Papá

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La débil luz que se filtraba a través de gruesa cortina de la habitación bastó para despertar a Emma de un sobresalto. La noche había sido larga y había cogido el sueño bastante tarde, ya que se había pasado muchas horas pensando en un plan que le permitiera alcanzar a Gold y acabar con él, sin que su vendetta acabara en un drama para ella o para Regina y su hijo.

Hasta esa noche ella aún no sabía lo que iba a ser de la morena, porque a pesar de que la apreciaba, su ex objetivo estaba al corriente de demasiadas cosas sobre ella y eso podría en un futuro perjudicarle. Regina podía decidir ir a la policía o contactar con su ex cliente. Pero sin saber realmente por qué, Emma sentía ganas de confiar en esa mujer, había entrado en su vida de manera tan inesperada, pero el repentino flechazo que había sentido por esa soberbia mujer no hacía sino crecer a medida que pasaba tiempo a su lado. La rubia no era de la clase de gente que se encariñaba, ella solo confiaba en una persona, y el hecho de que Regina hiciera temblar esa certeza le daba vueltas la cabeza, y debía confesárselo a sí misma, también el corazón.

Había acabado por apegarse a ella, mucho más de lo que hubiera deseado, así que había decidido apartar de su cabeza la idea de eliminarla.

Estiró sus miembros despacio, se levantó del sillón en el que había pasado la noche y miró a Regina dormir durante unos minutos, con una sonrisa tonta en los labios. Mientras sacudía su cabeza para salir de sus ensoñaciones, cogió su reloj del mueble que estaba cerca de la puerta y salió discretamente de la habitación para ir al cuarto de baño.

Después de una ducha rápida y un cepillado a sus largos cabellos, la rubia decidió hacer algunas compras antes de que Regina y su hijo se despertasen. Lista para salir, volvió sobre sus pasos y dejó una pequeña nota en la mesa del salón para que la morena no se asustara al descubrir la ausencia de la rubia.


Al abrir la puerta, Emma se encontró cara a cara, o más bien cara a culo, con el soberbio trasero de Regina, que salía deprisa del cuarto de baño para volver a su habitación, vestida solamente con unas braguitas azules.

Sorprendida por la llegada de la rubia, Regina se sobresaltó y se quedó bloqueada unos segundos. Su cerebro había dejado de pensar por unos segundos, pero rápidamente se dio cuenta de que estaba casi desnuda delante de Emma que la miraba con los ojos completamente abiertos.

Presa de una ola de calor que le sonrojo todo el rostro, la morena salió corriendo hacia la habitación, cerrando la puerta con un rápido movimiento.

Emma se quedó unos segundos en shock en el umbral de la puerta, con una sonrisa boba en el rostro. Al darse cuenta de que la situación había sido incómoda para la bella morena, Emma dejó las bolsas sobre la mesa del salón y golpeó dulcemente en la puerta de la habitación de Regina.

«¿Pu...puedo entrar?»

«¡Un segundo!» dijo la voz de la morena que terminaba de vestirse a toda velocidad «Está bien, puede entrar...»

Emma empujó la puerta delicadamente y entró en la habitación con la mirada baja.

«Yo...lo siento, Regina, no creía...no quería...en fin yo...»

«No es su culpa» respondió la morena, roja como un tomate «No podía saber que yo estaba medio desnuda, es mi culpa, debería haberme vestido en el cuarto de baño»

Las dos mujeres se quedaron mirando sus pies durante unos segundos, la una tan turbada como la otra.

Queriendo romper esa atmosfera, Emma elevó la cabeza y esperó a que Regina hiciera lo mismo para poder mirarla a los ojos.

En pleno corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora