Eran las cinco menos cuatro de la tarde cuando me dirigía hacia el despacho de la bruja cara de sapo. Mis ánimos estaban por los suelos y se podía denotar por mi forma de caminar, totalmente impropia en un estudiante de Slytherin, arrastraba los pies y mis hombros estaban hundidos. Cuando llegué al salón donde se impartía DCAO, subí los pocos escalones que conectaban el despacho de la profesora con el aula y, dudando en mis acciones, decidí golpear la puerta de madera con mis nudillos. En el interior de la habitación se escuchó un suave golpeteo y escuché dos voces.
Fruncí el ceño, ¿estaría ocupada?
—Adelante —el tono meloso de la cara de sapo me hizo entrar nuevamente en la realidad. Abrí la puerta, alzando la vista y cuadrando los hombros, llenándome de coraje.
Sentí que mis corneas se quemaban cuando mis hermosos ojos captaron el excesivo resplandor rosado del recinto. Dios mío, todo era de color rosa. Las paredes con decorados de encaje rosa pálido, todas cubiertas por una gran colección de platos decorativos, en cada uno de los cuales estaba representado un gatito de diferentes colores que llevaban, por supuesto, enormes lazos rosados alrededor del cuello.
Oh, por el amor a Merlín, ¿quién en su sano juicio decoraría a propósito de esa manera su propio despacho? ¡Era terroríficamente horroroso!
— ¡Oh, señorita Slytherin! ¡No la esperaba tan temprano! —Umbridge me sonreía melifluamente desde detrás de su escritorio, estando ella sentada en su asiento acolchado. Entrecerré los ojos, suspicaz.
Continué con inspección del despacho, topándome de lleno con unos ojos esmeralda. Mi boca se abrió con sorpresa al comprender a quién pertenecían aquellos orbes verdes.
— ¿Harry? —Pregunté, en un susurro quedo que únicamente fui yo la capaz de escucharlo. Me recompuse al instante, esbozando una sonrisa educada y posando nuevamente mis ojos sobre la bruja—. Si quiere regreso más tarde... —dije, haciendo el ademán de alejarme.
— ¡No! —Saltó ella, sin parar de sonreír melosamente—. No, no es necesario, querida. Será bueno para ti que observes lo que las mentiras ocasionan. —Su mirada se trasladó hasta Harry, quien se removió con incomodidad en su lugar—. Ven acá, linda, toma asiento —se levantó de su butaca y arrastró una silla hasta colocarla en una de las esquinas de su escritorio.
Asentí y revoloteé hasta llegar a la silla y tomar asiento. Cara de sapo me sonreía con extrema dulzura, lo cual me desagradaba totalmente.
—Verá, señorita Slytherin, el señor Potter estaba por empezar su castigo —me informó ella como si no supiera ya. Sus ojos feítos se posaron sobre Harry—. Quiero que escriba «No debo decir mentiras» —le indicó con voz melosa.
— ¿Cuántas veces? —preguntó él, utilizando un tono más amable y educado que su usual tono.
—Ah, no sé, las veces que haga falta para que se le grabe el mensaje —contestó la profesora Umbridge con ternura—. Ya puede empezar.
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Artemisa Slytherin y la Orden del Fénix ➁
Hayran KurguLUMOS... Ser el centro de atención no siempre es bueno. Créanme. Después de enterarme de que era descendiente de Salazar Slytherin, de haber experimentado pruebas mortales y de haber descubierto que tenía unos extraños poderes que heredé de un saco...