Llené la bañera y te invité a entrar conmigo.
Ansiaba jugar con nuestras mentes para fugarnos a mundos paralelos.
Agarraste el paquete de marlboro y encendiste un cigarro.
Conforme se consumía, la ceniza caía sobre el agua descomponiéndose,
cada vez en más trozos.
Apoyé mi cabeza sobre tu pecho húmedo.
Seguías aún callado cuando recordé nuestra última pelea.
El agua empezó a darme miedo.
Me ardía el brazo a causa del agua abriendo mis heridas.
Líneas rojas decoraban mi brazo.
Sentí ganas de seguir dibujando sobre mi piel, pero supe que no debía.
Entonces, como si me hubieses leído la mente, dijiste de la nada: Lo que pasó la última vez no ha cambiado nada entre nosotros.
Tus palabras me hicieron olvidar que estaba sufriendo por dolor.