Capítulo 7

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Sai continuó conduciendo entre las calles lisas y pavimentadas de la pequeña ciudad. El clima comenzaba a ser el mismo de siempre, frío y solitario. Su mirada estaba concentrada en el punto lejano que limitaba el muro y la ciudad de los mortales.

Ino estaba feliz, simplemente encantada. Aunque se sentia culpable. Había dejado a Hinata, una frágil y dulce chica, sola, con alguien tan avispado y soez como Naruto. Resultaba estúpido haberle ocultado al chico la razón por la que se habían ido sin avisarle, pero la chica supuso que debia de ser lo mejor para él. Ahora más que nunca, cuando el rubio parecia después de tanto tiempo tan simpático y atrevido.

¿Podría atreverse a ceerlo? ¿Después de tanto tiempo? ¿Era Hinata la chica que podria salvar a su mejor amigo de aquel destino tan cruel que lo esperaba?

La Yamanaka permaneció un instante en silenció escuchando el tenue sonido de la brisa raspando sus mejillas. Echó un vistazo a su reloj que tenía en la muñeca derecha. A las siete de la noche ya deberían de regresar a casa. El reloj marcaba las dos menos doce minutos, y Sai pareció ponerse tenso en el asiento.

—Ino, ya deja de mirar tanto el reloj, me pones nervioso.

La rubia no contestó.
—Nunca te he pedido que hicieras esto, por lo menos que yo recuerde —añadio Sai—. Jamás. ¿Sucedera algo si llegamos tarde?

Siguió sin responder.
—No me gusta la idea de que venga alguien después que mí —espetó Sai—. Quiero ser el último.

—¿Por qué crees que lo prefieres así? —le preguntó por fin.

—A su manera, el último es igual que el primero —contestó el azabache con una dureza que implicaba que cualquier idiota se daría cuenta de eso.

Asintió. Sai acababa de hacer una observación fascinante y acertada.

—Intenta recordar eso mañana —sugirió Ino—. Podríamos empezar por ahí. Me temo que hoy no nos dara tiempo.

—¿Mañana? —Sai vaciló antes de adentrarse en el tunel. Prendio las luces delanteras del coche cuando la oscuridad cayó sobre ellos—. Corríjeme si me equivoco, pero mañana es el último día antes de que esos centinelas empiecen esas malditas vacaciones que toman cada año. ¿De qué nos servirá eso?

Un vez más permaneció callada y dejó que la pregunta flotara por encima de su cabeza. Sai resopló con fuerza.

—Lo más probable es quienquiera que esté involucrado en los asesinatos, está ahí fuera —soltó con amargura. Luego, la miró—. No me gusta cuando las cosas se tornan sangrientas. No me gusta nada —dijo con dureza. Le lanzó una mirada rápida y penetrante mientras se pasaba al otro lado de la carretera. Sacudió la cabeza y dejó que una expresión de contrariedad le curzara el semblante—. Se supone que esos mariposones iban a terminar con todo eso —prosiguió—. Van, se encargan del problema y listo. No tenían porque habernos metido en esto. Ellos son su problema. Es como se supone que debe ser. —suspiró, pero esta vez más con una nota de cólera que de resignación.

—Sabes, es un poco ironico —dijo Ino, después de un largo rato—, nosotros también somos asunto de ellos. Claro, nos dejan pasar mientras manteganmos una vida normal, pero eso no cambia nada. No me preocupa involucrarme con ellos, ya lo hicimos desde el primer día en que Hinata aparecio y esa centinela nos ordeno mantenerla segura. Eso es lo que hacen los ricos, pagan hasta para que les salven el pellejo. Pero, mientras ella este con nosotros lo haré porque quiero y no por obligación.

Sai soltó un ligero suspiro.
—Ino, sabes que no te puedes encariñar con ningun mortal —dijo tras vacilar un momento—. Y menos con una mortal como ella.

|Frenesí|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora