Interrogatorio

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El hombre echaba pestes delante de la televisión, mandando al otro lado de la habitación su bol de palomitas.

«¡Mierda de tele por cable, por una vez que tengo un día libre, tiene que cortarse en mitad del partido!»

Intentando rebajar la cólera, el frustrado telespectador se colocó delante de la ventana esperando que el técnico al que había llamado hacía un cuarto de hora hiciera su aparición. Solo tuvo que esperar unos minutos más hasta ver aparecer un coche gris que llevaba estampada la palabra "Cableston", un juego de palabras bastante ridículo mezclando Cable y Boston.

Sin esperar, el alto moreno corrió hasta la puerta de la entrada, la abrió antes de que el técnico tuviera tiempo de tocar.

«Bien, por una vez llegáis rápido. Entre, entre»

El anciano técnico de rostro arrugado saludó al hombre tirándose ligeramente de su gorra y entró en la casa con su caja de herramientas en la mano.

«Buenos días, señor, soy Marco, para servirle. La empresa Cableston me ha mandado...»

«Sí, sí, me da igual su blablablá. ¡Arregle mi tele y tendrá su propina, pero no me hinche la cabeza, solo haga lo necesario para que pueda ver mi partido!»

El viejo hombre asintió y siguió al propietario de la casa hasta el televisor del salón. Se agachó para dejar la caja de herramientas en el suelo, la abrió y metió la mano dentro.

El cliente no tuvo tiempo de reaccionar, el dolor que sintió en el hombro y la pared manchada de sangre le hicieron comprender que acababa de recibir un disparo.

«Jo...joder, pero...pero ¿quién es usted?» gritó poniendo la mano en el orificio de bala para parar la hemorragia.

«No pierda el tiempo intentando detener la hemorragia, pronto dejará de sangrar, no le he dado en un sitio fatal. Aún no...»

El viejo hombres se acercó al herido, apuntando su arma sobre su cabeza para hacerle comprender que al menor gesto brusco, su vida acabaría en su salón, contra el tabique de la cocina. Se quitó la gorra, se arrancó el falso bigote y miró su reloj.

«14:23...justo a tiempo. ¡Ella no debe tardar!»

«¿Quién...quién no debe tardar?» peguntó el hombre en el suelo gesticulando de dolor.

«Mi hija» respondió el hombre sonriendo

«¿Su hija? Pero, por Dios, ¿quién es usted? ¿Está loco? ¿Por qué ha de venir su hija? Pero, mierda, ¿sabe usted quién soy yo? ¿Lo que puedo hacerle? ¡Viejo loco!»

«Me llamo Marco. Mi nombre no le dirá nada, pero en el oficio se me conoce como el Marionetista»

El hombre en el suelo se puso más blanco que pocos segundos antes. Intentando recular hacia la pared, tendió la mano hacia el hombre como para protegerse de un eventual golpe.

«¿El...el...el ma...ma...marionetista? Mierda...¿pero qué quiere de mí?»

«¿Lo que quiero? ¡Que cierres el pico de una vez!» respondió el hombre sonriendo, sentándose en una silla mientras miraba otra vez su reloj.

«Me has preguntado quién era, tienes la respuesta. ¿Has preguntado por qué mi hija vendría hasta aquí? Simplemente para hacerte hablar, pero te dejo descubrir por qué a ti mismo. Para continuar contestándote, sí, sé quién eres. Te llamas Robin Dooh y eres el jefe de seguridad de ese querido Señor Gold»

«Yo...soy sobre todo su mejor amigo...cuando se entere de lo que me ha hecho, va a sufrir, viejo loco» soltó el hombre con una mirada llena de desprecio.

En pleno corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora