—¡Emily! —Se abalanzo sobre mí y por alguna extraña razón, un escalofrío recorrió mi cuerpo.
—Mailén. —Susurré, dando un paso atrás inmediatamente, logrando distanciarme de ella.
—Eh, ¿Qué pasa? —Preguntó Mailén, clavando su mirada en mi.
—Nada, nada. —Le regalé una leve sonrisa. —¿Cómo estas? —Pregunté, con aquella sonrisa aún en mis labios.
—Ansiosa por saber que me ha traído aquí. —Me guiño un ojo, devolviéndome la sonrisa.
—No te veía hace tiempo, Mai. —Dije, elevando mi mirada para encontrarme con la suya. —A parte, me voy a Pievescola.
—¡Emily! ¡Mailén! —Gritó Nadia desde la cocina, interrumpiendo nuestra conversación. —Vengan, tengo algo para ustedes.
Nos dirigimos apresuradamente hasta la cocina, donde Nadia y mi padre nos esperaban con una amplia sonrisa en el rostro de ambos.
—¡Pizza! —Dijimos ambas casi en un grito, apresurando nuestro paso hasta la gran mesa que se encontraba en el centro, tomando asiento.
—Tranquilas. —Rio mi padre, negando con la cabeza.
—Sabía que les gustaría. —Nadia me guiño un ojo, regalándome una radiante sonrisa, la cual le devolví con gusto.
—Nadia… —Dijo mi padre, casi en un susurro. —Siéntate con nosotros.
—Sí, sé que a ti también te encanta la pizza. —Dije, señalando el asiento a mi lado. —Por cierto, ¿irás con nosotros a Pievescola?
—Eso no es decisión mía, Emily. —Susurro Nadia, dirigiendo fugazmente su mirada hasta mi padre y tomando asiento a mi lado.
—Claro que irá. —Dijo mi padre, mordiendo luego un trozo de la porción de pizza que se encontraba sobre la palma de su mano. —Ella tiene familia allí, así que podrá marcharse poco después de mediodía. —Mi padre dirigió su mirada hasta ella, guiñándole un ojo.
¿Y a estos dos qué les pasa?
—Se lo agradezco mucho, señor. —Nadia le sonrió leve, mientras sus mejillas comenzaban a ruborizarse, bajando luego su mirada hasta la mesa.
—No es nada. —Susurro mi padre, sin desviar su vista de ella.
Así transcurrió la mayor parte de la cena, todos nos encontrábamos muy alegres y logramos crear un buen ambiente, teniendo así un agradable momento juntos, lo cual, luego de todo lo sucedido estos últimos días… realmente lo necesitabamos.
La noche con Mailén también fue bastante agradable, en realidad, así solía ser cada vez que teníamos la asombrosa oportunidad de pasar tiempo juntas. La extrañaría, pero necesitaba más que nada visitar Pievescola.
—Partimos en una hora, Emily. —Fue el grito que nos despertó esta mañana.
—¿En una hora? —Le devolví el grito a mi padre, subiendo apresuradamente cada escalón para llegar a la habitación frente a esta, adentrándome finalmente en ella.
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Habían transcurrido cincuenta minutos desde el grito que logró despertarme esta mañana. Estaba lista, lista para volver a Pievescola. Con la emoción recorriendo cada centímetro de mi cuerpo me dispuse a bajar las escaleras, pero aquella emoción se desvaneció inmediatamente al encontrarme con Mailén, quien se encontraba de pie justo en medio del gran salón, sonriéndome con amargura.
—¿Qué pasa? —Le pregunté, abrazándola con fuerza, hundiéndola entre mis brazos.
—Te extrañare. —Susurró, sumergiendo su cabeza en mi cuello.
—También te extrañaré. —Susurré también, sin dejarla escapar de mis brazos.
—Emily, te la pasaras genial. —Fui capaz de sentir su sonrisa sobre mi piel.
—¿Cómo lo sabes? —Reí un poco, sonriendo también.
—Me lo han dicho. —Mailén dio uno o dos pasos hacia atrás, alejándose de mi mientras bajaba su mirada, sin desviar esta del suelo.
—¿Quién? —Clave mi mirada sobre ella, tomando una de sus manos, entrelazando luego nuestros dedos. Al notar no recibir respuesta, apreté su mano con fuerza. —¿Quién te ha dicho eso, Mailén?
—No lo sé. —Mailén soltó mi mano con rapidez, dándose la vuelta, dando pasos apresurados hasta la entrada principal.
—¿Qué? ¿Cómo? —Dije casi en un grito, dando un paso hasta ella para acortar la distancia entre nosotras.
—Simplemente no lo sé. —Gritó Mailén, un grito desesperado.
—Tranquila… —Cerré los ojos, suspirando a la vez.
Y al abrirlos, ella no se encontraba allí.
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Me perteneces.
VampireNombre de la obra: Me perteneces. Autora: defan4life. Lo prometido es deuda, y el debe reclamar lo que es suyo.