Los días siguieron pasando, le siguieron las semanas y sin que se dieran cuenta la vida seguía sucediendo.
De septiembre, pasó octubre y así llegaron a noviembre. El cumpleaños de Adán había pasado un par de semanas antes y por fin había presentado a su amiga Lucy en un almuerzo familia. Lexie la había visto solo un par de veces en la clínica pero nunca había hablado con ella más allá de un saludo y bastó con que intercambiaran unas pocas palabras para que la adorara. La chica irradiaba alegría por más complicada que fuera su situación, parecía estar feliz con la vida y Lexie se preguntó si algún día ella podría ver la vida con tanto optimismo, o si Cielo dejaría de sentir dolor.
Luego del almuerzo y pasar toda esa tarde juntos, Lexie acompañó a Adán a dejarla a su casa y su madre la invitó a tomar un té para que se conocieran un poco. Era muy amable y mostraba una enorme sonrisa que hubiese engañado a cualquiera menos a Lexie que conocía el dolor de tener una hija enferma sin saber si algún día sanaría. Ahí se dio cuenta de que el dolor nunca pasaría, siempre estaría recordándole todo una y otra vez.
—Lucy siempre ha sido una chica alegre —comentó Georgina, su madre—, creo que es la razón por la que no nos hemos derrumbado todavía, es increíble cómo siempre le encuentra el lado positivo a las cosas. Hace unos meses, los últimos exámenes arrojaron que el cáncer había migrado al pulmón y fue la primera vez en que la vi llorar por su enfermedad, por lo menos en frente mío —su sonrisa desapareció e intentó pestañear con rapidez para espantar las lágrimas—. La primera vez en que me dijo que estaba cansada, me pidió perdón porque se quería rendir, quería dejar el tratamiento y si le quedaban unos pocos meses, poder disfrutarlos en un lugar bonito y no rodeada de agujas.
—Sé lo doloroso que es todo eso, lo siento muchísimo.
—Con mi esposo intentamos convencerla de que siguiera el tratamiento hasta el final, no íbamos a dejar de intentarlo porque es nuestra única hija y somos demasiado egoístas para dejarla ir.
—Es totalmente entendible, nadie está preparado para dejar ir un hijo.
—¿Sabes cuándo Lucy volvió a sonreír de verdad y decidió seguir con el tratamiento? —Lexie negó solo con la cabeza y Georgina volvió a sonreír—. Desde que conoció a tus hijos, tiene un vínculo especial con la pequeña Cielo y para qué voy a hablar de Adán, está pendiente todo el día del teléfono esperando una llamada o mensaje de él, sus ojos brillan cada vez que suena el tono especial para él. Siempre creí que esa maldita enfermedad no le daría tiempo de encontrar el amor pero ahí está, viviendo el primero.
—Dicen que el primer amor es el más hermoso e inolvidable. No creo que estén enamorados, por lo menos ahora, pero sí estoy segura que están viviendo una de las etapas más maravillosas de sus vidas.
—A veces me da miedo ver cómo está creciendo tan rápido, los años pasan volando.
—Lo sé, uno no se da cuenta y ya son adolescentes.
Siguieron hablando de cómo el tiempo pasaba tan rápido por varios minutos hasta que Lexie se dio cuenta de que era un poco tarde y debían volver a casa, llamó a Adán y ambos se encaminaron hacia el auto.
—¿Estuvo buena la conversación? —preguntó el chico divertido, Lexie también podía notar un brillo especial en sus ojos—. Creí que no acabarían nunca.
—Claro, y tú estabas muy triste de que siguiéramos hablando y no pudiéramos irnos.
—Demasiado triste.
—Puedo notarlo —rió ella y sintonizó una radio—. Cuando lleguemos a casa te daré un poco de jugo de limón, a ver si así se te borra un poco la sonrisa.
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La vida sucede (LIH#1)
RomanceLIBRO Nº1 serie Let it happen. A Alexia Brooks no le ha tocado una vida fácil, si bien a simple vista podía parecer una princesa sacada de un cuento, una vez que la conocías te dabas cuenta de que en realidad era una auténtica guerrera. Su vida se...