Un mundo

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-¿Pero en serio estás bien?- preguntó por quinta vez, Kaori.

-Ya te dije que sí, tonta. ¿Vas a seguir con eso todo el día?- rió Hikaru, burlón.- Si sigues prometo que me pondré los audífonos, estoy comenzando a odiar tu voz.-

-Que malo, yo no he hecho nada. ¿Cómo te fuiste a pegar así?-

-Ya te dije, me pisé la agujeta y caí de las escaleras, ¿Puedes dejar de recordarme que soy un idiota para amarrarme las agujetas por favor?-

-Claro... ¿Qué haremos hoy después de clases?-

-Vamos a leer, hoy traje un libro nuevo.-

Los rostros de los compañeros de clase compartían la misma expresión de curiosidad al ver a su compañero en tal estado, si bien todos compartían el secreto de fastidiarle la vida cuando podían, sería difícil decir cuál de ellos cruzaría tal límite con el acoso para hacerle eso. Él a pesar de todo no era un mal chico.
Todo el día los rumores sobre la causa de aquel gran moratón en el rostro de Hikaru corrieron por el salón de clases, por el colegio y demás. Los profesores mandaron llamar a Hikaru exigiendo una explicación, no era nada bueno que hubiese rumores por toda la escuela, él contestó con toda la tranquilidad y timidez con la que lo identificaban la misma mentira que le había dicho a su mejor amiga. No muy satisfechos con la respuesta, los profesores intentaron presionarlo para confesar pero a raíz de lo ocurrido su voluntad se había hecho más fuerte. No podís fiarse de nadie, ni si quiera de si mismo.
Se sentía solo.
Todos se alejaban de él más de lo normal, salvo por Kaori que conservaba su calidez de siempre.
Al final de las clases, uno de los brabucones del salón, de nombre Rin, detuvo a Hikaru frente a los baños y lo empujó dentro, acorralándolo contra la pared.

-¿Qué clase de idiota se cae de las escaleras hoy día eh? ¿Tú, idiota?-

-Déjame en paz, por favor.- contestó Hikaru, apartando la mirada.

-No, no, no, no... Algo no me cuadra aquí, ¿Sabes? Lo que pasa es que me pone nervioso no saber las cosas, y tú estás ocultando algo aquí. ¿Porqué no dices la verdad, idiota? Te diré porqué. Alguien te partió el culo y no quieres admitirlo, ¿Verdad? ¿Acerté? Tu rostro dice que debo haber acertado, ¡¿Porqué no me miras a los ojos?! ¡Mírame cuando te hablo!-

Rin tomó a Hikaru por el cuello de la camisa, amenazador. Se dispuso a golpearle el rostro con el puño cerrado, pero por primera vez Hikaru hizo algo distinto a lo que siempre acostumbraba, en lugar de agazaparse y esperar el golpe, movió la cabeza a un lado con un movimiento ligero, casi imperceptible con una anormal serenidad que ahora lo acompañaba. Los nudillos de Rin colisionaron directamente en el azulejo blanco de la pared tornando los tonos cremas, en rojos y negros. La sangre brotaba de su mano a la misma velocidad que los nervios se apoderaron de él, soltando a su presa y cubriendo el dorso de su mano para evitar que la sangre siguiera manando. Hikaru se hizo a un lado y se alejó lentamente sin dejar de mirarlo un segundo, con los ojos bien abiertos.

-Y se supone que yo era el idiota...- susurró Hikaru exponiendo una extraña mueca sonriente, antes de salir por la puerta principal.

Kaori lo esperaba, como siempre, frente a la puerta de la entrada. Ella no había visto que había sido arrastrado por Rin por lo que pensó que solo había ido al baño. Hikaru se deslizó a su lado y salió junto a ella como si nada, en apariencia, pero Kaori lo conocía demasiado bien como para no notar que estaba algo nervioso.
Caminaron en silencio al parque cercano a su casa, el mismo donde se conocieron y donde pasaban el rato todos los viernes o cada que podían.
Se sentaron bajo un gran pino que daba sombra suficiente para que el calor de ese verano no los abrasara. Hikaru sacó de su mochila el libro que había quedado de leer con Kaori, "Demian" de Herman Hesse. Su copia, de pasta dura, se veía algo gastada, pero en buenas condiciones. Así, Hikaru se recargó en el tronco negro y grueso del pino mientras que Kaori acomodó la cabeza sobre sus piernas, y comenzó a leer.
Como siempre, Hikaru había sido un gran e impresionante orador y a Kaori le gustaba mucho su forma de narrar tan precisa y poética, siempre con el tono de voz adecuado para cada situación. Pasaron buen rato así, hasta que, inesperadamente, Hikaru interrumpió su lectura.

El huevo de la Cabra Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora