Corre

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-¿Eres tú?- preguntó Hikaru.

Kaori se tocó la cara, se miró las manos, las piernas y el cuerpo, se pasó la mano izquierda por el cabello atado en un moño algo desordenado y sonrió acercándose a Hikaru. Él rió divertido y corrió veloz a abrazarla.

-Sí, supongo que sí soy yo.-

Se abrazaron por largo rato, aspirando con fuerza el olor del otro tan familiar, tan añorado. Hikaru olía a menta varonil, Kaori a azúcar y frutas.
Se separaron casi dolorosamente tras un largo rato. Kaori observó a Hikaru con detenimiento, había crecido bastante en los últimos años, su semblante antes delicado y nervioso se había vuelto severo y lleno de confianza, el cabello negro lo llevaba largo, como siempre, y desordenado. La cazadora negra lo hacía lucir una rudeza que contrastaba incoherente con la dulce sonrisa que lucía en el rostro, sus músculos también se habían vuelto algo visibles, sólo cuando hacía estiramientos. Hikaru también observó a Kaori, él siempre había sabido que ella sería una mujer verdaderamente hermosa, pero su visión se había quedado corta con la mujer que tenía enfrente. Su rostro era tremendamente femenino, el maquillaje que llevaba era apenas suficiente, un delineado delicado, algo de rímel y un labial rojo suave. El vestido color menta se ceñía a la perfección a su pequeño y delicado cuerpo, justo como antes, salvo por unos apetitosos senos del tamaño ideal para combinar con el par de glúteos perfectamente formados sobre las piernas contorneadas dulcemente por los tacones blancos. Su piel blanca presentaba ligeras magulladuras en las rodillas, como siempre.

-Tu no cambias... ¿Verdad?- dijo Hikaru sonriente, señalando aquel detalle.

-Eh... Ya me conoces, soy femenina, pero no puedo estarme quieta. Por cierto, tengo algo para ti.- Sacó de su bolso una pequeña caja azul oscuro, con un listón blanco.- ¡Feliz aniversario de haber sido extirpado como el tumor cancerígeno que eres!-

-¡Kao!- Hikaru reía como loco mientras volvía a abrazar a su mejor amiga, aceptando aquella cajita.

La sostuvo entre sus manos y retiró cuidadosamente el listón que la cerraba. La abrió, y dentro encontró una cadena plateada con un pequeño dije negro de obsidiana en forma de pájaro. Sonrió enternecido al verlo, y se lo dejó colocar por ella inmediatamente. Ambos se miraron largo rato en completo silencio, tratando de encontrar las palabras que durante tantos años quisieron decirse.

-Te extrañé.- concluyó Hikari por fin.

-Y yo a ti.-

-¿Por qué me mandaste llamar de esa forma?-

-Necesitaba hacerlo, ya sabes, si se entera... Si se enteran... Volverán a separarnos.- contestó Kaori con tristeza.

-¿Nuestros padres?- cuestionó Hikaru, serio.

-Sí... Me enviaron lejos de ti cuando vieron mis... Eh...-

-¿Tus qué?-

-No, olvídalo, eso da mucha pena. El punto es que no podemos arriesgarnos. Te pediría tu número o algo así pero sería lo mismo. Tendrás que confiar en mí así como yo lo hice contigo antes, ¿Recuerdas?-

-Sí. Y recuerdo que tan rápido viniste a atender mi llamado de emergencia... En ese entonces... Lo siento.-

Hikaru se sumió en la tristeza y la culpa cargada por años, sabía que todo lo sucedido había sido su culpa, se sentía débil y su ahora latente locura amenazaba con aparecer. Kaori se sentó a su lado, en completo silencio, y lo abrazó con fuerza. Hikaru empezó a llorar.

-Ya, ya... Está bien, no pasa nada. Ahora estoy contigo, yo te perdono, todo lo de antes... No es nada, Hikaru, debemos ser fuertes, ¿Sí? Debemos luchar juntos y salir de esta.-

El huevo de la Cabra Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora