Capítulo 4

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Copygata

- Pues bien, Akira- siguió Pain, pero con un tono más severo si cabe-, sal de nuestra mesa ahora mismo o te las tendrás que ver conmigo. 

- No hace falta que me amenaces, ¿sabes?- me levanté y me enfrenté a él. Era de risa: yo toda adversativa y mi barbilla apenas le llegaba al hombro. 

- Te amenazaré si me da la gana, pequeña- estiró una mano hacia mi garganta, pero le detuve en el último segundo, hundiendo mis uñas en las venas de su muñeca. Le hice sangre. Perfecto.

- No quiero pelearme contigo, chato- le solté la mano casi con desprecio, pasando en medio de todos ellos para dirigirme a otra mesa, en la que únicamente habían dos personas. Sin que me vieran, me chupé la sangre de las uñas, y levanté un pizco las comisuras de mis labios en un gesto astuto. 

Me senté en la mesa, con los dos reclusos frente a mí. Al saber más o menos los nombres de todos los hombres criminales, también sabía cómo se llamaban estos dos: Kabuto y Orochimaru. 

- Resulta que yo me apodo Shirohebi, preciosa- me dijo Orochimaru. Era verdad: su apodo era "La serpiente blanca de Konoha". 

- ¿Y a mí qué me cuentas?- contesté. 

- Para tu información, mi celda es la 530.

- ¿Y a mí qué me cuentas?- repetí con absoluto desdén. 

De golpe, me vi a mí misma en el suelo, frenando con el trasero en el suelo blanco del comedor: me había dado un puñetazo en el pecho y me había lanzado fuera del banquito anclado a la mesa. 

- No me llaman Akahebi por nada, Orochimaru...- dije con tono de advertencia. 

Saboreando el sabor metálico de la sangre de Pain, sentí cómo mi cuerpo recibía esa sangre y no ataqué hasta que mis ojos no se volvieron Rinnegan: me había copiado de las técnicas de Pain. 

La Cárcel AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora