Capítulo diez

923 129 17
                                    

Inmediatamente la madre de Eli notó la bufanda de su hijo. Sus ojos se clavaron en ella de manera inquisitiva. Eli trató con todas sus fuerzas de no ponerse a temblar. Por su relación con Leon que no lo haría, pero su madre parecía olfatear cuando algo no iba bien.

-¿Y esa bufanda? -preguntó tocando la tela con la mano derecha.

-Ah, la traje en la mañana. Tenía mucho frío y además siento que me voy a enfermar. He estado estornudando mucho.

A esta táctica Eli la llamaba "la bengala". Era un modo de desviar la atención del punto principal con una distracción. Padres estrictos hacen hijos mañosos.

-¿Tienes gripa? ¿O qué sientes? No te enfermes en temporada de exámenes, no quiero que tu promedio baje.

-No, no es gripa... o bueno no sé, me duele la cabeza nada más, pero puede porque haya estudiado mucho, tuve examen de Inglés -Eli decidió lanzar otra bengala, pues su madre volvía a ver la bufanda.

Había previsto algo como eso, pero no tenía ninguna excusa para justificar el aroma a Leon. Si su madre le preguntaba la razón, Eli estaría perdido.

-¿Qué tal te fue? -su madre, tras lo que pareció un momento interminable, echó andar la Tahoe, enfilando hacia el frente.

-Bien, estudie cuatro horas anoche para asegurar el diez. Estuvo bastante decente, aunque muchos de mis compañeros reprobaron.

-Sabes que los demás no me importan, me importas tú. Es tu colegiatura la que pago, no la de ellos -su madre, mirando al frente, decía esto con amargura. Eli sabía que, a pesar de no decirlo, estaba furiosa por la noche que no llegó a la casa. El humor de su madre solía recordarlo al océano, pues había veces que a pesar de lucir calmado y tranquilo en la superficie bajo ella ocurrían huracanes y erupciones que arrasaban la playa de un momento a otro. Los años, inconscientemente lo había educado para predecir cuando uno de esos desastres se produciría, pero aun no encontraba la manera de prevenirlos, ni peor aun, como enfrentarlos más que bajando la cabeza y asintiendo.

-Lo sé. El profesor me felicitó por lo bien que salí.

-¿Y en biología?

-En la última práctica hubo un error en el experimento, pero no fue por culpa mía.

-¿Entonces de quién?

-Me colocó en un equipo donde no conozco a nadie. Son un poco revoltosos y se pusieron a jugar y destruyeron el experimento y como la práctica es por equipo pues... me puso siete.

-¿Siete? ¿Es en serio?

"No mamá, es broma porque me encanta hacerte enojar y que despotriques conmigo".

-Sí, pero te lo juro, traté de hablar con él, pero...

-No, Eli, no me des excusas. Te pagamos una buena escuela, te damos lo que pides, te compramos buena ropa. Tienes el playstation que querías, ¿no? ¿Somos malos padres contigo?

-Bueno, no, pero...

-Y tu vienes y me dices "saque siete" como si fuera, como si fuera, algo normal.

-Pues es normal, ma, por lo menos mis compañeros lo hacen siempre.

-¿Y eres como tus compañeros? Te voy a tratar como sus padres los tratan y entonces podrás llegar a la casa con un siete.

-... a ellos los tratan mejor que a mí.

Eli había probado la champaña una sola vez en su vida: la navidad pasada y sólo un trago por orden sus padres. Sin embargo a pesar de haber pasado casi un año desde eso recordaba perfectamente el burbujeo del alcohol, la suave dulzura del alcohol que se expandía en su paladar como fuegos artificiales, los ligeros tintes amargos en su lengua y el placer de beberla y sentir la fría alma de las uvas descender por su garganta.

Sujétate FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora