Capitulo 21.

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—Me siento muy adulto, ¿y tu? —Naruto tomó otra cucharada de helado de menta con chispas de chocolate.

Sasuke lo miro sin comprender.
—No estoy seguro de entender lo que quieres decir.

—Me refiero a esto —Naruto levantó el pequeño borde de cartón que contenía el helado y lo balanceó de un lado a otro—. Todo este asunto del consejo de sacerdotes y el helado. Parece... no se, cómo si fuéramos niños en una fiesta de cumpleaños —miro la pequeña cuchara de madera que había venido con el bote. Solo lo hizo sentirse más ridiculo.

Se encontraban en la mansión Hyuga, esperando a que Hinata le entregase el anillo de Konan a su padre. Los sirvientes Santos de Hiashi les habían servido helado, y tomaban el sol en una de las mesas al lado del jardín. Pero el día solo soltaba vestigios de luz. El atardecer daba un matiz violáceo al mundo, mientras afuera, la niebla se posaba cerca del suelo.

—No relacionó el helado con mi niñez —dijo Sasuke.

Seguramente porque nunca se divertía con nada. Naruto se reprendió inmediatamente. Solo carraspeo, pensando en que Sasuke debía ser más amable, pero siempre convertía las conversaciones en un desastre.

—En lo personal, estaba esperando tener la oportunidad de obtener asesoramiento acerca de nuestros poderes, pero no veo a ningún Santo por aca... ¡espera! Creo que podría preguntarle a Neji. No me interesa si no le agradamos, seguro debe saber algo...

Naruto no escucho el resto de lo que Sasuke estaba diciendo, acojonado de verlo alejarse abriéndose paso entre algunos Santos en dirección a Neji que se encontraba del otro lado del jardín.

Se había quedado solo.

Esperando no lucir tan incomodo como se sentía, tomó otra cucharada de helado derretido. Tenía un sabor arenoso, como a medicamento. Un desagradable olor a inciensos entro a través de las puertas del exterior y sintió que le estomago se le revolvía.

Su olfato era como el de Kiba, incluso peor.

El mínimo olor desagradable, lo ponía enfermo.

Cálmate, Naruto, estás bien; estás bien.

Comenzó a sudar frío y sintió un hormigueo en la nuca. Estaba mareado y el tragaluz empezó a girar. Todo le daba vueltas en realidad. Intento sostenerse en la mesa que tenía detrás, pero trastabilló. En cualquier momento caería al suelo.

Una fuerte mano lo tomó del brazo y detuvo su caída.

—¡Hey! Ten cuidado, o terminarás con ese helado como sombrero.

Naruto parpadeo, y comenzó a ver con mayor claridad. Frente a él, todavía sujetándolo del brazo, estaba Minato con sus grandes ojos azules, y piel blanca. Llevaba puesta una camiseta sin mangas debajo de una camisa más grande. Sus pantalones estaban algo rasgados y traía unas botas de combate negras.

—Gracias —dijo Naruto, revisando su camisa para asegurarse de que no se había manchado—. Me parece que hace demasiado calor aquí.

Minato sonrió.

—Naruto, eres un Demonio. El calor no debería afectarte...

—Últimamente no me siento yo mismo y mis poderes no me responden.

—Tu lo has dicho —Minato resoplo y sacudió su cabello—. Los poderes de ninguno están al nivel. Tuvieron suerte de haber derrotado a Konan.

—Si.

—Trabajaron como un equipo —lo miro a los ojos fijamente—. Si no fuese por eso, todo habría terminado mal.

—¿Donde has estado? —le pregunto Naruto cambiando el tema de repente—. Estás todo herido y magullado.

|Frenesí|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora