Epílogo

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Me encontraba recostada sobre la cama de Draco. Mis mejillas estaban rojísimas, lo podía notar por el calor que reinaba en esa zona. Y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar. Mis ojos se dirigieron a la figura que se encontraba a escasos metros de mí, Draco estaba rebosante de alegría. Sus ojos no dejaban de brillar.

– Te quiero tanto, tantísimo. – Me había dicho él cuando nuestros pulmones habían colapsado por la falta de aire.

Y yo me había quedado sin palabras.

Esto era absurdo, ¿desde cuándo me había convertido en una persona tan introvertida?

Y fue entonces cuando empecé a reírme a carcajada limpia. Draco frunció el ceño y se acercó a mí, sentándose a unos cuantos centímetros de distancia.

– ¿Qué? – Alzó una ceja, inspeccionándome con la mirada.

Me pasé una mano por el cabello, enredándolo entre mis dedos. Mordí el interior de mi mejilla, obligándome a pensar algo decente que contestar.

– Es jocoso y ridículo...

– ¿Qué cosa? – Sus ojos no se apartaban de mí. Sentí mis mejillas volver a colorarse.

– La manera en la que te puedo querer, Draco. – Solté de sopetón, mirándolo con fijeza. – Aunque seas un hurón teñido y con aires de superioridad – Draco arqueó las cejas, simulando encontrarse molesto. Sonreí de medio lado –...realmente te quiero. – Los brazos de Draco se ciñeron a mi cintura, y me abrazó con ímpetu. Dejó un suave beso en mi coronilla.

El silencio hizo su acto de presencia pero no era un silencio incómodo ni humillante, era esa clase de silencio que te llena por dentro y con el cual te sientes grato. Nos fuimos acostando poco a poco, Draco no quitó sus manos de mi cintura en ningún momento.

Apoyé mi cabeza en su hombro, sintiendo su cálida presencia. Él no paraba de hacer círculos con su dedo índice en la parte baja de mi espalda, y la sonrisa de su rostro no parecía querer desaparecer.

– ¿Qué harás en vacaciones? – Preguntó en su susurro, los pelos de mi cogote se erizaron.

– No lo sé, ¿qué harás tú?

– Mi madre dijo que tenía algo muy importante que decirme. Tengo una especie de reunión con los amigos de mi padre, al parecer, mientras mi padre se encuentre en Azkaban tendré que asumir grandes responsabilidades. – Me giré entre sus brazos, quedando cara a cara frente a él. – Bueno, por ahora eso no importa. ¿Vas a ir a mi casa en vacaciones? Me gustaría mucho que fueras.

Sonreí juguetonamente.

– Hay probabilidades de que vaya aunque no estoy muy segura. – Murmuré sin borrar la sonrisa de mi rostro.

– ¿Te estás haciendo la difícil? – Draco sonrió con petulancia. – Porque puedo invitar a Astoria o a Pansy, ellas estaban muy interesadas en ir a mi casa. La mansión Malfoy siempre admite a las chicas hermosas.

Arqueé las cejas.

– Bueno, Huroncito. – Presioné mi dedo contra su mejilla. – Creo que sería mejor que me fuera, Harry quería decirme algo importante y debería ir a encontrarme con él.

Me alejé de él, intentando incorporarme.

– No vas a ir a ningún lado, señorita. – Draco me jaló por la muñeca, me hizo girar sobre mí misma. Presionó sus labios contra los míos, dejándome aturdida por un instante. – Y menos con ese tonto de San Potter, aún no comprendo por qué eres su amiga.

Rodé los ojos pero no respondí, dejando que el silencio nos rodeara nuevamente.

**

El césped hacía que me diera picazón en la parte posterior de mis brazos lo cual dificultaba seriamente mi tarea de intentar dormir un rato bajo la luz incandescente del sol.

Artemisa Slytherin y la Orden del Fénix ➁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora