—Emily. —Se logró oír una voz masculina, en realidad, fue casi un susurro.
—Dime… —Giré mi cabeza, divisando al hombre que se encontraba a mi lado. —Padre, buenos días.
—¿No saliste anoche? —Pregunto el, clavando su vista sobre mis ojos.
—No, Mailén no llego. —Contesté, bajando mi mirada, negando con la cabeza. —Es decir… —¿Haz visto a algún chico por aquí? —Pregunté, elevando rápidamente mi mirada para encontrarme con la de el.
—No, cariño. —Me respondió, algo extrañado. —¿Por qué?
—Mailén se encontró con un chico ayer, el le dijo que yo no me encontraba en casa, su memoria se encuentra clara hasta allí.
—No lo entiendo… —Podía sentir su mirada extrañada aún sobre mi.
—Ella dijo que no lo recordaba, es decir, no recordaba como lucia físicamente. —Contesté, mordiendo mi labio con fuerza, dejando escapar un leve quejido.
—Mierda, no puede ser. —Susurro, en un volumen tan bajo que su voz fue casi inaudible.
—¿Qué pasa, papá? —Me puse de pie, caminando lentamente hasta el.
—Nada, cariño, no te preocupes. Sólo he recordado que tengo algo de trabajo pendiente. —Respondió el, recuperando el volumen de su voz. —Al fin y al cabo, yo venía a decirte algo. —Dijo, regalándome una amplia sonrisa, dejando ver su perfecta dentadura. —Nadia me ha convencido. —Hizo una pequeña pausa, tragando saliva. —Vamos a Pievescola. —Continuo.
—Oh, padre. —Dije casi en un grito, mientras una amplia sonrisa aparecía en mi rostro, olvidando cualquier otro tema del que nos encontráramos hablando hace un momento. —¿Es en serio? —Pregunté, dando pequeños saltitos.
—Sí, Emily. Partimos mañana en la tarde. —Rió leve, observando con detenimiento cada uno de mis movimientos.
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«Mailén, te necesito aquí en una hora, tendremos una noche de chicas. Oh, por cierto, cuidado con los chicos ;)» Seleccione la palabra “enviar”, guardando luego mi teléfono en uno de mis bolsillos.
Subí las escaleras, dirigiéndome a mi habitación. No podía creerlo, Nadia había logrado convencer a mi padre, volveríamos a Pievescola, a aquel lugar que me arrebataron de un día a otro, lugar en el cual viví gran parte de mi infancia, allí donde crecí, donde había vivido los momentos más felices de mi vida, así como los peores.
Tal como aquel Martes, sí, lo recuerdo bien. Yo tenía siete años, no podía dormir, pero no quise acudir a mi padre, el había tenido un día duro y necesitaba descansar. Entonces, logré divisar una figura saliendo de mi hogar, a pesar de lo oscuro que se encontraba el lugar, pude distinguir su vestido color rojo, sus piernas largas y perfectas, así como su largo cabello, el cual caía sobre su cintura. Era mi madre, mi madre corría en dirección al bosque, adentrándose en este, haciendo su figura cada vez menos visible, perdiéndose en el amanecer. Al minuto siguiente, mi padre entró a la habitación en la cual me encontraba, corriendo hasta mi y tomandome en sus brazos, apretándome con fuerza, hundiendo su cara en mi cuello. El no dijo nada, pero yo fui capaz de sentir como el dolor se adueñaba de el.
Mis ojos humedeciéndose fueron señal de que debía dejar ir cada uno de aquellos pensamientos, en decir, debía estar feliz, en unas horas más me encontraría viajando a Pievecola. Y está bien, allí había vivido el peor día de mi vida, pero también había vivido los mejores.
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Miré la hora, las diez de la noche, Mailén debería haber llegado hace un rato, ella no solía ser de aquellos que se atrasan, nunca lo había sido, en cambio, era bastante puntual.
De repente, mis oídos lograron distinguir un ruido a lo lejos, un motor, sí, esa debía ser Mailén.
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Me perteneces.
VampireNombre de la obra: Me perteneces. Autora: defan4life. Lo prometido es deuda, y el debe reclamar lo que es suyo.