Capítulo 1

4.7K 189 8
                                    

Dos rayitas rosas..

Anahí Puente se quedó mirando durante unos treinta segundos el largo palo blanco que mostraba el mensaje desde la encimera de azulejos color melocotón del cuarto de baño. Lo recogió y lo miró un rato más.

No podía ser. Tenía que ser… imposible.

Las náuseas le revolvieron el estómago otra vez, como desafiándola a negarlo. Durante las últimas semanas había estado despertándose con ganas de vomitar, cansada, pero después de que tres de sus alumnos de la escuela de verano hubieran estado enfermos de gripe, había atribuido su delicado estómago a eso. Y no a…

Oh, Dios. No a esa noche en Las Vegas.
Hacía dos meses. ¿Había pasado tanto tiempo? ¿Cómo podía no haberlo notado?

Fácil. No tenía novio, ni marido, y las oportunidades de quedarse embarazada eran de escasas a inexistentes. Pero en esa ocasión las «escasas» había rendido más de lo esperado.

Su mente voló hasta el bar, hasta un guapísimo hombre con ojos verdes y pelo negro. Un hombre al que sólo conocía por su nombre de pila.
Poncho.

«Nada de apellidos».

«Nada de compromisos».

Una loca noche en la que Anahí Puente, que nunca hacía nada sin tenerlo planeado, sin pensar las cosas, se había olvidado de la cautela y había permitido que una atracción casi eléctrica rigiera todos sus pensamientos.

Desde aquella noche había hecho todo lo posible por intentar olvidar a ese hombre embriagador que había conocido en Las Vegas, y creía que lo había logrado..

Él había sido una atracción momentánea, una loca equivocación en su vida, y aunque de vez en cuando se preguntaba dónde estaría o si estaría pensando en ella, se dijo que dejar ese encuentro de una noche enterrado en su memoria… como un delicioso recuerdo… era lo mejor que podía hacer.

Después de todo, era maestra de preescolar, una mujer que en el verano no hacía nada más emocionante que dar clases de recuperación a estudiantes de instituto. Una mujer conservadora en todo el sentido de la palabra. Nunca hacía nada que se pareciera remotamente a aquello.

Bueno, «nunca» no era el término correcto. ¡Casi nunca!

Había ido a Las Vegas con un propósito, ayudar a su buena amiga Dulce Espinoza a olvidar el devastador final de su compromiso con Christopher Uckermann.

Las cuatro amigas, Anahí, Dulce, Maite Perroni y María Zepeda, habían planeado un fin  de semana de chicas con manicuras, martinis y recuerdos.
Eso era lo que habían hecho exactamente aquella primera noche, pero durante  la segunda se mostraron más aventureras y cada una siguió su propio camino. Para algunas de ellas, ese rato separadas había supuesto un pequeño problema.

Para Anahí… uno grande.

Sacudió el palito y después volvió a mirarlo. Seguía habiendo dos líneas rosas.

«¡Estás embarazada!» le gritaban esas rayitas con su feliz y agradable color pastel.

«Sí, embarazada y en absoluto preparada para este hecho que cambiará tu vida», le gritó en respuesta sumente.

Oh, Dios. ¿Qué demonios iba a hacer?

—¡Hola! ¿Anahí?

La alegre voz de su madre resonó por el bungalow de Anahí en San Diego. Anahí agarró el test de embarazo, la caja y el envoltorio y corrió a esconderlos en el cubo de basura y a cubrirlos con unos cuantos pañuelos de papel. Salió del baño y se apretó el cinturón del albornoz de camino a la cocina. Rocky, su perro raza jack russell, la siguió.

Embarazo en Las Vegas (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora