Viktor jugaba con el lápiz frente a él, moviéndolo con su dedo índice en reiteradas ocasiones. Suspiró y miró las partituras esparcidas sobre la plana superficie del escritorio. No había visto a Yuuri más que en una ocasión en esa semana, él estaba muy ocupado practicando para su próxima presentación y no estaba invitado a esas prácticas súper secretas. No porque Yuuri no quisiera, sino porque fue una disposición.
Había pedido que se vieran cuando pasaran unos días, porque después de trabajar debía practicar y terminaba cansado. Aceptó dejarlo tranquilo en esos días, no quería cansarlo más de lo que estaba por tanto esfuerzo. No obstante, se aburría mucho, tal vez Yuri tenía razón, quizá en realidad estaba haciendo una mala costumbre el ir a verlo todos los días. Esperar ansiosamente que terminaran sus clases para ir con Yuuri.
No quería que verlo fuera una costumbre, pero terminaba en la penosa situación de pensar en él cuando debía estar concentrado en sus responsabilidades. Las cumplía todas, en realidad no estaba en ningún apuro, sólo que no parecía un trabajo.
—Yuuri...—murmuró.
Tuvo un pequeño conflicto. Algo en él se sentía diferente. Se había encariñado demasiado con su musa danzante.
Una idea pasó por su cabeza. Yuuri debía saber lo que creaba para él. Sólo una canción, quería que escuchara que no era una broma cuando decía que lo inspiraba a componer melodías. Aunque no estaba seguro si era una buena idea mostrar todas las partituras con su nombre, eso podía asustarlo.
Sonrió levemente, eso debía ser otro día.
Olvidó el asunto un momento. Debía viajar a Moscú a finales de mes para dar una presentación ahí, aparte de eso debía asegurarse que todo estuviera en orden. Desde la melodía nueva que presentaría hasta sus viejas sinfonías que podía repetir de memoria. Debía hacerse de la idea que Yuuri no iba a estar esta vez para cautivarlo.
Deseaba poder verlo en primera fila en la siguiente presentación.
No, en realidad no quería eso.
Quería verlo en primera fila en todas las presentaciones que pudiera.
La sensación de tener a una sola persona como público era muy encantadora, era fácil envolverse en ese sentir tan cautivador. No encontraba la necesidad de que muchas personas escucharan. Le gustaba componer y que la gente disfrutara de ello, pero quería disfrutar de su propia música a su manera.
Un artista también debía complacerse a sí mismo.
Makkachin se acostó a su lado, mirándolo en silencio.
—Oh, Makkachin...—exclamó Viktor—. ¿Por qué me siento tan aburrido?
No hubo una respuesta, pero en cambió recibió una lamida cariñosa en su mejilla. Él sonrió, abrazando a su amigo.
Dio una respiración profunda y lenta. Se sentía muy feliz a pesar de su aburrimiento.
Se levantó después de unos segundos para salir al salón principal. Tenía un cuarto en el cual le gustaba pasar tiempo cuando tenía deseos de tocar y no hacer mucho ruido. Los inquilinos de los otros departamentos eran tranquilos, pero la mujer que vivía en la puerta continua siempre estaba de mal humor.
Por eso aquella habitación era a ideal para tocar cuando era muy entrada la noche.
Su piano no estaba ahí, claro que no. Ese lo dejaba en el salón principal, le gustaba verlo ahí y no iba a moverlo por ningún motivo; era el único instrumento con el cual no le importaba si todo el edificio lo escuchaba a la madrugada. Aunque, por respeto a los demás inquilinos, no tocaba entrada la noche, sólo se dedicaba a escribir.
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Moondance [En edición]
Fanfiction"Él bailaba a la luz de un millón de estrellas, y parecía más radiante que todas ellas..." Después de un enorme bloqueo creativo, Viktor Nikiforov piensa que otro paseo en la noche no iba a servir de mucho, eso hasta que encuentra a un fascinante...