Capitulo 9

49 4 0
                                    

Durante las semanas que siguieron, no podía dejar de
               reproducir los acontecimientos de ese día en mi mente
               una y otra vez como un disco rayado. Desde fuera debía
de tener el mismo aspecto. Me levanté, hice mi lectura en un café
alternativo, de vez en cuando miraba la TV, y traté de unirme a Georgia
y a las conversaciones de mis abuelos que estaban sentados en la mesa
de la cena. Aun así, parecían saber que yo estaba preocupada. Pero no
tenían ninguna razón para adivinar mi estado de ánimo oscuro por
nada nuevo.
      Cada vez que Vincent se abría paso en mi mente trataba de
empujarlo hacia afuera. ¿Cómo pude haber estado tan equivocada? El
hecho de que él formaba parte de algún tipo de red criminal tenía más
sentido ahora que me acordé de aquella noche en el río. Debe haber
habido algún tipo de guerra de pandillas pasando en los bajos fondos.
Incluso si es un mal tipo, al menos salvó la vida de esa niña, me fastidió
mi conciencia.
      Pero sea cual sea su pasado, no podía justificar su
distanciamiento frío después de que Jules fuera golpeado por el tren.
¿Cómo alguien puede dejar a su amigo en un estado de muerte para
asegurar su propia seguridad ante la ley? Todo esto me heló hasta los
huesos. Sobre todo sabiendo que ya había empezado a sentir algo por
él.
      La forma coqueta con la que me había ridiculizado en el Museo
Picasso. Su intensa expresión cuando me tomó la mano en el patio de
Jules. El consuelo que me hizo sentir cuando puso su mano sobre la
mía en el taxi. Estos instantes se mantuvieron intermitentes en mi
memoria, recordándome por qué me había gustado. Los empujé a un
lado una y otra vez, disgustada conmigo misma por haber sido tan
ingenua.
      Por último, Georgia me arrinconó una noche en mi habitación.

       —¿Qué te pasa? —preguntó ella, con su tacto habitual. Se arrojó
sobre mi alfombra y se apoyó más o menos contra un aparador de valor
incalculable que nunca usé porque tenía miedo de romper las manijas.

       —¿Qué quieres decir? —le respondí, evitando sus ojos.

       —Quiero decir, ¿qué diablos te pasa? Yo soy tu hermana, sé
cuando algo anda mal.

       Yo había insistido en hablar con Georgia, pero ni siquiera podía
imaginar por dónde empezar. ¿Cómo iba a decirle que el chico que
vimos saltar desde el puente era en realidad un criminal con el que
había estado saliendo; es decir, hasta que vi cómo se alejaba de la
muerte de su amigo sin derramar aunque sea una sola lágrima?

       —Bueno, si no quieres hablar sólo puedo empezar a adivinar,
pero no te vas a salir de ésta. ¿Estás preocupada acerca de cómo
empezar en la nueva escuela?

       —No.

       —¿Es por los amigos?

       —¿Qué amigos?

       —¡Exactamente!

       —No.

       —¿Chicos?

       Algo en mi cara demostró que sí, porque enseguida se inclinó
hacia mí, cruzando las piernas en un decir cuéntame más.

       —Kate, ¿por qué no me hablas de... quien quiera que sea... antes
de llegar a esto?

       —No me hablas de tus novios.

       —Eso es porque hay demasiados de ellos. —Ella se echó a reír y,
a continuación, al recordar mi estado de ánimo bajo, agregó: —Además,
a ninguno de ellos vale la pena mencionarlos, todavía —esperó.

       No había manera de decir que no le interesaba esto.

       —Está bien, hay un chico que vive en el barrio y hablamos un par
de veces hasta que me enteré de que era una mala noticia.

Mi Vida Por La TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora