Capítulo 1 Un Niño Excepcional

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Un ser Excepcional


Nació una vez en un lugar muy alejado, un ser con facultades excepcionales en las artes ocultas. Hijo de una familia acomodada, ya desde pequeño, sus padres veían en el la habilidad natural para comunicarse con seres invisibles.

Creció el talentoso de una manera feliz y saludable, rodeado por un mundo de libros misteriosos. Al cumplir los siete años, el niño ya contactaba a pequeñas entidades con las que jugaba, lo lograba mediante algunos conjuros que averiguo leyendo los libros de su familia. No existía ningún ser invisible en su casa ni ningún otro lugar en su vecindario por pequeño que sea, que el no hubiera conocido o invocara con su gran habilidad.

A los diez años ya conocía los nombres de los seres que su cultura había contactado a lo largo de la historia, y algunas veces le pedía a algunos pequeños que hicieran travesuras por él. Sin embargo, cuando algo se rompía en casa o los vecinos se quejaban de que algo no los dejaba dormir en la noche, su madre automáticamente sospechaba de él.

Sus padres se percataron de que el niño poseía cualidades especiales y decidieron que lo harían estudiar ocultismo en la Escuela Superior Ocultista que era la mejor escuela de la ciudad en la que vivían. Su abuelo fue un eminente ocultista y hombre culto. No sólo había estudiado artes negras, sino que también había creado algunos manuscritos, explorando teorías que muchos consideraron arriesgadas. Y debido a que fue rechazado por algunas escuelas debido a sus ideas revolucionarias, el señor decidió abandonar los estudios y se convirtió en autodidacta. De esa manera se dedicó de lleno a las ciencias ocultas. Sus costumbres sufrieron por entonces un cambio radical, pues pasó a dedicar todo su tiempo a revisar antiguos archivos de las bibliotecas y a visitar los remotos templos en búsqueda de escritos escondidos.

Jnum era un niño bastante sereno y no poseía el clásico temor infantil a la oscuridad o a los fantasmas pues él siempre sabía las intenciones de estos seres cuando se los encontraba. Se le podía pedir que fuera a algún lugar oscuro a traer algo y Jnum lo hacía sin dudar, o enviarlo a lugares abandonados donde otros niños e inclusive algunos adultos no se atrevían a ir. Solía descubrir, con gran curiosidad rondando su mente e interesado por la antigüedad, esos libros antiguos donde los ancestrales mitos regían todos los actos humanos.

El niño siempre gustaba llevar consigo algún manuscrito y leer los libros de ocultismo que caían en sus manos, los analizaba con provecho y deleite, siguiendo a los autores más ingeniosos y audaces, y llegando algunas veces a practicar esas escondidas enseñanzas. Sus padres estaban convencidos de que el niño era un virtuoso, pero sus corazones sabían bien del riesgo que traía consigo esa carrera.

Algunas veces le resultaba difícil compartir sus emociones, y hacía un esfuerzo por enunciar sus pensamiento e intereses. Sin embargo, le resultaba sencillo percatarse de las intenciones de los demás. Al igual que muchos niños excepcionales, Jnum era un tanto retraído, y algunas veces se encerraba en su mundo mental, esperando que nadie le hablara o molestara. En cambio, como los otros niños eran muy alegres, algunas veces querían tomarle el pelo, pero el encontraba la manera de contrarrestarlos.

Ciertas mañanas oía a su padre tocando el piano, pero no era música clásica, sino más bien algo moderno; se relajaba oyéndolo mientras caía una ligera lluvia que regaba el jardín, y se relajaba mientras flotaban esos ritmos agradables. Algunas veces le agradaba visitar los cuartos oscuros de la casa, y observaba atento si algo se movía a través de la oscuridad, pues imaginaba que allí, en las nieblas, tal vez había algo extraño y digno de ser investigado.

No estaba especialmente preocupado con los nombres que los estudiosos le daban a cada ser. Sin embargo, para él, cada uno de ellos poseía un misterio individual que no debía ignorarse. Ciertos días, cuando el niño se despertaba muy temprano, observaba como la mañana vestía su túnica blanca y los primeros rayos del sol naciente atravesaban oblicuamente las ventanas del este. Sus profundos ojos visualizaron de pronto una tenue luz sobre su cama. El inspiró tranquilamente, y saludó al ser por su nombre. Después, se levantó para comenzar el día como si fuera algo muy natural. Sabía que nunca debía tener por inofensivos a aquellos seres que le ocasionaban deleite a la vista, ni por nocivo a los que le causaban repulsión, pues en algunos casos las apariencias eran muy engañosas.

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