Capítulo XIX

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La clase más apagada de su vida era la que tuvo ese día. Como pocas veces en su vida, Yurio permanecía en silencio y no daba ningún comentario para molestar a Viktor. Mila intentaba sonreír y ser lo más paciente posible.

Los pocos ánimos de Viktor se estaban contagiando a todas las personas del lugar. Desde muy temprano en la mañana estaba decaído, y aunque fue e intentó realizar sus actividades, no se encontraba en condiciones de aprender nada.

Phichit se quedó quieto, observando atentamente el semblante de Viktor. Algo no estaba bien para que el ruso tuviera ese comportamiento. En el tiempo que estuvieron trabajando vio un gran paso, creía que faltaba poco para tener a un bailarín decente y que estuviera a la altura de cualquier danza. No obstante, aquella actitud no era la apropiada para aprender y no lograba descifrar que estaba mal.

Aunque por la expresión que llevaban los amigos de Viktor, supuso que ambos sabían que sucedía y era mejor no preguntar.

—Vas muy bien, creo que en dos semanas a lo mucho no vas a necesitar ni una sola clase más—habló Phichit. Sabía que se marcharían en poco tiempo y puso todo su empeño en lograr sacar el bailarín interno de Viktor.

— ¿De verdad? —Preguntó Viktor al aire—. Ya veo... que alegro por eso.

La voz apagada hizo que los presentes guardaran silencio. Era difícil intentar animar a alguien cuando no se tenían las palabras apropiadas.

—Creo que quiero terminar por hoy, hay algo que quiero hacer—dijo el ruso con una sonrisa antes de dar la vuelta—. Gracias por venir hoy, lamento hacerte perder el tiempo.

—Está bien, no tienes que disculparte...—respondió el tailandés.

Viktor salió por la puerta del lugar y Phichit se volteó de inmediato para hablar con Mila.

— ¿Qué pasa con él?

Ella y Yurio lo miraron con tristeza. Se sorprendió ver ese semblante en la siempre alegre Mila y el serio Yurio. Sonaba a algo realmente malo para que ambos también tuvieran sus ánimos tan bajos.

—Hoy se cumple un año de la muerte de su madre—respondió Mila.

Phichit se quedó en silencio. No sabía que decir con esa noticia.

—Perdón, no debí preguntar.

—Que preguntaras es una muestra de que te preocupas por Viktor—habló Mila—. No es necesaria esa disculpa. Después de todo, esas cosas pasan...

—En la mañana estuvo tocando el cello—habló Yurio—. Todos en las clases de los alrededores se preocuparon porque no dejaban de escuchar la música que sonaba tan triste.

—La conocimos muy bien. El día de su funeral fue muy callado, nunca sentí tanta tristeza acumulada. Al ser una mujer muy cariñosa y amigable tenía amigos por todas partes—dijo Mila—. Todos estaban tan tristes, pero lo peor era ver a Viktor.

—Él estaba triste... pero lloró muy poco en un silencio abismal—comentó Yurio—. Fue la primera y última vez que lo vi llorar por algo, aunque no fuera por mucho tiempo. Era extraño y muy deprimente, porque estábamos tan acostumbrados a ver su sonrisa que verlo así... era demasiado. Tal vez porque ver a alguien quien normalmente intenta mantener el ánimo de todos por lo alto era una clara señal de que nada estaba bien.

—Viktor no tocó sus instrumentos durante una semana. Y con el paso de los meses, hasta finales de septiembre, su inspiración se iba perdiendo día tras día.

Moondance [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora