Capitulo 8

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Desperté por el olor a café cargado y levanté la cabeza de
               entre mis rodillas dobladas. Estaba afuera, sentada en la
               acera, con la espalda contra la pared de un edificio.
Vincent se agachó delante de mí, con una diminuta taza de humeante
café a pocos centímetros de mi cara, agitándolo alrededor como sales
aromáticas.

       —Vincent —dije, sin pensar. Su nombre se sintió natural viniendo
de mi boca, como si lo hubiese estado diciendo toda mi vida.

       —Así que me seguiste —dijo, con aspecto sombrío.

       Mi cabeza empezó a dar vueltas a medida que un punzante dolor
de cabeza se materializaba justo encima de mi nuca.

       —Ay —gemí, alcanzándola y masajeándola con mi mano.

       —Bebe esto, luego pon la cabeza hacia abajo, entre tus rodillas —
instruyó Vincent. Colocó la taza en mis labios, y lo lancé hacia atrás de
un solo trago.

       —Eso está mejor. Voy a llevar esta taza de regreso a la cafetería
de al lado. No te muevas, ya regreso —dijo cuando cerré los ojos.

       No hubiera podido moverme si hubiera querido. Ni siquiera podía
sentir mis piernas. ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? Y luego los
recuerdos regresaron a mí, aplastándome con su horror.

       —¿Te sientes lo suficientemente fuerte como para tomar un taxi?
―Vincent estaba de vuelta, en cuclillas para poner su rostro al nivel del
mío—. Tuviste una fuerte impresión.

       —¡Pero... tu amigo! Jules —dije, incrédula.

       —Sí, lo sé —frunció el ceño—. Pero no podemos hacer nada al
respecto ahora. Tenemos que mantenernos lejos de aquí —Se puso de
pie y señaló un taxi. Alanzándome sobre mis pies y apoyándome con un
brazo fuerte sobre mis hombros, cogió mi bolso y me acompañó hasta el
auto esperando.

       Vincent me ayudó en el interior y, pasando rápidamente a mi
lado, le dio al conductor la dirección de una calle no muy lejos de la
mía.

       —¿A dónde vamos?—le pregunté, de repente interesada. Mi mente
racional me dio un golpecito en el hombro para recordarme que estaba
en un coche con alguien que no había hecho más que ver a su amigo
morir frente a un tren a toda velocidad, pero se veía tan tranquilo como
si esto sucediera todos los días.

       —Puedo llevarte a tu casa, pero preferiría mantenerte en la mía
hasta que te calmes. Se se encuentra a sólo unas calles de distancia.

       Probablemente podría "calmarme" mejor en mi propia casa que en
la suya. Mi pensamiento se vio interrumpido cuando el significado de
sus palabras hizo clic.

       —¿Sabes dónde vivo?—jadeé.

       —Ya he confesado seguir a todas partes a las nuevas
importaciones estadounidenses en nuestro barrio. ¿Recuerdas? —Me
dedicó una sonrisa encantadora.

       —Además, ¿quién siguió a quién hoy en el Metro16?

       Me sonrojé mientras me preguntaba cuántas veces él me había
visto mientras vagaba, ignorando que estaba siendo vigilada.
       Y entonces el recuerdo de Jules en el Metro regresó y un
estremecimiento me sacudió.

       —Solo no recuerdes. No recuerdes —susurró Vincent. En ese
momento, sentí que mis emociones tiraron en dos direcciones opuestas.
Estaba asustada y confundida por la indiferencia de Vincent hacia la
muerte de Jules, pero quería desesperadamente que él me consolara.

Mi Vida Por La TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora