Capítulo quince

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Si algo debía admirar Eli de su madre era el esmero que le ponía a las cosas. La cena preparada "de manera rápida" consistió en pollo con especias, cebolla y calabazas. Una pasta con salsa Alfredo -de lata, prepararla hubiera costado muchas horas- y un pan de elote. La cocina era un caleidoscopio de aromas cuando todos se sentaron a la mesa.

A la cabeza se sentó el padre de Eli, seguido de su madre. Leon y él estaban uno al lado del otro. Ninguno sabía que esperar.

-Ojalá te guste la cena... ¿cómo dijiste que te llamabas? Disculpa, con tantas cosas en la cabeza se me borran muy fácil los nombres -dijo con una sonrisa la madre de Eli.

-Leon, señora. Ya sabe, como el animal, pero sin acento. Visiones de mis padres -río Leon mientras esperaba a Eli para poder servirse un poco de pasta.

-¿Qué hacen tus padres? -inquirió el padre, mirándolo fijamente.

-Bueno -esto comenzaba a ponerse inquietante-, mi padre tiene un empresa, y mi madre es ama de casa -o en eso se quedó Leon antes de escapar. No sabía si su padre seguía en la empresa, si su madre seguía preparando galletas los domingos. No sabía nada de ellos.

-Que interesante, es empresario. ¿De qué es el negocio?

-Somos una empresa socialmente responsable que se preocupa por el medio ambiente y las energías renovables -repitió como un loro Leon. El padre de Eli no parecía conforme con aquella respuesta y mantuvo su vista clavada en él. Eli sentía sudor frío recorrer su espalda. Esto había sido una estúpida idea, ¿qué carajos estaba pensado?-. Nos dedicamos a la energía renovable y a cuidar el medio ambiente -agregó Leon después de un rato.

-Eso ya lo dijiste, pero ¿qué es lo que hacen?

-Cuidar el medio ambiente... y utilizar energía renovable.

-Ya sé, ya lo dijiste. ¿Pero cómo? ¿Hacen paneles solares, presas, bicicletas de bambú o que?

El tono golpeado que utilizó sorprendió a todos. Se notaba que no apreciaba mucho la presencia de Leon. Eli se inquietó, sabía que debía cuidarse de su madre, ella era la más severa de los dos, por mucho. Nunca había visto que su padre actuara de aquel modo. Algo estaba mal.

-Vehículos eléctricos. Motocicletas sobre todo. ¿Le gustan?

-No realmente -finalizó el padre de Eli, hundiendo su tenedor en el pollo y comiéndolo.

-¿Tú manejas moto, Leon? -preguntó la madre de Eli.

-No, señora. Me parece algo muy irresponsable y peligroso. Prefiero caminar y usar el transporte público. Es mejor estar hacinado como ratón, apretado y rodeado de extraños que ir en moto, además más seguro.

-¿Manejas? Un chico de tú edad ya debería tener coche propio. Nosotros pensábamos en comprarle un coche a Eli de hecho.

-¿En serio? -preguntó Eli torciendo la cabeza.

-Sí, lo discutimos tu padre y yo hace unos meses. Pero yo creo que no es buena idea.

-¿Qué? ¿Por qué? -inquirió, levantándose de su silla un poco.

-Siéntante. No vamos a discutir eso en la mesa y menos cuando hay visita. Tú sabes muy bien porqué.

La forma de hablar sin despegar los dientes y sonriendo al mismo tiempo le erizó la nuca a Leon. Sus padres no eran este nivel de estrictos. Sus padres eran unos malditos hippies a comparación de esas dos personas. ¿Cómo carajos aguantaba Eli seguir en esa casa?

-Sí, señora. Manejo, aunque no tengo coche propio tampoco. Mis padres me lo prestan debes en cuando, pero no siempre. Estoy ahorrando para comprarme uno propio. Creo que no hay nada mejor que comprarse sus propias cosas con dinero trabajado. Así le das el valor que merecen -Laila le dijo que aquel tipo de frases baratas encantaba a los padres y así pareció, pues la madre de Eli asintió insistentemente.

Sujétate FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora