asumir algunos de sus cargos. Donghae era alguien fascinante, o tal vez no pero a Hyukjae le fascinaba.  Donghae invadía todos y cada uno de sus pensamientos, o tal vez no pero Hyukjae lo pensaba muchísimo.

Un sonido estrepitoso lo había hecho sobresaltar. No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba dormido a oscuras en el sofá, ni sabía exactamente que había sido ese sonido. Quizás un trueno, y vaya que tenía sentido teniendo en cuenta la tormenta que se desataba en las heladas calles fuera de su refugio de concreto, y sin embargo el estrepitoso sonido se volvió a escuchar, y esta vez estando despierto pudo identificar que era demasiado agudo para ser un trueno, demasiado chillón y que además estaba demasiado cerca. Se levantó con pereza, incluso si el sonido no hubiese vuelto a chillar otras tres veces y si no fuese lo suficientemente molesto seguramente, Hyukjae, no se habría levantado del incomodo, pero acogedor en algún punto, sofá en el cual había caído dormido sin siquiera haberlo previsto. Caminó descalzo por la sala y a tientas se guio hasta la mesita de madera junto a la ventana que se iluminaba con fugaces resplandores blancos. Diablos, pensó, la tormenta era bravísima. El sonido volvió a estorbar sus oídos esta vez muchísimo más cerca, muchísimo más chillón y molesto, frunció el ceño, maldijo a sus adentros y finalmente tomó el teléfono móvil.

-Hola- su voz se había oído ronca y molesta. Mierda, estaba molesto. No había tenido el mejor día de la semana, o tal vez del mes, estaba cansado, hambriento y con una fatiga moral inexplicable, y alguien llamaba en medio de la noche- ¿Quién habla?- Insistió cuando la otra persona no omitió sonido alguno, más bien se oía un ruido sordo, luego comenzó a oír la lluvia a través del aparato, luego una respiración agitada, un hipo, un llanto y finalmente una voz.

-¿Eres tú?

-Donghae- Su voz fue tan frágil, tan suave que no estuvo seguro si realmente aquel nombre salió de su boca o había quedado atrapado en su mente.
Hyukjae abrió sus ojos y notó como todos sus sentidos se ponían alertas, no le hubiese extrañado que incluso sus pupilas se hubiesen dilatado. Tragó saliva y enderezó la postura, volvió a observar la ventana, pensó en la lluvia y en un castaño bajo de ella, un castaño empapado y tiritando de frio.

-¿Dónde estás?- Cuestionó en un tono autoritario y luego quiso morder su lengua cuando al otro lado de la línea, Donghae, ahogó un quejido- ¿Dónde estás, chico?- preguntó y esta vez su voz fue un susurro. –Dime que estas bien. Oh, por favor dime que estás bien.

El crimen fue besarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora