El nacimiento de una asesina

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Emma mantenía sus ojos cerrados, sin querer salir de ese sueño que ya se le estaba escapando, evaporándose, segundo a segundo, a medida que su mente emergía a la realidad.

Con una sonrisa tonta en el rostro, dejó que sus pupilas verde esmeralda se habituasen poco a poco a la claridad del día y dejó de respirar cuando posó su mirada sobre Regina que dormía a su lado.

Su sueño no era tal, estaba bien presente en la misma cama que la bella morena, su rostro a pocos centímetros del de Regina. Inspiró a pleno pulmón, cerró de nuevo los ojos dejándose invadir por el duce aroma a manzana que emanaba de su antiguo objetivo, y sin poder controlarse, le depositó un delicado beso en la mejilla.

Dándose cuenta inmediatamente de lo que acababa de hacer, la rubia retrocedió deprisa, pero la mano de la morena, que acababa de posarse en sus caderas, le impidió alejarse.

Con los ojos ligeramente abiertos, Regina la miraba con una radiante sonrisa en sus labios.

«Buenos días, Emma» murmuró girando ligeramente la cabeza

«Buenos días Regina» respondió tímidamente la rubia «¿Ha dormido bien?»

«No he dormido tan bien desde hace años...»

Turbada, Emma no se atrevió a seguir la conversación más tiempo y salió de debajo de las sábanas precipitadamente. Cogió sus cosas, dejadas en el sillón, y miró a la morena mientras balbuceaba

«Yo...voy...a la du...voy a ducharme» logró decir mientras se daba la vuelta.

«¿Es una invitación?» respondió la morena von voz ronca

Emma se quedó paralizada, sintiendo la temperatura de su cuerpo aumentar rápidamente. Sin atreverse a darse la vuelta para mirar a Regina, intentó recomponerse para no dejar aparentar su turbación, lo que era totalmente imposible.

«Henry podría despertarse» dijo Regina sin darle tiempo a responder «Compartirá la mía esta noche cuando él ya no esté, estaremos más tranquilas»

Emma salió de la estancia con los ojos como platos, su corazón latiendo al galope, un dulce calor en su vientre le arrancó una sonrisa boba.

Regina volvió a dejar caer la cabeza en la almohada riendo, sorprendida ella misma por su audacia. Esta Emma Swan tenía el don de volverla loca, y ese pequeño juego de seducción que se instalaba entre ellas hacía que olvidara por completo la terrible situación en la que se encontraban.

Después de un rápido desayuno, el trio volvió a la carretera, dirección Boston, aunque pararían antes en casa de la madrina de Henry para dejarlo allí unos días.

Emma esperó pacientemente en el coche mientras Regina explicaba brevemente a su amiga la razón de su fuga, pidiéndole que cuidara a Henry en su ausencia. Aurora conocía a su amiga desde la infancia y sabía muy bien que la morena no tenía nada que ver con el asesinato de ese policía, y aceptó sin vacilación cuidar al pequeño el tiempo que necesitara Regina para probar su inocencia.

«¿Estás segura de que no quieres ir a la policía? O no sé, al menos a un abogado, al FBI...»

«Imposible» respondió Regina bajando la cabeza «Según Emma, la persona que quiere matarme tiene muchos contactos, en todos los terrenos y me pondría en peligro de muerte si intento contactar con alguien»

Aurora asintió, pero no pudo retener sus lágrimas.

«Cuídate, no hagas estupideces, por favor...»

En pleno corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora