Pecador

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Es mayor. Pero no es mayor en el sentido mínimo de la palabra. Como en esas ocasiones donde tenemos 18 y salimos con uno de 24. Es mayor. Tengo 17, tiene 32. Además fue instructor mío hace 6 años, cuando aún conservaba mi inocencia. Me frecuenta preguntando por mi bienestar hasta que finalmente me invita a salir. Me busca a mi apartamento, me lleva a bailar y a beber toda la noche. Me respeta entera, pide permisos. Me besa, pero solo cuando yo lo permito. Me baila lento, me pega a su cuerpo. Ya no aguanto, es un hombre y le deseo. En horas de madrugada rendimos la fiesta, se baja en mi apartamento. Toma el tiempo de su vida para besarme con la delicadeza que solamente alguien que hace el amor demuestra y puede tener. Se mete entre mis piernas, prueba el pecado y se declara pecador. Investiga mi interior, forma parte de él, y explota estando en la casa. Suspira, se mueve, besa mi frente. Toca irse, besa nuevamente mis labios. Despierto al día siguiente, hay un mensaje de buenos días, pero las respuestas son poco frecuentes. Quizás el pecador ha ido a confesarse y las leyes le han dado la razón por haber decidido sin estar en sus sobrias capacidades. 

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