Capítulo nueve

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Eli aun estaba amodorrado y la taza de chai le había caído muy bien para despertarse rodeado de cobijas, de Leon y del frío que apuñalaba las ventanas vaporizadas. Sentados en el colchón hablaban de todas aquellas cosas que no podían vivir juntos: Leon platicando con Tarja y debatiendo que marca era mejor; Eli en clase de arte siendo felicitado por la pintura en la que había trabajado las últimas tres clases; el estrés que sufrió Leon cuando un cliente modificó tanto su motocicleta que terminó siendo una Frankenstein con partes de una Harley, una Royal Enfield, una Guzzi, una Yamaha y hasta una china de repartidor; de la cita que Eli tenía con su familia por el cumpleaños de su primo, y a la que no tenía la menor intención de asistir.

-Imagínalo: tres niños corriendo de un lado a otro, gritando, llorando. Los tíos hablando de gente que nunca conoces, o que sienten que eres aun demasiado joven como para entablar una conversación interesante. Comer comida sana con ingredientes cien por ciento orgánicos, agua simple, nada de sal, ni azúcar, ni nada de condimentos porque mi prima cree que la comida que sabe bien o tortura a los animales o te mata.

-Todo en este mundo te mata, de una u otra manera -dijo Leon recargando su nuca sobre el abdomen de Eli-. Por lo menos tienes a tus primos, ¿no? O sea, no a los gremlins, sino a los mayores.

-Creo que son los peores. Todos son "entrepreneur" o trabajan en corporativos y se la pasan hablando de activos y pasivos o de folios y recursos humanos.

-¿De activos y pasivos? ¿Apoco hablan de los gays? Malditos chismosos... -dijo Leon en tono de broma. Eli acariciaba su cabello inconscientemente. Desde la perspectiva de Leon se veía muy hermoso-. Bueno, no sé que diablos sea un entrepreneur, pero suena aburrido... y pretensioso.

-Lo es, más de lo que te imaginas. No hablo con casi nadie y no porque no quiera, sino que todos están en su mundo y en otro nivel. No encajo ni con los adultos y mucho menos con los niños -miró a Leon y le dio un beso entre los ojos-. Tú eres el único que me entiende.

-Deberías quedarte aquí entonces. Podríamos salir al parque, comprar helados, ir al cine... haríamos lo que tú quisieras.

-Cuanto desearía eso.

-Un día de estos te secuestraré. Entraré por tu ventana y te llevaré lejos de esa gente, iremos con Emily a recorrer la Riviera, dormiremos en hamacas, tomaremos cocteles en cocos. Será divertido, no olvides llevar el traje de baño.

-Ni tú olvides llevar el protector solar -río Eli.

-Nada de protector solar. Si los aztecas no lo usaban no veo porque nosotros sí. Además no te vendría mal pescar un poco de color, pareces un fantasma.

-Pero los aztecas tenían una esperanza de vida como de cincuenta años.

-¡Que mejor! ¿Quieres llegar a ser un anciano lleno de enfermedades que depende de otros para vivir? Aquí es cuando aplicas la frase de John Derek.

-¿Cuál frase?

-"Vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito".

Eli sonrió. Leon era rebelde en todo sentido, quería contradecir a la vida misma. Eso le agradaba de él, aunque el tema de la muerte siempre lo ponía nervioso, pues sin Leon él se quedaría verdaderamente solo, ya que, si antes lo estaba, no se había dado cuenta hasta conocerlo. Su pérdida sería lo peor que pudiera pasarle, nada llenaría ese enorme hueco que Leon llenaba siempre con sonrisas y aventuras. Sin él sólo le quedaría la escuela donde no era feliz, o su familia donde él pasaba inadvertido en las cosas buenas y siempre culpable en las cosas malas.

Se estremeció al imaginarlo.

Aun tenían tiempo antes de que Eli tuviera que volver a la escuela, y siempre después del sexo ls daba hambre, así que Leon ordenó una pizza mientras Eli se daba un baño para desaparecer el sudor y el aroma de Leon sobre su piel.

Sujétate FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora