Capítulo 71: Dejar de creer

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Lexie se sorprendió al llegar a casa y encontrar todo tan tranquilo. Esperaba escuchar el ruido del videojuego favorito de Adán o esa música asesina de tímpanos que le gustaba escuchar en ese tiempo pero solo se encontró con un silencio sepulcral, tanto que por un momento creyó que el chico había salido de casa sin avisarle y se estaba preparando para regañarlo apenas llegara.

Acomodó a Cielo en el sillón y la dejó mirando televisión luego de que le sacara la mascarilla que debía usar cuando salía de casa para evitar cualquier tipo de infección. La pequeña estaba más débil que otras veces pero no quería volver a su habitación tan pronto, después de pasar tanto tiempo ahí, estaba comenzando a detestar ese lugar.

—Espera acá, princesa —le pidió a su hija, aunque sabía que no se movería a ningún otro lado, no podría haberlo hecho aunque quisiera—. Voy a comprobar si debo castigar a tu hermano o no.

Justo en ese momento, la puerta de la habitación de Adán se abrió y cuando Lexie estaba suspirando de alivio porque su hijo no se había escapado, vio a Lucy salir de ahí. La chica se dirigía al baño pero al ver a la madre de su novio dio un paso hacia atrás inconscientemente.

—Creo que ya lo comprobamos —susurró Lexie a Cielo antes de volver a mirar a la chica—. Hola, Lucy. No sabía que estabas aquí.

—Sé que Adán tiene prohibido invitar gente cuando está solo pero le juro que esta vez fue una emergencia. Por favor, no lo castigue.

—¿Sabe tu mamá que estás aquí? —la chica apenas negó con la cabeza mientras apartaba la mirada hacia sus pies y Lexie puso sus brazos en jarra, en un intento de pose intimidante—. ¡Lucy!

—Necesitaba unas horas lejos de ella, no podía pensar bien con ella atrás de mí todo el tiempo.

—La llamaré, luces cansada y no dejaré que te vayas sola. Si Nick estuviera aquí te iría a dejar yo misma pero no puedo volver a sacar a Cielo.

—No es necesario, puedo tomar un taxi.

—De ninguna manera, señorita. Ahora se me sienta al lado de Cielo a ver Frozen hasta que me comunique con Georgina y sin derecho a reclamos.

Lucy hizo lo que le dijeron mientras Lexie se alejaba un poco de ellas para comunicarse con su madre. Al contestar, Georgina se escuchaba desesperada por no saber dónde estaba su hija, la rubia la entendía a la perfección.

—Tranquila, Lucy está en casa conmigo. La noto un poco decaída y pálida, además de que tiene los ojos muy rojos. Ella insiste en que se puede ir en un taxi, pero no me atrevo a enviarla sola y en este momento no puedo ir a dejarla yo, aunque en un par de horas, sí puedo hacerlo.

—No te preocupes, ya has hecho demasiado por nosotros. Estoy pasando cerca de tu casa y pasaré por ella.

—Está bien, le avisaré.

—¿Alexia? —la señora esperó a que respondiera y cuando Lexie hizo un sonido de pregunta, continúo al borde de las lágrimas. Su voz estaba temblorosa—. Gracias, de verdad, muchas gracias.

Poco después de que cortaran la llamada, llegó la madre de Lucy para llevársela. Lo primero que hizo al verla fue abrazarla y no la regañó por haberse escapado, ella también llevaba bolsas bajo los ojos y los tenía levemente enrojecidos. Se fueron a los pocos minutos y Lexie fue hasta la habitación de su hijo preguntándose por qué no habría salido en todo ese tiempo aunque sospechaba la respuesta desde que notó que Lucy tenía marcas de una almohada en la cara.

El suspiro de alivio de Lexie al verlo dormir en la silla del escritorio y completamente vestido fue tan grande que logró despertar al chico, quien estaba un poco desorientado.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora