CAPITULO 3

3 1 0
                                    

No he conseguido hacerle cambiar de opinión. Estamos de camino a casa. Carlos llora y replica, tiene todo el derecho. A veces pienso que mi madre seria capaz de dejarlo por no pasar más malos ratos pero definitivamente hay que afrontarlo, le guste o no.

Al llegar a casa Carlos se sorprende al darse cuenta de que hay nuevos peluches en su cama y las paredes de su habitación tienen otro color. Nos ponemos a ver una película los dos y mi madre se va sin decirme nada, solo con replicarle que no estaba de acuerdo con ella con lo que había hecho en el parque ya se pone furiosa. Sigo con la misma hipótesis, la situación la consume.

Son ya las ocho de la noche y hay que llevar de vuelta a Carlos al hospital y mi madre no ha vuelto todavía. Se que si no lo llevamos a la hora concretada no le permitirán salir el mes que viene, así que me calzo las NIKE y abrigo a Carlos para llevarlo en brazos porque se ha quedado dormido. Al levantarlo del sofá se le cae el pañuelo y deja al descubierto su cráneo ya sin cuero cabelludo. Tengo que volverlo a tumbar porque se me ha caído el alma al suelo y varias lagrimas también. Lo contemplo con la mano en la boca para no despertarlo con mis lamentos. No le deseo ni a mi enemiga esa escena. Es horrible. Me armo de valor y le vuelvo a poner el pañuelo lo levanto y nos dirigimos al hospital. Por el comino pienso en encontrarme con mi madre pero no aparece.

-¿Dónde estamos? –me dice Carlos adormitado -¿A dónde vamos?

-De camino al hospital.

-¿Y mama? ¿Se ha enfadado porque he venido hoy a casa? –me pregunta con su voz indefensa.

-Hoy se ha levantado de malhumor. No te preocupes.

-Me duele el cuello.

-Será porque estabas mal dormido y de paso al llevarte en brazos llevabas la cabeza colgando.

-No. Me duele mucho Andrea, en serio.

-O será la falta de medicación. No te preocupes. En serio.

-¡¡ME DUELE ANDREA!! –grita desesperadamente. No se que hacer. No tengo a nadie y mucha gente nos esta mirando.

-Aguanta hasta llegar, vale.

Toda la gente nos mira. Faltan como dos manzanas para llegar al hospital y Carlos necesita ya la medicación. De pronto dos luces me sobresaltan. Es un coche. Pienso que es el de mamá pero lo único que consigo a ver es la silueta de un joven de unos 20 años conduciéndolo. Tiene cara de ser agradable cosa poco común a tales horas de la noche y en esa zona.

-¿Necesitas ayuda? –me pregunta.

-Me queda poco trayecto. Conseguiré llegar sola. Gracias. –se que tendría que ceder pero me han educado para esas situaciones.

-¡¡ANDREA!! –me grita Carlos.

-AGUANTA –estoy perdiendo los papeles entre el chico del coche y mi hermano.

Corro lo mas rápido que el cuerpo me permite y por fin llego.

Unos enfermeros tumban a mi hermano en la camilla y le inyectan algo. Se tranquiliza y comienza a respirar mas tranquilo. Mi respiración también se ralentiza y vuelvo a la realidad. Intento dormirme pero lo único que hago es pensar en mi madre. ¿Dónde se habrá metido?

Será mejor descansar y dejar de pensar en ella ya es lo bastante adulta para saber que tiene 2 hijos y uno de ellos con cáncer.

Mañana será otro día


TODO POR TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora