12.

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Narrador universal.

Gabriel no había logrado dormir en toda la noche, los acontecimientos de aquella tarde se repetían una y otra vez en su cabeza, manteniéndolo atormentado bajo sus propios pensamientos. Había perdido el control, pero aquello no era lo peor de todo… Había perdido el control con ella, había roto la única promesa que realmente significaba algo para él.

Se había prometido a sí mismo nunca hacerle daño… Y aquel día, lo había hecho.

—¿Qué pasa?— Preguntó la chica que yacía recostada a su lado.

—Nada…—Vaciló, cerrando los ojos durante un instante. —Pesadillas—.

—Oh, ya veo— Dijo en un susurro que Gabriel no habría logrado oír de no haber sido por su increíble capacidad de audición. —Ven aquí— Estiró sus brazos hasta él, atrayendo su cuerpo al suyo. —Tengo una invitación para ti… Bueno, para ambos, en realidad—.

—Cuéntame— Se acurrucó contra el pecho de la chica, aspirando su olor, pudiendo percibir la esencia a pomelo que tanto la caracterizaba.

—Emily, es decir, su padre… Nos han invitado a cenar esta noche. ¿Qué te parece?—.

Su cuerpo reaccionó dando un salto al escuchar su nombre. No podía hacerlo, no podía volver a estar cerca de Emily, no podía volver a dañarla. Se negaba a la idea de volver a poner su vida en riesgo… Sabía que con él vendría la oscuridad, sabía que arruinaría su vida, sabía que después de todo, aún no era suficiente para ella.

Tal vez nunca lo sería.

—Nadia, no me parece una buena idea— Se mantuvo en silencio un instante, pensando en la excusa perfecta, pues nunca había sido fácil mentirle a Nadia. Tosió. —No me siento bien…—.

—Wow ¿te has sentido mal de repente?— Nadia lo observó con expresión seria, inspeccionándolo con la mirada.

—¿Sí?— Gabriel dejó escapar una pequeña carcajada de entre sus dientes. Cada vez que él mentía… Ella podía darse cuenta.

—Si no quieres ir está bien, no es necesario hacer uso de excusas estúpidas— Negó con la cabeza, tomando su rostro entre sus manos, acariciando su mejilla en lentos movimientos circulares que sus pulgares fueron capaces de trazar sobre éstas.

—Lo siento— Aproximó su rostro al de ella, abriendo levemente sus labios para atrapar los de Nadia en un beso lento, pero seguro. No quería más preguntas y aquella era la mejor manera de hacerla callar… Por no decir otra cosa.

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Corría por un largo sendero rodeado de inmensos árboles, no lograba ver nada debido a la oscuridad del lugar, pero los pasos que resonaban detrás de ella le dejaban saber que alguien la perseguía -o mejor dicho- que algo la perseguía.

Cayó de rodillas, aturdida y ya sin fuerzas.

<<Por favor. No me hagas daño>> Suplicó a la figura que se encontraba de pie delante de ella, sólo era capaz de ver sus botas negras, no porque no pudiera ver su rostro, sino porque no deseaba hacerlo.

<<Mírame>> Le pidió la criatura en un susurro.

Emily cerró sus ojos durante algunos segundos, suspirando cuando volvió a abrirlos para elevar su mirada, encontrándose con la de él.

<<Ey. No te daré daño, nunca lo haría>> Le dijo Gabriel, observándola con aquellos ojos que ya no lucían tan azules como el cielo, sino que tomaban un color rojizo a medida que unas pequeñas venas comenzaban a hacerse notar bajo estos.

Entonces, despertó.

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Narra Emily.

¿Qué era todo esto? ¿Se estaba volviendo loca? ¿Continuaba soñando?

Intento pellizcarse, tal y como hacían en las películas, pero para su desgracia... Nada cambio.

—Dios. Necesito salir de aquí— Dijo para sí misma, prosiguiendo a tomar un gran trozo de tela que yacía sobre su velador, junto a su estuche, ese que estaba repleto de pinceles, lápices y cada óleo que había adquirido a lo largo de su vida.

—¿A dónde  vas?— Preguntó su padre, mientras la observaba desde el marco de la puerta con lo que parecía algún tipo de preocupación en su rostro.

—Voy a pintar, papá. No te preocupes, estaré bien— Fingió una sonrisa, avanzando hasta él, inclinándose sobre las puntas de sus pies para besar la mejilla de su padre. —Adiós. Te amo— Salió de la habitación corriendo a toda prisa, negándose a oír una respuesta.

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Ya ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba pedaleando desde que había salido de casa, había tomado su bicicleta y se había adentrado en el bosque en busca de algo que valiera la pena pintar, la mayoría de los paisajes ya habían sido plasmados sobre sus telas cuando ella viví allí, así que debió buscar con mayor detenimiento.

—Wow. Nunca había visto este lugar— Las palabras salieron de entre sus labios como si hubiera estado hablándole a alguien.

Avanzó a paso lento hasta la corriente que avanzaba hasta el río, el cual a penas lograba divisar, observó cada espacio de su entorno con admiración, intentando decidir cual sería el elegido.

Caminó tanto que ya ni siquiera lograba ver su bicicleta sobre el suelo, estaba a tan sólo unos pasos de llegar al río, pero algo le detuvo... Había alguien allí y a decir verdad, hoy, no tenía ganas de lidiar con nada ni nadie más.

Tomó asiento sobre una de las grandes rocas que allí se encontraban, llevando su mirada en dirección a la figura que movía sus brazos avanzando con rapidez a lo largo del río. Cerró sus ojos un momento y posó su pincel sobre la suave tela, un trazo, dos trazos, tres trazos, otro y unos cuantos más que le siguieron a aquel... Al cabo de poco más de una hora su pintura comenzaba a tomar forma.

—¡Ey! ¡Que talento!— Una voz a sus espaldas la sacó de sus pensamientos. En un rápido movimiento fue capaz de plasmar su mirada en el chico que se encontraba de pié junto a ella.

—Ho, hola— Fue lo único que logro salir de su boca cuando su mirada se encontró con aquellos ojos color miel.

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Espero que el capítulo les haya gustado, chiquis.

Debido a un mensaje que recibí hace unos meses, quería aclarar algo: "Me perteneces" ha sido escrita al 100% por mi, cada idea y palabra ha salido de mi cabeza y de ninguna otra parte.

Así que... Si por casualidad, la chica que ha amenazado con denunciarme si no elimino mi novela está leyendo esto, le quiero decir que no voy a eliminar algo que me pertenece y de lo cual me siento orgullosa.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2016 ⏰

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