9. Madrastra

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Ha pasado un día luego de la muerte de mi abuelo. Las palabras de Kelvin me habían hecho reaccionar un poco con respecto a ésto. Claro que aún me siento incompleta, ¿ahora qué haré sin los consejos de mi abuelo? Todo sería muy diferente. Pero así es la vida y debemos afrontarla con actitud. Aunque lo que me dijo Kelvin sobre sonreír él no lo ha seguido.
Dejé mis pensamientos de lado. Acabamos de finalizar el entierro. Todo ésto es como un sueño, mejor dicho una pesadilla, una de la que quiero despertar ya. Volví a casa con lágrimas en los ojos, ya me iba a secar de tanto llorar. No había comido mucho, por no decir que no había comido nada el todo el día.
Me recosté en mi cama, observando por un largo rato el techo blanco de mi habitación. Todo parecía tan irreal, tan triste. Y es que a mi abuelo la confianza que le tenía era increíble, los consejos que recibía de su parte eran los mejores que alguien me hubiese dado, pero debo aceptar que no todo en esta vida es para siempre,  ya ahora debía continuar mi vida sin él.

Decidí no pensar más cosas negativas y salí a tomar aire fresco. Caminé alrededor de treinta minutos, había una deliciosa briza fresca que me hacía sentir mucho mejor. Llegué a un pequeño lago. El día estaba más que perfecto.

Luego de pasar unas horas observando el agua regresé a casa, ya estaba comenzando a oscurecer. No había hecho nada más en el día que pensar en la vida. El próximo año tendría que estudiar en alguna universidad y eso me aterraba. Dejar mi vida de adolescente será más que difícil.

Llegué a una casa que no era la mía, era la de Kelvin. Hay una explicación por la cuál estoy tocando a su puerta justo ahora y esa razón es Paty.

—Hey, tú —abrió la puerta hablando sin mucho ánimo. Justo como cuando lo "conocí", antes de darme cuenta de que lo conocí de pequeña y era mi mejor amigo. ¿Cómo no reconocí ese cabello y esos ojos? Bueno, su mirada había cambiado bastante.

—He venido a ver a Paty, no te emociones.

—Pasa.

—¿Cómo has estado Kelvin?

—Bueno, igual que siempre —se encogió de hombros.

—Eres un negativo. Hoy enterré a mi abuelo, ¿sabes? Y ni siquiera me veo tan negativa como tú.

—Somos diferentes, no esperes más de mí —hizo una cara de fastidio.

—¿Te vino? —hablé molesta.

—No es buena idea que veas a Paty hoy.

—Primero me llamas con urgencia para ayudarte con tu perrita y luego no la puedo ver, genial.

—Emm, no es momento —se puso una mano en la frente.

—Está bien, está bien. Me voy, adiós —me volteé caminando hacia la puerta.

—¿Quién es esta? —salió una mujer de no sé dónde.

—Me llamo Tess —recalqué.

—Como sea, Kelvin, ¿quién es ella? —lo miró fulminante. Parecía de unos cuarenta, tenía cabello rojo. ¿Acaso es su novia? Porque si lo es este hombre necesita un psicólogo con urgencia.

—Soy Tess, ya te dije.

—¿A qué viniste aquí? Intrusa.

—Ew, señora, disculpe pero no soy una intrusa y no soy de decir estas cosas, pero necesita aprender un poco sobre modales.

—¡Kelvin! —gritó histérica— Sácala de aquí ya —ordenó.

—Mira Susan, no tienes derecho de hablarle así a las demás personas, y te pido a ti que te vayas ahora mismo, ella no se va a ningún lado.

Perfectamente distintos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora