Operación "enano traicionero"

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«Regina querría conocerte, ¿sabes?»

«¿Conocerme?» preguntó el hombre mayor, sorprendido por lo que su hija le acababa de decir «Sabe que soy un asesino, que te he criado como tal, que ayer hemos eliminado a un hombre y a su mujer...¿y ella quiere conocerme?»

«Sí...bueno, lo de ayer no lo sabe todo, le he dicho que habíamos matado a Robin Dooh, pero no le hablé de la manera de cómo conseguimos los datos, ni de la muerte de su mujer. Pero sí...quiere conocerte...creo que realmente me aprecia y...»

Emma no pudo terminar su frase, su garganta se cerró ante la idea de que Regina pudiera estar enamorada de ella. Era la primera vez en su vida que alguien que no fuera su padre sentía algo más que asco por ella.

Sintiendo su turbación, Marco sacó la mano derecha del volante y la posó sobre la de su hija.

«Sería un gran placer, me encantaría conocer a tu...compañera»

Emma no supo qué contestar, ya que no lograba ponerle un nombre preciso a su relación. Encogiéndose de hombros, se conformó con sonreír mirando a su padre a los ojos.

«Pero sabes que es muy peligroso. Para ella, para nosotros...es demasiado pronto»

La rubia asintió y quiso decirle a su padre que lo comprendía, pero la aparición de un gran muro en mitad del bosque por el cual circulaban desde hacía una hora le hizo comprender que habían llegado a su destino.

«Es el muro del que Robin habló. Según sus indicaciones, a unos cincuenta metros deberíamos ver aparecer las primeras cámaras» explicó Emma releyendo las notas que su padre había tomado durante el interrogatorio.

«Entonces, nos detendremos aquí» exclamó Marco parando el coche entre dos árboles, esperando que no fuera visible desde lejos.

Emma descendió inmediatamente y abrió el maletero. Sacó dos grandes bolsas de viaje, así como una mochila negra. Su padre cogió también su maletín gris que contenía su fusil de precisión, y la tiró por encima del muro, imitando a Emma que acababa de hacer lo mismo con el resto del equipo.

La rubia saltó hacia el muro, aferrándose por poco al borde y trepó hasta arriba. Una vez sentada, estiró su mano y ayudó a su viejo padre a trepar a su vez.

Ya en el otro lado, Emma se colocó en su hombro la mochila y corrió hasta el lugar establecido durante el trayecto, escondiéndose tras un árbol situado en una loma desde la que se veía la casa de Gold a unos cien metros más abajo.

Marcó partió en sentido contrario, evitando con cuidado pasar por delante del campo de visión de las cámaras diseminadas por todo el terreno y se colocó contra un amasijo de piedras que habían servido para construir el muro. Después de dejar su fusil y su bolsa de viaje, volvió al punto de partida y cogió la otra bolsa de deporte, más pesada que la anterior. Ya en su puesto, miró a su alrededor y, colocándose la capucha, se arrodilló al abrigo de miradas y abrió el maletín de la sniper. Armó concienzudamente su fusil, metió una bala en el cañón y se posicionó de manera que pudiera tener el mayor campo de visión posible. Sacó el walkie-talkie de su bolsillo, apretó dos veces la tecla de recepción para indicarle a su hija que estaba en posición.

Entonces Emma sacó sus prismáticos y su móvil donde tenía las fotos de los esbirros de Gold que su padre que le había mandado. Mirando a lo lejos, puso el zoom al máximo e intentó identificar a los dos hombres que hacían su ronda a algunos metros más arriba de la casa.

«A la izquierda de la entrada, dos hombres, Jefferson Hat, hablando por teléfono, y Neal Cassidy, tres metros atrás fumando. Tendrás que esperar a que Hat termine de hablar, y habrá que hacerlo muy rápidamente para que Cassidy no de la voz de alarma. Ligero viento del noroeste, distancia, alrededor de 220 metros»

En pleno corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora