Sin rumbo

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Manlia se incorporó cuando sintió muy lejanas las voces de los soldados, sacó el odre de vino vacio de entre sus ropas rasgadas y se puso en pie. El pugio, que tan diestramente había clavado el soldado, había llegado a desgarrar su piel y, aunque superficial, la herida se extendía en vertical por todo su vientre dándole pequeñas punzadas por efecto del vino. Se quitó la toga y tomó una de las que había colgadas tras la puerta. Eran las  de su marido. La ciñó antes de ponérsela como si llevar aquella prenda de su esposo fuese a salvarle la vida, tal era su fe en él. Donde estaría en aquel aciago momento? . Todavía con el manto rasgado en la mano caminó hacia el atrio, el humo cada vez más denso empezaba a invadirlo todo lentamente. Todo era desolador, la destrucción y la muerte habían tomado la casa como suya, y la sangre que se esparcía por los mosaicos y las paredes parecía indicarle un camino a seguir. Junto a la piscina retomó el aire, aunque sólo por un instante, pues las llamas en el exterior parecían  rodearlo todo y se dio cuenta de que no podría salir por el posticum que daba a los establos. Se volvió, correspondía salir por los silos, entonces reparó que la sangre se había detenido. Había alguien tendido junto al posticum. Era Iria, corrió esperanzada, al acercarse se estremeció, sus ojos permanecían abiertos, pero estaba sin vida, rota y humillada. Manlia acarició su hermoso rostro y cerró aquellos ojos de un azul infinito, tomó el manto que  todavía llevaba en la mano y la incorporó para cubrirla. Siempre quiso ser ella… buena, vital, generosa, alegre. Quería romper a llorar pero no podía…vio la sangre que la cubría y empezó a frotarla, como si fuese importante que estuviese limpia, que nada le robase su porte, en su mente martilleaban dos cuestiones…cómo podía morir alguien como Iria  y …cómo podía vivir un instante más alguien frio y vacío como ella…Sintió que se ahogaba, que debía salir de allí. Por un momento dudó. Su mundo,  que hasta aquel momento había sido tangible y perfecto, ardía en llamas…  acaso debía permanecer  junto a su hermana y  perecer?.  o correspondía salir a buscar a su esposo y luchar por recuperar todo lo perdido?.. …pero y si él estaba muerto también?

El aire era ya irrespirable y cuando abrió la puerta que daba a  los Silos un estruendo le indicó que su domus acababa de derrumbarse tras ella. Corrió por los túneles hasta llegar a las bodegas y de allí tomó la salida que  llevaba a las viñas,  junto a ellas pasaba la calzada que se dirigía a Baetulo. Antes de iniciar el camino se volvió un instante y a lo lejos, entre los árboles, vio una enorme  columna de humo que  marcaba el lugar donde había transcurrido hasta aquel momento gran parte de su existencia.  Inició la marcha y  a medio camino el capataz de Cayo Escauro, que llevaba una carga de ánforas de vino a la ciudad, la recogió sin hacer preguntas y de igual forma la dejó a la entrada de la villa.

Manlia Domitia deambuló perdida por Baetulo, hasta que finalmente decidió que debía  marchar a Barcino, recordó que allí estaba su mejor amiga, ella le ayudaría dándole hospedaje. Caminó dos largos días hasta alcanzar  Barcino y su aspecto era tan adverso que cuando llamó a la puerta de la domus de Marcia Calpurnia la esclava de confianza de esta intentó echarla dándole un pedazo de pan como si fuese una leprosa. Manlia no daba crédito, un mes antes había estado allí con su esposo y aquella esclava no se había atrevido ni a levantar la mirada en su presencia, altiva le recordó quien era, pero la esclava no parecía atender a razones. Su amiga se personó, alarmada por la discusión ante su puerta, al reconocerla ordenó a la esclava que se retirase.

Marcia Calpurnia  no deseaba verse comprometida por aquella vista. Para ella no había sido fácil conseguir un compromiso que complaciese a su familia y  ahora que acaba de desposarse con Marius Cornelio, cuya  posición en el ejército era envidiable, no pensaba arriesgarlo todo por aquella inoportuna visita. Manlia nerviosa rompió a llorar pero Marcia implacable detuvo su lamento con un gesto, categórica le transmitió que no podía alojarla ni hacer nada por ella, a pesar de que se conociesen desde la infancia, le comunicó que todo Barcino sabía que su casa había sido destruida por orden del emperador y su esposo Minicio estaba pendiente de ser ejecutado en Roma por conspiración. Manlia la miró sin poder entender en que instante había podido suceder todo aquello.  Marcia Calpurnia se permitió recomendarle que se albergase en las insulaes que los Domitia tenían   alquiladas cerca de las termas y después la echó.

Manlia permaneció durante unos instantes observando  la puerta cerrada,  después echó a andar  hacia el Foro y acabó sentándose en las escaleras del Templo de Augusto.  Allí un esclavo de Calpurnia  la alcanzó para informarla de que partía hacia Lucus  Augusta y se brindó a informar de la delicada situación a su familia, Manlia aceptó el ofrecimiento y le entregó su sello. El esclavo tomó su caballo e inició sin prisa la marcha en dirección norte, Manlia lo siguió con la mirada  hasta que este acabó perdiéndose entre toda  la gente de Barcino que  transitaba  por el Cardo hacia la Puerta Principalis .

El PraetorianiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora