Capítulo 24

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– Vamos Neville, tú puedes. – Volví a insistirle regalándole una sonrisa.

– Lo intento, de verdad lo hago. – Murmuró mirándome con ojos turbios. – ¡Expecto Patronum! – una voluta de humo plateado salió de la varita de Neville y él bufó con molestia. – ¡No puedo hacerlo!

– Si puedes hacerlo, Nev. A mí me costó muchísimo aprender a hacerlo. Si quieres pregúntale a Scorpius, yo era un desastre. – Le sonreí con confianza.

– ¿Cómo se supone que le pregunte a una serpiente? – Bufó con molestia. Solté una risita. – Venga, no te rías, Arts. ¿Puedes volver a hacerlo para ver cómo es que lo haces?

Asentí, sonriendo radiantemente. Una serie de momentos felices se fueron apareciendo en mi mente, desde mis momentos con Sirius y Remus, hasta mis más felices momentos con Scorpius.

¡Expecto Patronum! – Exclamé con elegancia, de mi varita brotó un chorro de luz plateada que se transformó en una refinada y altiva serpiente de plata.

– ¡Vaya! – se oyó un murmullo de admiración y sonreí para mis adentros.

– Lo único que debes hacer es pensar un recuerdo muy pero muy feliz. Deja que te invada, vuélvelo a vivir. – Le alenté mirándolo directamente a los ojos. Él asintió, repentinamente cohibido.

En ese momento la puerta de la Sala de los Menesteres se abrió y volvió a cerrarse. Me giré a la velocidad del rayo, agudizando el oído.

– Sigue practicando, Neville. Tengo que ver una cosa.

Caminé hacia el lugar donde se encontraba Harry. Él estaba acompañado de un elfo doméstico. Me acerqué un poco más, quedando a su lado.

—Harry Potter, señor... —chilló el elfo, que temblaba de pies a cabeza—. Harry Potter, señor... Dobby ha venido a avisarlo..., pero a los elfos domésticos les han advertido que no digan...

Se lanzó de cabeza contra la pared. Harry intentó sujetarlo, pero el elfo rebotó en la piedra, protegido por sus ocho gorros. Hermione y algunas chicas soltaron gritos de miedo y pena. Fruncí el ceño y Scorpius se tensó.

— ¿Qué ha pasado, Dobby? —le preguntó Harry mientras lo agarraba por el delgado brazo y lo apartaba de cualquier cosa con la que pudiera intentar hacerse daño.

—Harry Potter, ella..., ella...

El elfo doméstico, que al parecer que llamaba Dobby, se golpeó fuertemente la nariz con el puño que tenía libre y Harry se lo sujetó también.

— ¿Quién es «ella», Dobby?

Antes de que el elfo respondiera, me moví a alta velocidad, acercándome a las paredes del recinto. Vacié mi mente, concentrándome en captar pensamientos ajenos. Entonces sentí que los pensamientos de Draco se filtraban en mi mente.

<< ¡Por fin los hallamos! >>

Mierda. Mierda. Y más mierda.

Cara de sapo nos había conseguido. Alguien nos había traicionado. Me volteé abruptamente, recorriendo la habitación con la mirada.

Sí. Faltaba alguien.

Nada más y nada menos que la queridísima Marietta Edgecombe.

— ¿La profesora Umbridge? —preguntó Harry, horrorizado. Dobby asintió, y a continuación intentó golpearse la cabeza contra las rodillas de Harry, pero él estiró los brazos y lo mantuvo alejado de su cuerpo—. ¿Qué pasa con ella, Dobby? ¿Estás insinuando que ha descubierto esta..., que nosotros..., el ED? ¿Viene hacia aquí? —inquirió Harry rápidamente.

Artemisa Slytherin y la Orden del Fénix ➁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora