Capítulo 3

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Elian

Era ella.

Era la chica hermosa que me salvó, la mire de arriba hacia bajo, no la había visto bien anoche, vestía con un suéter algo grande para su cuerpo, unos jeans y unos simples converse, traía un pequeño gorro de lana que la hacia verse tan tierna ¿qué diablos estoy diciendo?

—Hola — dijo con una melodiosa voz que hizo que me saliera del trance en el que estaba.

—Ho...hola — tragué saliva ¿por qué demonios estaba nervioso? Tal vez será por qué tengo una puta cicatriz plasmada en la cara y no quiero que ella sienta asco y desprecio por mi, no ella. Nunca me han importado las miradas de asco, burla o de lastima por parte de las demás personas, al contrario solo las ignoro, aunque algunas veces solo una bala basta para callarles la boca a esas personas que se burlan. ¿Pero ella qué pensará? ¿le daré asco?

Ella se acercó y pude percibir su delicioso perfume, tenía un aroma a fresas, cada vez que daba un paso dejaba ese aroma impregnado en cada rincón de la habitación.

—Soy Kasia — tomó mi mano delicadamente. Una corriente recorrió todo mi cuerpo haciendo que me estremeciera.

—Yo... soy Elian, mucho gusto — dije casi en un susurro, ¿que me pasa? Yo nunca había sido así, yo no era tímido, mucho menos penoso, yo era todo lo contrario a eso, era impulsivo, muy impulsivo.

—¿Como te encuentras? — preguntó mirándome, ¿que acaso no ve la gran cicatriz en mi cara? — el doctor dijo que estabas mejor, pero quería asegurarme — dijo con voz preocupada.

—Estoy bien, estoy mejor que ayer eso te lo puedo asegurar — reímos, d-e-m-o-n-i-o-s, esa risa, esa risa melodiosa, llego hasta lo más profundo de mi.

—Me da gusto que estés mejor, uhmm — sonrió mordiéndose ligeramente el labio, Dios mío, esos labios, rosas como un algodón, grandes y jugosos ¿por qué mierdas hablo así? — yo te traje esto — ni siquiera me había dado cuenta de la gran bolsa que cargaba.

La puso a un costado de la camilla y de ella sacó un plato tapado, lo abrió y el aroma de lo que sea que trajera en el plato llego a mis fosas nasales, olía delicioso.

—Uhmm, mi madre, ella — se le notaba nerviosa — preparó una pequeña cena, ella supo que venía hacia el hospital a verte y me dio esto para ti — dijo penosa acercando ese delicioso platillo hacia mi.

—Yo... muchas gracias— la verdad es que la comida del hospital era una mierda, por ello no había probado bocado en todo el día, y esto, esto era la gloria.

Comí en silencio, era un poco incómodo pero a la vez relajante, que ella estuviera aquí me hacia sentir relajado.

Ella solo estaba sentada en una silla a mi lado, nos mirábamos de vez en cuando, ella no dejaba de sonreír, era hermosa, muy hermosa.

Kasia

Mirarlo ahí, a él, recostado en la camilla comiendo tranquilamente la cena que hizo mi madre me hacía pensar ¿el era de verdad un narco?

Tal vez suene ridícula, pero yo me lo imaginaba, no lo se, tal vez mal hablado, bravucón, sin sentimientos, ya saben cómo en las novelas mexicanas.

SCARSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora