Prólogo

211 41 5
                                    


Era otro año, otro año en que ella no existiría. O eso creía... Tal vez este año sería un poco diferente.

Harvey Milk la preparatoria, el sitio más odiado por muchos adolescentes, una cárcel para muchos y su único centro de salvación para otros, toda clase de personas circulaban todos los días por esos pasillos rápidamente para no llegar tarde a la clase de español. Todo era monótono para todos y eso era lo más molesto o tal vez lo más desagradable era que a nadie le fastidiara ese hecho excepto a una chica de 16 años llamada Elizabeth pero era de esperarse porque  no era como las demás chicas.

Claramente no era una de esas que caminan en los pasillos arrasando con todo como en las películas americanas tal cual como si la escuela fuera de ellas y con las que los chicos guapos del equipo de fútbol salen. Ella no era para nada común como todas las que pasaban por ahí. Le encantaba leer,  ver películas todo el día y era un tanto infantil. Pero, había algo, un secreto que había guardado toda su vida...

Dicen que una persona necesita al menos diez abrazos en el día para sentirse feliz, pero cuando vives con la maldición de no poder tocar a las personas es muy difícil. Claro, se podía aprender a controlar a lo largo de 16 años, aunque no del todo. En cualquier momento podía lastimar a alguien, más que todo cuando estaba ya tocándola, cuando no avisaba que iba a llegar esa hermosa sorpresa...

Elizabeth jamás tuvo algún contacto humano más que algunos minutos, por el miedo que ella vivía, el miedo de poder matar a alguien en cualquier momento. Jamás iba a tener su primer beso, o un abrazo de esos que los notas sinceros, no asistiría al baile de graduación el sueño de toda estudiante en la preparatoria. No podría sentir afecto de alguien de ningún tipo sin sentir temor aunque eso tal vez no le parecía tan mal. Tal vez.

Elizabeth, poseía una habilidad la cual consistía en no podía tocar a nadie porque si lo hacía absorbería toda la energía de la persona dejándola inconsciente o en los peores casos muerta. Pero eso ni por cerca era lo peor de todo.

Nunca había lastimado a alguien de hecho ella estaba aprendiendo a controlarlo y le estaba yendo bastante bien, ya había aprendido a vivir con eso, ya podía tocar a las personas en ciertas ocasiones.  Pero este año cambiaría todo. Y todo empezó el primer día de clases. Ese en que todos están nerviosos y no entienden que pasa con su vida y ella no era la excepción. Le costaba respirar, se le hacía un nudo en la garganta y le dolía el estómago.

— ¡Todo va bien en la Preparatoria! —Decían.

Elizabeth EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora