Mientras Lexie, Nick y Adán estaban afuera intentando mantener la calma, Gianluca entró y buscó al doctor de turno para que lo pusiera al día con todo lo que estaba pasando. Al no encontrarlo enseguida, le preguntó a la enfermera, que se encontraba en la estación por Cielo y cuando le dijo que estaba consciente le rogó que lo dejara pasar a verla un momento, sabía lo difícil que era para un niño pasar por un momento así sin ver ninguna cara conocida.
—No puedo hacer eso, doctor Maccioni —la mujer se veía de verdad apenada, y es que en realidad no existía mujer en esa clínica a la que le gustara decirle que no al médico italiano—. Lo siento mucho, son indicaciones del doctor González.
—Está bien, lo entiendo.
Se alejó un poco y una vez que la vio perderse en una de las salas de atención, volvió al mesón y buscó la ficha clínica de Cielo, luego la dejó en su lugar y se dirigió a la sala de la pequeña. Cuando llegó, la encontró tranquila, mirando el techo y conectada a oxígeno, una vez más cerca pudo notar que lloraba en silencio. Un nudo se formó en su garganta, era tan pequeña y había tenido que crecer tan de golpe.
—Me avisaron que una bella princesa estaba en esta habitación —se acercó y cuando la pequeña lo reconoció, algo mínimo cambió en su mirada.
—¿Dónde está mi mamá? —Cielo hizo un puchero, necesitaba mucho a su madre en ese momento.
—Aún no pueden entrar a verte porque tienes que probar un juego nuevo, pero debes prometerme que cuando te lleven al lugar del juego te quedarás muy quieta para que todo termine más rápido. Yo estaré todo el rato detrás de un vidrio, pero siempre contigo, ¿sí?
—¿Me va a doler este nuevo juego como los demás? —la preocupación en su pequeña cara, dolía—. Por favor, que no hayan agujas.
—Solo una, princesa. Pero ya verás que ni siquiera la sentirás.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo —sabía que no debía hacerlo pero debía tranquilizarla de alguna forma.
—¿Algún día cumplirás las reglas, Maccioni? —el anciano doctor lo miraba con una sonrisa luego de soltar un suspiro de resignación.
—No veo qué diferencia hace que entre a verla, fue mi paciente hace unos meses.
Ambos salieron de la habitación hacia el pasillo para hablar sin molestar a la pequeña.
—Sí, pero por lo que tengo entendido, tienes una relación con la madre y ya sabes las reglas de la clínica.
—¿Qué tiene?
—Luca —lo reprendió. El hombre lo había conocido unos años antes en un congreso realizado en Italia y te tenía un cariño enorme, lo sentía casi como si fuera el hijo que nunca tuvo.
—Por favor, solo para saber a qué nos enfrentamos. Lo quiera usted o no, lo que le pase a esta niña me preocupa e influye en mi vida y en la de la mujer que amo.
—No te puedo decir nada con exactitud hasta realizar el escáner pero por lo que veo y asociándolo a otros muchos casos que he tenido, creo que el cáncer podría haber migrado a los pulmones.
Gianluca se llevó ambas manos a la cabeza, tenía claro que esa era una posibilidad pero quería creer que Cielo sería una excepción, que saldría de todo eso rápido. Sabía también que el doctor González era reconocido en todo el país por lo acertado de sus diagnósticos, por diagnosticar correctamente incluso antes de hacer pruebas. Llevaba tantos años ejerciendo, que solo bastaba que viera un par de síntomas para saber qué era lo que el paciente tenía, claro que siempre lo confirmaba con todos los exámenes necesarios. En un tema tan delicado como la salud de las personas, le gustaba estar completamente seguro antes de actuar.
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La vida sucede (LIH#1)
RomanceLIBRO Nº1 serie Let it happen. A Alexia Brooks no le ha tocado una vida fácil, si bien a simple vista podía parecer una princesa sacada de un cuento, una vez que la conocías te dabas cuenta de que en realidad era una auténtica guerrera. Su vida se...