Capítulo VIII: Inesperada Partida

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❤ ❤ ❤ ❤ ❤Inesperada Partida ❤ ❤ ❤ ❤ ❤


Jade Conner fue el nombre que arrojaron los resultados de ADN a 20 días de que el cuerpo putrefacto fuese encontrado en los montes Apalaches en aquella gran extensión boscosa. Su hallazgo fue una mera suerte, una casi imposibilidad, un milagro de la casualidad, obra del destino o inclusive de una deidad divina.

Fue encontrado por unos campista acaudalados amantes de la naturaleza y las expediciones familiares. Contrataron a un experto citadino para que los adentrara en las profundidades de los montes. Querían maravillarse con la majestuosidad de la naturaleza, la pureza y el sosiego que emana cualquier entorno natural. Cual fue su sorpresa al buscar una planicie en la que pudiesen montar tiendas, fogatas, parrillas y demás trastes modernos propios de la sociedad comodista, que se toparon con una escabrosa escena que traumatizó a sus hijos y causó más de un estentóreo grito.

Allí tendido se encontraba un carcomido cadáver. Estaba en los huesos, lo que lo mantenía unido eran los harapos que alguna vez fueron ropa de alpinismo. Le faltaba una pierna, de ella solo restaba su bota que estaba a un par de metros, esta había sido arrancada por un animal salvaje, el resto de carne fue carcomida por animales carroñeros e insectos.

Mientras los infortunados cubrían los ojos de sus hijos, calmaban al prójimo, desviaban la vista, o se acercaban a picotear con una vara al occiso, el guía y su par de ayudantes se comunicaban a la central de guardabosques donde informaban el descubrimiento.

—Llama a la policía— decía el guía con una anormal tranquilidad obtenida por los diez años de trabajo y toda una vida radicando en aquellos bosques que le acercaron a accidentes mortales, extravíos fatídicos, apariciones funestas y enfermos homicidas que creían aquel santuario un basurero en el que podían desechar el resultado de sus enfermas pulsiones— Hemos encontrado un cadáver— esperó unos segundos mientras escuchaba atento los cuestionamientos— No losé, ya no queda nada, la madre naturaleza ya hizo su trabajo. Lleguen pronto, que estos turistas ya lo quieren adquirir como recuerdo— espetó discretamente mientras dirigía una mirada hosca a la comitiva que resguardaba.

—Esos ricachones que creen que su dinero lo puede todo— agregó osco el interlocutor y finalizó la comunicación.

Por igual capricho del destino Artur y Kentin fueron los designados de atender aquel día en un pueblo aledaño un fallido allanamiento en el que los ladrones estaban robando una casa. Contaban con que aquel día la morada estuviera vacía, pues la familia Stevens estaría de vacaciones. Lo que ignoraban es que dejarían a su trabajadora del hogar a cargo en aquella semana de fuga rutinaria.

Cuando se desocuparon y atendieron el llamado, se encontraron con unos sinuosos senderos naturales que requerían una buena condición física para poder ser recorridos con plenitud. Entre matorrales espinosos, hiedra venenosa, suelo inconsistente y un pequeño precipicio del que Kentin junto con policías, guardabosques, un par de criminólogos y un forense tuvieron que descender a estilo rapel para acortar camino, mientras que, un grupo precedido por Artur que rehuía a las alturas por fobia o simple miedo, optaron por rodear con lo más pesado del equipo.

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⏰ Última actualización: Apr 15, 2019 ⏰

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