Algunos problemas menos

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Regina abrió los ojos pesadamente, despertada por la luz del día que se filtraba a través de las cortinas. Después de unos segundos de inconsciencia, se sobresaltó al darse cuenta de que no estaba en su cama habitual.

Todos los acontecimientos del día anterior le vinieron súbitamente a la memoria, lo que la hizo saltar de la cama a gran velocidad, dándose cuenta al mismo tiempo de que Emma ya no estaba en el sillón que había colocado delante de la cama.

«¿Henry?» gritó abriendo la puerta de la habitación, completamente en estado de pánico.

El muchacho la miró con una gran sonrisa. Estaba sentado en la mesa de la estancia principal con un gran tazón de chocolate caliente delante de él.

«Hola mamá, ¿vienes a desayunar?»

La morena sintió su corazón latir como nunca, estaba al borde de un infarto, pero ver a su hijo sano y salvo le arrancó un suspiro de alegría. Sin darle tiempo a decir nada más, se lanzó sobre él y lo besó.

«Mamáaaaaaaa, ye he pasado la edad para todo esto» gruñó el joven haciendo una mueca.

«Nunca habrás pasado la edad» respondió Regina sonriendo, acariciando la cabeza del pequeño y buscando con la mirada a la rubia.

«¿Dónde está Emma?»

«¡Aquí!» respondió la rubia saliendo del cuarto de baño.

El corazón de Regina se saltó un latido al ver a la bella rubia aparecer ante ella. Sus maliciosos ojos verdes y sus largos y ondulados cabellos rubios resaltaban su perfecto rostro, magníficamente iluminado por una sincera sonrisa.

Sintió un dulce calor en su vientre, y la morena fue sacada de su torpor por Emma, que la miraba arqueando las cejas, contenta del pequeño efecto que producía sobre esa perfecta mujer.

«¿Todo bien, Regina?» preguntó divertida

«Euh...sí, sí, todo bien, gracias» respondió la morena bajando la mirada, roja de vergüenza ante la idea de haber sido pillada echándole una ojo.

«Henry me ha dicho que usted toma café en el desayuno, he mando decir que suban algunos croissants calientes. Siéntase como en su casa»

«Muchas gracias» respondió la morena

Emma rebuscó en el bolso de Regina y sacó las llaves del coche.

«Tengo que comprar una cosa, ya vuelvo. Usted...»

«Me quedo aquí» respondió Regina levantando la mano para señalar a Emma que ya se conocía la canción. Sin saber por qué, empezaba a confiar en la rubia, y aunque la había intentado matar el día anterior, había comprendido que, de momento, era la única salida para mantenerse con vida, ella y su hijo.

«¿Emma? ¿Podría prestarme algo de ropa? No tuve tiempo de coger mis cosas y como he dormido vestida, no estoy nada presentable»

La rubia se acercó despacio y se inclinó para hablarle al oído con el fin de que Henry no escuchara.

«Está perfecta, pero sí, sírvase, coja lo que le plazca, mis braguitas le irán de muerte» murmuró con una sonrisa pícara.

Sin darle tiempo a la morena a responder, Emma desapareció de la estancia canturreando.


Regina caminaba de un lado a otro, mirando por la ventana cada tres minutos, loca de rabia y de miedo.

De repente un viejo escarabajo amarillo en un estado lamentable llegó a gran velocidad y se paró frente al hotel. Emma descendió de él con una bolsa en las manos. A penas tuvo tiempo de franquear la puerta cuando Regina se abalanzó gritando.

En pleno corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora