Capítulo 12

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-¡Socorro! -chilló Kiba-. Me va a matar. ¡Ayudadme!

Tenía el cuello rodeado por cien colmillos enormes, en el temible hocico de una de las bestias más poderosas y mitológicas. El castaño agitaba los brazos desesperadamente pidiendo auxilio.

Gaara le reprendió con la mirada.

-¿No puedes estar sin hacerte el payaso más de diez minutos?

Kiba dejo de moverse.

-Sólo era una broma, tío -dijo sacando la cabeza de la boca del dragón de oro. Le gustaba mucho esa estatua -. El ambiente estaba un poco cargado. No tienes sentido del humor.

Tsunade estuvo de acuerdo con esa apreciación. Gaara se tomaba todo muy en serio.

Kiba echó el aliento sobre el dragon de oro, lo froto con la manga de la camisa y observó con mucha atención.

-¿Es oro auténtico?

-Todo aquí es auténtico -subrayó Hiashi con aire altivo-. Y aléjate de él. No es un juguete.

Kiba retrocedió y sonrió a Hiashi.

-Qué bien, macho. Seguro que es oro de la mejor calidad. No me imagino como lo habéis conseguido.

-¿Qué insinúas, mocoso?

-¿Insinuar? -se extraño Kiba, pasando su mano por un sillón de cuero-. Nada en absoluto. Yo no insinuó, no puedo. Esa estatua debe de costar una fortuna.

Tsunade contuvo el aliento. Debía de decir algo, intervenir, rebajar la tensión que sin duda generaba la actitud de Kiba.

-No sé cómo interpretar tu actitud -reconoció el sacerdote sin inmutarse-. Eres sólo un crío que no entiende con quien esta hablando.

-Entiendo con quien estoy hablando -dijo sentándose y acomodando la espalda-. Uno de los más poderosos cazadores de demonios, arrogante y avaricioso.

Tsunade se atragantó ante el desparpajo y la osadía de Kiba. Desde luego, el chico no se andaba con tonterías a la hora de expresarse, le salía con toda la naturalidad del mundo.

Ningún chico de quince años tendría la serenidad suficiente para plantar cara a Hiashi Hyuga.

-No importa. Un niño no me puede hacer perder la compostura, pero si crees que vas a seguir insultandome en mi casa, estas muy equivocado -dijo Hiashi. Tsunade se relajo al ver que permanecía tranquilo.

Gaara abandonó la esquina desde la que observaba y se acercó a ellos.

-¿Estás mal de la cabeza, Kiba? No me extraña que tenga que vigilarte. No puedes decirle todo eso...

Kiba se sorprendió.

-¿Por qué no? ¿Crees que no es un arrogante avaricioso? Curioso. Todo el mundo en nuestra ciudad lo odia. Incluso algunos Mortales también. Un imbécil, cómo el resto de los de su clase.

Tsunade notó como crecía el enfado en el interior de Gaara. Apretaba los dientes y parecía a punto de golpear a Kiba.

-Tal vez deberíamos centrarnos en el problema con los asesinatos -propuso ella intentando bajar la tensión.

-Nosotros no tenemos nada que ver -repuso Kiba-. Tampoco estamos tan locos como para buscar problemas con ustedes.

-Y estamos haciendo nuestro trabajo -se defendió Gaara-. Hiashi nos ha pedido que cuidaramos a su hija.

-Sus ayudas ya no son requeridas para mí.

-¿Quieres decir que ya somos libres? -Kiba saltó de su asiento.

|Frenesí|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora