Capítulo 4

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Elian

Caminaba con ayuda de mi padre hacia mi habitación, al fin estaba en mi casa, aún me dolía un poco la herida, pero pasaría.

Me recostó lentamente en mi cómoda cama y me dejo solo para que descansara.

Diablos ¿que me pasaba? No dejaba de pensar en Kasia, no dejaba de pensar en ese beso, es tierno beso que me hizo sentir hasta lo que no, hizo que miles de mierdas extrañas sintiera dentro de mi.

¿Como pudo besarme sin sentir asco? Dios, nunca nadie siquiera me había tocado mis cicatrices, mucho menos besado, pero ella, ella lo hizo sin importarle nada, lo hizo tan dulcemente que me dieron ganas de besarla y abrazarla para que se quedara a mi lado siempre. Pero como el idiota impulsivo que soy, me comporté frío y duro con ella, mi ángel.

¿Que mierdas estoy diciendo?

Quería verla de nuevo y lo haría, que me condenen si no.

Kasia

Ahí estaba mi madre, traía consigo unas bolsas de súper.

—Hija, pasaba a saludarte — reímos — vengo del supermercado de enfrente.

—Ay Ma', deberías estar descansando, recuerda es tu día de descanso — dije remarcando la palabra descanso, ella negó.

—Sabes que no puedo estar sin hacer nada, te espero más tarde en casa, haré tu comida favorita — dijo sonriendo y se despidió.

Las horas pasaban y yo estaba más que cansada, faltaba una hora para salir y había demasiados clientes, atendía una de las mesas cuando la campanilla de la puerta se escucho, por instinto mire hacia ella y vi que entraban varios hombres de negro riendo, se me hacían conocidos.

—Buenas tardes, bienvenidos a Pancho's, les dejo la carta — dije sonriendo y dejándoles una carta a cada uno.

—Así que tú eres Kasia eh — dijo uno de ellos, ¿por qué conocía mi nombre? Será por mi placa en mi blusa, tonta.

—Uhmm si... ¿desean ordenar ahora? — dije un poco seria.

—Claro— cada uno de ellos ordeno y yo fui con el pedido hacia la cocinera.

—Sabes Kasia, esos hombres de allá — señaló con los ojos a los hombres de negro — te miran mucho — dijo Lara, la cocinera.

—¿Enserio? — dije son voltear. Ella asintió.

Minutos después estaba sirviéndole a cada uno su comida cuando uno de ellos hablo.

—¿Kasia? — lo mire — Te manda saludos el jefe — todos rieron.

¿Jefe? ¿Quién demonios era el jefe? ¿Y por qué me mandaba saludos?

Seguro se confundieron, eso era.

Llegue a mi casa a eso de las 4:20 de la tarde, el aroma de las enchiladas mexicanas que hacia mi madre la inundaba. La enchiladas eran mi comida favorita y es que son perfectas.

—Madre, ¡ya llegue! — grité dejando mi bolso en el sofá.

Camine hacia la cocina y ahí estaba mi madre, le di un beso en la mejilla y nos sentamos a comer esas deliciosas enchiladas.

Horas más tarde mi madre y yo mirábamos una película en nuestro televisor de la sala, comíamos palomitas y coca cola. Era nuestro hobbie ver películas en sus días de descanso.

SCARSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora