Introducción

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—¡Suéltame maldita sea, no quiero escuchar nada más! —gritó la alterada mujer rubia, zafándose de los brazos de su marido

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—¡Suéltame maldita sea, no quiero escuchar nada más! —gritó la alterada mujer rubia, zafándose de los brazos de su marido.

—Bárbara... amor, escucharme por favor... tú, nosotros estábamos muy distanciados y...

Una fuerte bofetada atravesó el rostro del hombre, dejándolo atónito, adolorido, con la mejilla pintada de rojo y una sensación de asfixiante desesperación extendiéndose sobre su pecho, sabía que este era final.

—Te odio, Aarón —susurró ella mirándolo a los ojos con auténtico desprecio.

Nunca se imaginó aborrecer tanto a la persona que una hora antes amaba con locura.

El cuerpo de Aarón se quedó helado, un frío glacial le recorrió la espina dorsal, sus ojos comenzaron a escocer debido a las lágrimas que con tanto esfuerzo contenía. Una delirante sensación de estar parado al borde de un precipicio se apoderó de él, mientras las hirientes palabras de su mujer se repetían una y otra vez en su cabeza.

¿Lo odiaba? No, solo debía estás molesta. Pero, ¿y si era real?

Bárbara corrió furiosa a tomar a su pequeño en brazos y a toda velocidad salió de aquella bella casa. Quería correr, alejarse de ese hombre, ese desconocido, él no era su esposo y con certeza ya no sería más el amor de su vida.

La fuerte llovía golpeó su rostro, empapando también su ropa en el pequeño transcurso al auto. Las lágrimas le nublaban la visión, con cuidado subió albebé, (al que protegía a toda costa con su chamarra negra) a la parte trasera del coche. Escuchó el grito de su marido llamándola por su nombre de pila, aun así, no se detuvo y sin darle tiempo para reaccionar se subió al auto. Ambas manos le temblaban y a esas alturas no sabía si era por al frío, o por la otra sensación parecida al miedo que se había instalado en su estómago y amenazaba en permanecer allí.

Los berridos del pequeño se escuchaban tan lejanos, apretó el volante al mismo tiempo que el acelerador. Aarón salió corriendo tras ella, pero llego justo en el momento en que el coche giró a la derecha, perdiéndose en la oscuridad.

—¡Bárbara! —gritó con la desesperación incrustada en el pecho y la voz temblorosa.

Un huracán de emociones se apoderó de él. Semidesnudo, descalzo y empapado hasta los huesos, corrió a su deportivo negro, con rapidez sacó las llaves que guardaba en la guantera y tomando la misma dirección, salió tras ella.

Toda la trágica escena fue observada por una mujer morena que cubría su desnudo cuerpo con una delicada sábana roja, sonriendo con malicia através de la ventana desde la ex recámara matrimonial de la pareja, mirando como se alejaban los autos.

Así pues, con escalofriante calma, disfrutó de la suave brisa de la lluvia que se colaba entre las cortinas, suspiró, inhalando la tranquilidad de la noche y, tras pensarlo un momento, volvía a la cama, sintiéndose la ganadora del juego, la reina del palacio.

Así pues, con escalofriante calma, disfrutó de la suave brisa de la lluvia que se colaba entre las cortinas, suspiró, inhalando la tranquilidad de la noche y, tras pensarlo un momento, volvía a la cama, sintiéndose la ganadora del juego, la reina ...

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Una novela que nos relata una linda historia de amor con un toque de humor. No se dejen llevar por la triste introducción. Si te gusta no dudes en comentar. 

Les dejo imagen de Aarón 👆

La Última cerveza del desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora