CAPÍTULO III: RESILIENCIA

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CAPÍTULO III: RESILIENCIA


"La resiliencia es la capacidad de las personas de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas.
Esta nos permite afrontar la adversidad y lograr adaptarnos adecuadamente a las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo."



Todos en algún momento de nuestra vida necesitaremos poner aprueba esta capacidad. No hay excepciones, la vida es así. Un continuo campo de batalla, que en ocasiones considero se ensaña más con algunos.

Sí alguien sabe dolor somos los bailarines. No importa que tan hábil o bueno seas, esta es una variable continua. Diariamente luchamos con adversas críticas, lesiones, rupturas, desilusiones, pérdidas, desconexiones. El dolor es el pan de nuestro día.

A veces, me miro al espejo y solo veo unas piernas que deben estirar mejor, unos brazos que deberían lucir más estéticos, unas caderas que tienen que girar y un rostro que debe expresar más.

Desde hace mucho tiempo dejé de sentirme como una sola persona, aprendí que soy un complemento de una coreografía, soy una serie de pasos, soy una maquina divida en secciones perfectas. Una máquina perfecta que no debe fallar. Soy una máquina que debe seguir girando, que no se puede detener...

—Battement Dégagé(1) — la mirada de la señorita Leroy era severa —Battement Fondú(2)— su cautivante altivez, su estilizada figura que no perdía a pesar del paso de los años y sus finas facciones que eran resaltadas por una hermosa piel de porcelana no hacían más que causar admiración por tan inquisidor verdugo.

Se acercaban las festividades de fin de año y como siempre la compañía se encargaba de producir obras que condecoraran tales fechas. Pero, esta vez sería un poco diferente., ya que algunos bailarines y bailarinas dejaban el elenco; lesiones, jubilaciones, embarazos y más, nos abrían cuantiosas vacantes. Por si fuese poco, como incentivo extra, esta sería una gira a nivel internacional.

El comité había decidido que se necesitaban caras renovadas. Esto serviría como filtro para poder elegir al nuevo elenco, entre los cuales destacaba el puesto de Prima Ballerina y bailarín principal.

La presión era latente y los ensayos arduos. Perdí un poco el equilibrio y me aferré a la barra, esperando que la señorita Leroy no se percatara de mi desliz. Miré el espejo que tenía al lado mío y contemplé el reflejo de las 29 bailarinas que se encontraban conmigo en aquel gran estudio rodeado de ingentes espejos.

Detuve mi escrutar en una de ellas. Su nombre era Silvia y era la favorita. Tenía la fisionomía perfecta, ello le facilitaba realizar los pasos y poses más complejos de una manera perfectamente estética, que podía maravillar hasta al crítico más exigente. Poseía una hermosa y rosada piel blanca, sus ojos eran expresivos, grandes de color azul. Tenía la estatura perfecta y el peso ideal. Su cabello era sedoso de color rubio, largo y rizado que no hacía más que resaltar un rostro delicado y dulce.

La observé con odio y rabia. No era justo que ella poseyera ese encanto natural para el ballet, mientras que yo tenía que dar todo y aun así ser insuficiente. No había ganado nada, nunca ganaba.

Mi pequeña estatura y por ende piernas cortas, hicieron que casi quedara fuera del cuerpo nacional de Ballet. No importó que fuera una de las mejores, porque Silvia la número uno.

Regresé la mirada y la fijé en la chica número 30. Observé su semblante cansado, tal vez por exceso de entrenamiento, una dieta estricta y carente de ciertos grupos alimenticios o, por el simple capricho de la naturaleza de mezclar los peores genes de su herencia. Así es, comparándome con
Silvia yo era un adefesio.

—¡Carla! ¿Algún problema? — la señorita Leroy interrumpió mi abstracción.

—No — espeté y reanudé mi concentración.

—Entonces, hazme el favor concentrarte en lo que haces — me reservé a asentir y despejé de mi mente aquellos pensamientos.

Los ensayos terminaron alrededor de las 7:00 pm me dirigí a un estudio más pequeño a continuar practicando y finalizar con un poco de cardio en el gimnasio.

Una ducha rápida fue el final de mi rutina. Salí de los vestuarios. Cogí mi celular para apreciar la hora:

—Cuarto para las diez— susurré con desgana. Estaba muerta.
El instituto estaba prácticamente vacío. La enorme luna decembrina filtraba su fulgor por los enormes ventanales del corredor. Me dirigí al pasillo central cuando escuché un suave y delicado llamado.

—Carla — Violetta se hallaba sentada en una escalinata que delimitaba el medio del corredor. Su violáceo y cándido mirar y su teñido cabello púrpura no cambiaban con el paso de los años. La ternura que despedía era la misma que cuando le conocí.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? Te dije que ensayaría hasta tarde —reproché.

—Lo sé, pero hoy estuve muy inspirada y me quedé hasta tarde pintando —sonrió puerilmente.

— ¿Llevas mucho esperando? — caminé hasta ella y le devolví el gesto. Era la única persona que podía apaciguar mi temperamento.

—No— Meneó su cabeza de un lado al otro, en gesto que buscaba restarle importancia al asunto— Terminé hace media hora y pregunté por ti. Un compañero tuyo me dijo que estabas aquí — Agregó.

— Ya veo ¿no crees que es algo tarde?— le mostré mi celular.

—Sí, y...—su expresión se tornó severa— ¿No crees lo mismo? —

—Tengo que ensayar, las audiciones son en poco tiempo — comencé a explicar, pero Violetta me interrumpió.

—Pero... ya no sales, no te alimentas bien y no descansas— expuso con preocupación.

—Es mentira. No reconoces mi labor y arrogas las exigencias que mi trabajo amerita — Mi voz denotaba desagrado y mi mirar se endureció.

—Alan nos invitó al bar de la esquina — Violetta cambió la conversación. Esa temática siempre terminaba en fuertes altercados. —¿Por qué no vamos? — suspiró resignada.

—Alan ¿Te invito a salir? — cuestioné. Intenté disimular mi disgusto.

—Sí y también a otros compañeros de mi clase—Explicó con entusiasmo— la verdad es que es amigo de una compañera a la que le hablo— Me sentí apenada por mi mal pensar— además vendrán varios compañeros tuyos también — agregó animada.

No pude negarme, y aunque me desagradaba la idea de socializar, la timidez de Violetta seguía siendo tan acentuada, que no le permitiría asistir sola. Pese a los años transcurridos, Violetta no podía dejar de lado su inseguridad.

Si bien ya no era tan callada, aún le costaba lidiar con gente desconocida.

Nos volvimos muy buenas amigas en el instituto, descubrimos que teníamos mucho en común. Ambas amábamos las artes, ella era una brillante pintura y escultora, mientras que mi pasión era el ballet. Una hablaba con lienzos y la otra con su cuerpo.

Después de que nos graduamos, ingresamos a la academia de artes y rentamos un apartamento juntas en Washington. De esta manera nuestros padres se sentían más seguros, ya que una cuidaba de la otra.

Nuestros progenitores habían hecho una muy cercana amistad. Ello sosegó la angustia que le generó el desprendimiento al padre de Violetta, cuando esta partió de su hogar. Como padre soltero, Violetta era su más grande tesoro y de la misma forma lo era él para ella. Ambos se sintieron más tranquilos cuando tuvieron que separarse, puesto que ninguno estaría solo.

Salimos del plantel en dirección al bar. Todavía transitaba mucha gente por las calles. En la ciudad, la noche es larga. Regresar tarde a casa no es un inconveniente.

—¿En qué piensas Carla? — me interrogó Violetta, interrumpiendo nuestro sigiloso andar.

—En mí solo — expliqué.

—¿Cómo va? —

—Creo que bien — un atisbo de preocupación se manifestó, suceso del cual Violetta se percató. Estaba por abordarlo cuando una voz nos interrumpió. Eran dos compañeros de Violetta que, al parecer nos habían estado esperando.

—Pensamos que no irían, así que vinimos a buscarlas — explicó uno de ellos a la par que se acercaban.

—Gracias— Violetta sonrió tímidamente— Carla, te presento a Jacob y Saúl —

—Hola — saludé por mera educación.

Jacob era el pretendiente de Violetta desde hacía casi un año. Siempre buscaba cualquier ínfima oportunidad para estar con ella o insulso pretexto para hablarle.

—Scarlett me dijo que... te había invitado y como no llegabas... decidí venir a buscarte — balbuceó, al mismo tiempo se rascaba la nuca con torpeza. "¡Por Dios!¿Cómo es posible ser tan lerdo?" Comenzaba a impacientarme.


—Perdona, mi amiga tuvo ensayo hasta muy tarde—Violetta se disculpó en un susurro— hace poco que término — finalizó en tono casi inaudible.

—¿Estás en el cuerpo de Ballet con un chico llamado Alan? — preguntó Saúl, en un absurdo intento por unirnos a la conversación.

—Sí — respondí con obvio desinterés.

—¿No es algo tarde para que sigas aquí? Ellos terminaron de ensayar hace horas — Saúl me escudriñó.

—No — espeté cortante.

—Valla, pero Bailar no es difícil — declaró Jacob, ganándose un gesto repulsivo de mi parte — Mira lo que puedo hacer sin ensayar todo el día —insistió ufanamente.

Se paró en "puntas" e intentó girar, dio unas torpes vueltas que le hicieron perder el equilibrio, provocando que volara hasta unos botes de basura. Todos comenzaron a reír. Por mi parte permanecí impasible con una ceja arqueada.

—Si el Ballet fuera tan fácil, cualquier simio retrógrado podría practicarlo— respondí petulante— ¿Nos vamos?—

El camino fue corto, Jacob no dejaba de coquetear con Violetta, mientras que ella simplemente se remitía a contestar palabras monosilábicas al mismo tiempo que su cara se tornaba roja. Saúl reía Divertido y yo evaluaba la situación.

El bar estaba levemente aglomerado. En el fondo se encontraban nuestros compañeros riendo y bebiendo. Nos acercamos a ellos.

—Carla, viniste — sonrió Silvia — pensamos que querrías descansar. Te has quedado hasta muy tarde — dijo con una sonrisa genuina y llena cordialidad.

Asentí con la cabeza. Silvia siempre había intentado llevarse bien conmigo, pero simplemente yo no toleraba su presencia. Le encontraba un parecido a una antigua compañera de colegio: Amber.

Amber era la típica chica popular bonita. El cliché estereotipado de rubia protagonista. Me había opacado y pisoteado. No había importado cuanto me esforzara, nunca nadie me veía. Mientras que ella solo con pestañear obtenía lo que quería. Sabía que era una modelo muy cotizada y que incluso estaba buscando debutar en el espectáculo. Su mero recuerdo me enervaba.

"Lo que hace una cara bonita" pensé. En definitiva, sí en algo se diferenciaba Silvia de Amber es que esta última era menos engreída y no carecía de empatía.

Tomé asiento con Violetta a mi costado. Un mesero se acercó.

—¿Algo de beber? — era un chico apuesto, que por obviedad no dejaba de ver a Silvia.

—Agua mineral — chasqueé para regresar su atención y elevé mi tono malhumorada al no ser atendida por el mesero flechado. El joven apenado se apresuró a escribir en su pequeña libreta.

—¿Y usted señorita? — se dirigió a Violetta

—Lo mismo— pidió tímidamente—Gracias —

El mesero se retiró, Alan se acercó con el ceño fruncido. Era notorio que ya no estaba en sus cinco sentidos.

—Carla ¿Solo eso vas a pedir?, vamos la casa invita —sacó ostentosamente una cartera y mostró su tarjeta Golden de crédito ilimitado.

—La casa o tu hermana— señalé. Deseaba que se alejara.

—Relájate— sonrió— Algo en las Rocas, Wiski, Medias de seda, Champaña o lo más fino de la carta...— parloteaba.

—Mañana hay ensayo — le interrumpí sin disimular mi fastidio.

—Claro que no— alargó la última vocal. El alcohol ya había mermado su lengua— El corporativo y los coreógrafos estarán arreglando el evento navideño —

—Yo sí ensayo — Enfaticé y me regocijé ante su falta de compromiso.

—Vamos relájate un poco — pidió con exageradas carcajadas.

—No tengo ganas de perder mis neuronas por un mal hábito impuesto por la sociedad. Yo si las considero necesarias — negué nuevamente.

—No sé si ofenderme o reírme— me palmeó con calidez para mi sorpresa— ¡Hey! ¿Violetta verdad?, tú no seguirás los aburridos consejos de Carla — finalizó con tono retador—¿o sí? —

—Sí, prefiero hacerlo. Gracias de todas manera— sonrió con amabilidad. Me miró, suspiré y me relajé.

Alan se despidió con infantiles carcajadas: "Su comportamiento es impropio ¿No piensa madurar?" , le miré de pies a cabeza con semblante asombrado por su negligente comportamiento: "Solo espero que no maneje": pese a todo, me seguía preocupando su bienestar.

La noche transcurrió. La tensión y el cansancio me invadieron. Bailé algunas piezas musicales de moda, pero mi mente no se despejó.

—Carla ¿estás bien?— preguntó Violetta con preocupación. No le podía ocultar las cosas a ella.

—No— negué con derrota— hubo evaluación y no me fue bien —

—¿Qué lugar obtuviste? — se adelantó a mi explicación y posó uno de sus brazos en mis caídos hombros.

—El séptimo —

—Vamos, no es tan mal lugar, son muchos bailarines — intentó animarme.

—Pero solo hay 6 vacantes en el elenco — expliqué con tristeza.

—Pero no es decisivo. Aún no hacen audiciones. Aún no deciden —

—Pero indirectamente repercute— suspiré— creo que prefiero regresar a casa. —

—Vamos solo hay que quedarnos un poco más. Necesitas despejarte... —

Di un vistazo a mi celular, pasaba de media noche. Lancé una mirada suplicante al tierno rostro de Violetta.

Sin saber porque, redirigí mi vista a cierta indeseable pareja: Alan y Silvia se habían besado de forma pasional.
Llevaba años sintiendo algo por él. Me gustaba desde que iba en el colegio.

Lo conocí en una obra escolar en la que participé. Él no pertenecía a mi instituto. Había asistido para ver el trabajo decorativo que su hermana había hecho en los escenarios con la Guía y dirección de Violetta. Poco después se transfirió a mi academia de danza contemporánea y clásica, en donde todas las tardes estudiaba. Quedé flechada y estúpidamente liada de él, quien solo me consideró "una buena compañera".

Cuando me gradué del Sweet Amories y de la academia local de danza, creí que jamás le vería. Pero para mí desdicha me reencontré con él en la academia nacional de danza. Siempre me había gustado aunque él jamás se percató de ello. Nunca fue recíproco.

Violetta dirigió su mirada hacia donde la mía, abrió la boca sorprendida.

—Vámonos — concluyó y me cogió la mano.

—No, quédate. Está bien— expresé con actuada serenidad— ¿Te gusta Jacob?— añadí para su sorpresa.

—No lo sé...— agachó la mirada— me gustaría terminar de saberlo —

—¡Tú! — Señalé al pretendiente— Jacob ¿puedes llevar a Violetta a casa? — le grité. De otra manera la estruendosa música hubiera contenido mi mensaje.

—Sí— sonrió bobamente.

—Vivimos cerca, no te llevará más de 10 minutos en taxi — informé y recogí mi bolso.

—Tengo auto. No te agobies, llevaré a otros amigos, pero la dejaré a ella primero — asentí con cordialidad.

—No Carla, me voy contigo — Violetta se dispuso a tomar sus cosas pero la frené.

—Está bien—sonreí fingidamente— tú regresa con cuidado —

—¿Te vas sola?, deja que las lleve...— se acercó Jacob al ver la indecisión de Violetta.

Sin permitirle terminar, me giré y caminé a la salida. Un vibrar interrumpió mis pensamientos; busqué mi teléfono en mi bolsa.

— "papá" — colgué y apagué el teléfono. Quería pensar.

Un taxista me ofreció servicio. Lo rechacé, me apetecía caminar. En algún momento pasé por un callejón vacío. La idea de pensar al aire libre ya no me parecía tan ideal. Comenzaba a sentirme observada.

—Estás paranoica Carla — me dije para tranquilizarme.

Intuitivamente miré hacia atrás. Dilucidé una silueta esconderse tras la esquina del callejón que acababa de pasar. Inhalé una bocanada de aire frío y apresuré mi andar. Apenas hube caminado unos cuantos metros, cuando escuché pasos acercándose. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y comencé a correr, pero ese alguien lo hizo también.

Corrí varias calles, hasta la entrada de un parque que era precedida por unos 30 escalones divididos por un largo descanso. Me detuve bruscamente, apenas había tenido tiempo de sostenerme del pasamanos.

Me disponía a bajar rápidamente, pero mi intento fue frustrado en el primer peldaño. Alguien aprensó mi brazo con una violenta fuerza y me hizo girar al mismo tiempo que magullaba mi piel. Lamentablemente mi tobillo no rotó al son de mi cuerpo. Sentí un fuerte dolor que aumentó con un fuerte pisotón, lancé un alarido que escondió el crujir de mi hueso.

No tuve tiempo de nada más. Aquella silueta me empujó escaleras abajo.

Lo segundos se volvieron eternos, sentí un fuerte impacto contra el frío asfalto. Abrí mis ojos y observé como aquella sombra se hacía cada vez más grande con cada escalón que bajaba, mientras que su nitidez se perdía. Se acercó a paso cauto hasta que terminó a mi lado y todo se volvió negro...
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—Carla— susurró Violetta —¿Estas bien?— posó su mano sobre mi hombro

—Estoy bien— volví mi mirada al frente para escuchar aquella conferencia, con aquella tanatologa, en aquel hospital al que estaba encadenada.

—Lo que quiero decir es... — puntualizó la psicóloga — ...que ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades. Como la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas..." —

—O, la a pérdida de un sueño— contemplé mi férula.

A aquella persona no le bastó con llevarse mis pertenencias. Tuvo que ensañarse y fracturarme el tobillo. ¿Por qué? ¿Qué había hecho? ¿Acaso solo yo tenía que pagar por mis pecados?.

Me frustraba el diagnóstico médico negativo. Si esto continuaba así, podría perder más que las audiciones. El poder bailar estaba en hacke. Mi sueño, mi vida se iban por la borda y una mediocre conferencia psicológica no iba a remediar eso.

Miré mi pie enyesado, aún estaba amoratado e hinchado. Una lágrima rodó por mi mejilla, alcé mi rostro al techo y suspiré. Intenté extinguir todo el dolor que sentía.

"Soy una máquina, que no se detiene y no siente"

El  lado  obscuro  de  Corazón  de  Melón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora