Capítulo 16

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Eres mía, gatita

ATENCIÓN: Aquí sigue relatando Itachi. Bueno, quedará patente cuando relate Akira y cuando relate Itachi, ¿no? A menos que cambie de personaje narrador todo el capítulo lo narrará Itachi. Ya no saldrá más ATENCIÓN n.n

Por supuesto, en cuanto me aseguré de que todos estaban dormidos, abrí la puerta de mi celda usando el pedazo de barra rota de hacía tiempo en forma de llave, justo la llave de mi celda (a veces es realmente útil echar fuego por la boca, así moldeé la llave). Abrí la puerta en silencio y volví a cerrarla, dejando un clon sólido en mi lugar para no levantar sospechas. Pero ya daba igual: ya toda mi fila y la de enfrente sabía que Akira era mía. Escondí la llave al pie de la reja de foma que no se viera antes de ir sigiloso hasta las celdas de aislamiento, en la parte baja por la zona sur del edificio. 

Tanteé con la mano las puertas frías de metal, hasta que palpé el número trece: la celda de Akira. Las demás estaban vacías, pero porque no se usaban. Akira era la única de esta planta. 

Por supuesto, también tenía una llave maestra para su celda, por lo que la abrí sin problemas y usé la misma llave para procurar que la puerta no se cerrara del todo, dejando así apenas una rendijita abierta. Akira estaba acurrucada en su futón, en posición fetal, fingiendo estar dormida. Sus orejas gachas y temblando denotaban que estaba despierta.

- Si crees que fingiendo estar dormida me voy a ir te equivocas, pequeña neko- dije. Mi voz la hizo sufrir un violento espasmo. 

"¿Tanto miedo me tiene esta chica cuando se queda a solas conmigo?"

- Por favor, no vuelvas a hacerme lo de hace un mes y medio- suplicó, llorando aterrada, cuando me acerqué a ella y empecé a bajar la cremallera de mi mono. 

- Vuelvo y te repito: cuanto más supliques que no lo haga, más ganas me van a dar de hacerlo- repuse con un suspiro cansado. 

En cuanto me quedé en bóxer, la hice ponerse bocarriba para quitarle el mono a ella también. Me agarró sin fuerza alguna de la mano, clavándome también sin fuerza sus uñas (que por cierto, ahora eran algo más largas y afiladas por la evolución a gato). Me sacudí su mano de encima y le quité el mono negro de un tirón, tirándolo al lado del mío como siempre. Esta chica realmente era linda, y ahora con esas orejas de gato negras que se achataban ante mi presencia... No podía describirla. 

- No quiero hacerlo, Itachi, te lo ruego, vete- sollozó. 

- No digas que no mataste a esos hombres sólo para repetir esto.

- ¡Claro que no! ¡Nunca quisiera repetir noche tras noche una violación por parte del mismo hombre!- se alteró ella-. ¡Ese reo me estaba tocando las narices y maté a esos guardias sin querer!

- Cuando te enfadas te pones aún más linda, ¿sabías?- la interrumpí, besándola después. Mientras mi lengua mantenía ocupada a la suya, descendí mi mano por su cuerpo hasta llegar a su baja lencería. Colé un dedo debajo de la tela, acariciando la zona lentamente para después quitar de un tirón la prenda. Me saqué mi bóxer y antes de seguir le desabroché el sujetador. Por suerte, era uno de esos que se prendían por delante. Akira era pequeña, sí, pero no podía decir lo mismo de sus pechos firmes y perfectos. Mi cuerpo cubría el suyo por completo, haciéndola sentir incluso más pequeña e indefensa de lo que ya era. 

- Por favor...- ahogó su llanto en mi hombro, porque se había abrazado a mi cuello y se había servido de punto de apoyo para hundir su rostro húmedo en mi hombro. Aunque pesaba poco, me hice hacia abajo para dejarla apoyar la cabeza en el futón. Me daba igual si se quedaba sin lagrimales por mi culpa: no me escapaba de mi celda para nada. 

Pero, en el fondo, me dejaba mal sabor de boca asustarla tanto y que cada vez que me iba la dejaba llorando y dolorida. Sin embargo, no iba a dejar salir esto a la superficie. Le gustara o no le gustara, Akira era mía desde el primer momento. Y eso implicaba que tendría que tener sexo conmigo cuando, donde y como yo quisiera. De ahí no pensaba bajar. 

Apenas la sentí terminar con su llantina, me situé entre sus piernas y hundí mi miembro en ella, provocando la misma reacción de siempre: Akira dobló la cabeza hacia atrás dejando escapar un agudo gemido mientras me hundía las uñas en la espalda (si sigue así, y con sus nuevas garras, me va a dejar sin piel >.<). Era imposible que algún día me cansara de esto. Su olor, su mirada, sus gestos, sus gemidos cuando me acostaba con ella... Todo en ella me cautivaba. 

- Ya han sido muchas veces, pequeña- le jadeé en el oído, comenzando a moverme dentro de ella-. Deja de comportarte como si te doliera. 

- El principio siempre molesta- sollozó en respuesta. 

- Pero esto...- le di una embestida fortísima, arrancándole un gemido y provocándole un escalofrío-. Ya no te molesta tanto, ¿verdad?

Como esta vez no tenía nada que replicar, torció la cabeza hacia su izquierda y dejó que las lágrimas salieran de sus preciosos ojos rojos. 

Mientras seguía penetrándola casi salvajemente, bajé mis labios hasta su cuello, donde besé toda su piel y di pequeños mordiscos hasta que acabé lamiéndola. 

Nada podía ser mejor que saber que Akira me pertenecía. Que su cuerpo era mío. 

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- Por mí no te cortes en volver a perder los papeles delante de un prisionero o un guardia, pequeña- le susurré en el oído cuando, ya en la quinta y última noche de su segunda temporada en la celda de aislamiento, estábamos haciéndolo. Esta vez la había puesto bocabajo a mitad del acto, sin salir nunca de ella. 

- Me bastará con recordar esto para no querer matar a nadie- lloró, con su mejilla derecha apoyada en la almohada mientras yo le lamía el cuello y le mordisqueaba la oreja. Tenía sus manos por encima de la cabeza, sujetas por mí. 

Pero la mantuve bocabajo poco tiempo: no llegaba a meter mi miembro por completo en esa posición. La volví a girar, besándola casi con furia apenas se quedó bocarriba de nuevo. Ahogaba su gemidos en mis labios, dejándome sentir todo el placer que no quería reflejar, sin mucho éxito. 

- No quiero seguir haciendo esto cada vez que me metan aquí- gimió apenas separé nuestros labios, unidos por un fino hilo de nuestra saliva. 

- No seas mentirosa. Yo sé que te encanta hacerlo conmigo.

- En primer lugar no soy yo la que lo hace. Tú me violas porque te aprovechas de que te tengo miedo y soy más débil que tú. 

¿¡QUÉ!?

- Yo no he dicho que seas débil, porque no lo eres- protesté alzando una ceja-. Si lo fueras no estarías en la cárcel, y tampoco en esta celda. 

- A tu lado sí lo soy. Me tienes atada porque no puedo defenderme de ti y soy pequeña a tu lado. 

Furioso, descargué mi ira con movimientos fugaces y fuertes, tanto que podía sentir los huesos de nuestras pelvis chocando con bestialidad. Akira me suplicaba que parara, pero no lo hice hasta que me vine y me dejé caer, agotado, sobre su pecho. Ahora sí que lloraba a lágrima suelta. Me empujaba desesperada por los hombros y poco a poco se arrastraba hacia atrás para intentar zafarse de mi miembro. No la dejé. 

- Yo nunca dije que te tuviera atada, Akira- la miré a los ojos, notando que la adrenalina recorría hasta la última fibra de mi ser-. No te tengo atada ni nunca lo estuviste. 

- ¿Entonces por qué me obligas a tener sexo contigo?- sollozó, muerta de miedo por mi reacción. 

- ¿¡Acaso es pecado sentir la necesidad de saber que eres mía, gatita!? ¿¡Es pecado que tú te dejes hacer porque me temes a pesar de que yo no he hecho nada que amenazara tu vida!? ¿¡Y es pecado que me haya enamorado de ti desde que pusiste un pie dentro de esta cárcel!?

(Itachi y Akira a la vez, pensando)

"¿¿¿¡¡¡QUÉ!!!???"

La Cárcel AkatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora