8. Estoy para ti.

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El siguiente día de la fiesta había estado muy tranquilo. No había hecho gran cosa, bueno, no es que Tess Kahler haga gran cosa nunca, pero dejémoslo en que hoy fue uno de los días menos productivos. Prácticamente sólo salí de mi hogar para dirigirme a una cafetería. El resto del día lo había pasado viendo televisión o algo por el estilo. A decir verdad es un día bastante frío, así que decidí entrar al baño y darme una ducha caliente. No tardé más de diez minutos y ya me estaba vistiendo, escuché el timbre sonar y a mi madre saludar a quien sea que hubiese tocado. No le presté mucha atención y proseguí a colocar mi cómodo pijama.

Narra Kelvin:

Su madre me abrió cordialmente, me dio un gran saludo y me invitó a pasar.

—Tess está en su habitación, puedes subir si gustas.

—Muchas gracias Señora Kahler.

Subí las escaleras y entré al que supuse sería su habitación. Al abrir me encontré la habitación vacía, o al menos eso pensé. Me senté sobre su cama y esperé a que en cualquier momento entrara Tess. No tardó mucho y salió con un pijama que la hacía lucir tierna, la hacía ver más vulnerable y pequeña de lo normal. Llevaba un gran buso color azul y la parte de arriba era de tirantes, color negra y con el dibujo de tres osos pandas. Sonreí al ver su expresión, llevaba una toalla en su mano y un peine en la otra.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con el ceño fruncido.

—No lo sé —me encogí de hombros—. Espiarte quizá.

—Pues no me espíes, es raro —comenzó a desenredar su cabello.

—No tengo por qué hacerte caso —rodó los ojos—. Oye, ¡relájate!

Tomó un gran abrigo gris de su armario, se notaba que era de hombre ya que al ponérsela ésta le quedó gigante.

—Te queda genial —vacilé.

—Claro que sí —guiñó un ojo. Tomó unas medias también enormes para su tamaño y las colocó en sus pequeños pies.

—Te ves... —dije dudando si terminar lo que quería decir.

—¿Del orto? —sonrió.

—Tierna —murmuré.

—Oh vamos, no intentes coquetearme, por favor —rió muy fuerte.

—No quisiera coquetear contigo nunca —contesté serio.

—Ajám —rodó los ojos.

Se le veía contenta, su sonrisa era blanca y radiante, me contagiaba de felicidad al verla aunque sea reír. Aunque debo decir que la mayoría del tiempo está mandando uno que otro insulto.

Narra Tess:

Kelvin se quedó unos minutos pensando en no sé qué, estaba sumido en sus pensamientos, me dio gracia verlo así, parecía que le podían pasar veinte elefantes encima y él ni se enteraría.

—Tess, hija —escuché a mi madre gritar desde el primer piso—, voy a salir un rato.

—Está bien madre —respondí.

—Kelvin —abrió la puerta—, ¿podrías acompañar a Tess mientras vuelvo?

—Claro que sí —esbozó una sonrisa.

—Muchas gracias hijo —cerró la puerta.

—¿Qué demonios? —exclamé molesta— ¿Por qué tú tendrías que "cuidarme"? Sé cuidarme sola.

—Estoy seguro que nadie te temería al verte enojada junto con esa vestimenta —me miró completa—, es más, dan ganas de abrazarte.

—Que ni se te ocurra —me senté en el frío piso.

Perfectamente distintos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora