Cuál habría sido el efecto del consejo de la dama si Lucy lo hubiese aceptado es algo difícil de saber, ya que llegó a Bath pocas horas después de que Lucy hubiera exhalado su último suspiro. Murió como sacrificio de la envidia y malicia de Sukey, quien, celosa de sus superiores encantos, se la llevó con veneno de un mundo que la había admirado, a la edad de diecisiete años.
Así murió la amable y adorable Lucy, cuya vida no estaba marcada por crimen alguno, ni teñida por mancha alguna excepto su imprudente partida de casa de su tía, y cuya muerte fue sinceramente lamentada por todo aquel que la conoció. Entre sus amigos más afligidos estaban Lady Williams, la señorita Johnson y el duque; de los cuales, las dos primeras tenían el más sincero respeto por ella, más especialmente Alice, que había pasado una tarde entera en su compañía y no había vuelto a pensar en ella desde entonces. La aflicción de su ilustrísimo puede ser igualmente justificada con facilidad, puesto que perdió a una por quien, durante los últimos diez días, había sentido un tierno afecto y un sincero respeto. El duque lloró pues su pérdida con una constancia inquebrantable durante las dos semanas siguientes, a cuyo término él complació la ambición de Caroline Simpson ascendiéndola a la categoría de duquesa. De este modo se le hizo a ella finalmente feliz mediante la satisfacción de su pasión favorita. Su hermana, la pérfida Sukey, fue poco después igualmente gratificada de un modo que realmente se merecía, y que parecía, por sus actos, haber deseado siempre. El bárbaro asesinato fue descubierto y, al no tener un amigo que intercediera, fue rápidamente conducida a la horca. La hermosa pero afectada Cecilia era demasiado consciente de sus propios y superiores encantos como para creer que podía comprometerse con un duque: podría aspirar sin el menor impedimento al afecto de algún príncipe, y, sabiendo que aquellos de su país natal estaban de lo más comprometidos, se fue de Inglaterra y desde entonces he oído que actualmente es la sultana favorita del gran mogol...
Entretanto, los habitantes de Pammydiddle estaban en un estado de gran asombro y desconcierto, ya que circulaba un rumor acerca del pretendido matrimonio de Charles Adams. El nombre de la dama todavía era un secreto. El señor y la señora Jones pensaban que sería la señorita Johnson, pero ella tenía mejor información, y todos sus miedos estaban centrados en la cocinera de Charles, cuando, para el asombro de todos, éste se unió públicamente a Lady Williams.