La culpa por los que no estan

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En la escuela de la experiencia,

Las lecciones cuestan caras,

Pero, solo en ellas se corrigen,

Los insensatos.

—Benjamín Franklin.

Cuando Elizabeth iba a la escuela pasaba imaginándose historias con quienes pasaban al lado suyo, era una forma de relajarse. Imaginaba de dónde venían y hacia donde iban o cualquier otra cosa que en su momento se le ocurriera...

Estaba a unas tres calles de la escuela cuando vio a una mujer de unos 40 años en la floristería de la familia Kepler, Elizabeth tardo unos segundos en recordarse que los dueños eran la familia de la chica, la que ella casi mataba.

«Llamare a la floristería, su familia tiene que enterarse lo más pronto de esto» Le había dicho el consejero Hoffman.

Entro en un conflicto interno sobre si ir a hablarle a la mujer, preguntarle qué había pasado con la chica, su hija...

Pasaron poco más de tres minutos en que Elizabeth estaba pensando si hablarle o no, miles de células querían hacerlo, pero otras mil no querían, la culpa no la dejaba. Al final decidió enfrentarse a sus miedos y fue hacia la señora preocupada en la pequeña tienda de flores...

—Hola Señora, ¿Qué tal esta?

—Hola, ¿Quién eres...? ¿Te puedo ayudar en algo?

Pasaron a hablar sobre la floristería y como había empezado, era una historia bastante cruel, contaba que el esposo de la señora Kepler todos los días le regalaba una flor, la señora Kepler sin saber qué hacer con tantas flores empezó a venderlas, y luego le había hallado gusto al negocio.

De repente Elizabeth le preguntó lo inevitable y se sintió demasiado mal, sus palabras solo había salido solas de su boca...

— ¿Está bien su hija?—Dijo la chica de ojos claros posada enfrente de Alicia Kepler.

La pregunta dejo desconcertada a la señora y tardo unos segundo en responder...

— ¿Conoces a mi hija? Ella está bien... el doctor dice que la presión la tenía baja, que le faltaba energía... Pero, solo fue un descuido, no te preocupes.

Y siguieron hablando, Elizabeth se sentía culpable y a la vez aliviada de que no había pasado a mayores, pero aun así, algo faltaba. Necesitaba verla.

Pocos minutos después Elizabeth tenía que entrar a la escuela, se despidió de la señora y empezó a caminar, al cabo de dos minutos llego a la escuela.

Tenía media hora libre antes de su primera clase.

Iba camino al baño cuando le cayó un mensaje de su madre.

«Hija, ten un buen día, Te amo»

A Elizabeth se le ilumino su cara, se sentía tan bien. Cuando levanto la mirada vio a Jiro al otro lado del pasillo y decidió ir a hablarle. Empezaron a hablar sobre la nueva película de Alicia en el país de las maravillas que estaba por estrenarse y luego, el nuevo libro de Casandra Clare que iba a salir en mayo y simplemente de cualquier cosa. Como si lo que había pasado el día anterior no existiera, como si hubiera quedado en el olvido...

—Se me hace tarde para clases... Lo siento Elizabeth— Dijo el chico asiático con una sonrisa preocupada.

—No te preocupes Jiro....

¿Qué iba a hacer Elizabeth? Aún faltaba mucho para su siguiente clase... Y ya se le habían acabado los amigos. Fue al baño a retocarse un poco su maquillaje, y se sentía bien, a pesar de todo se sentía bien...

Faltaban aproximadamente diez minutos para que empezara su clase, y se dio cuenta que ni siquiera sabía cuál era. Fue al tablero de anuncios corriendo, y se tropezó con su peor enemigo, su pasado...

El chico rubio, perfecto, estaba ahí parado enfrente de ella y Elizabeth no podía escapar.

—Ho-Hola Elizabeth... Perdón no te vi. —Dijo Jonathan, su mejor amigo de la infancia...

—No te preocupes, adiós voy tarde a clase. —Dijo Elizabeth con media sonrisa y empezó a caminar cuando Jonathan la agarró del brazo.

— ¿Cuál es?

—Aun no lo sé, por eso voy corriendo—Dijo en tono sarcástico y nervioso por la mano de Jonathan en su delgado brazo Y salió de nuevo corriendo.

«La deje ir, otra vez» Pensó el chico de perfecta sonrisa.

Elizabeth llego al fin al tablero de actividades, y se dio cuenta de algo nuevo y particular, había un nuevo maestro de biología

Alexander Scott/Biología

El nombre le sonaba muy familiar a Elizabeth, como si fuera alguien que ella ya debía de conocer, estaba un poco preocupada por el nuevo maestro, no era de congeniar mucho y Biología era una clase que ella necesitaría créditos, no era muy buena, aunque le gustará, esperaba que esta vez todo saldría bien, esperaba.

Y por si fuera poco, era su siguiente clase, que empezaba en cinco minutos y el salón estaba particularmente lejos de nuevo salió corriendo.

El salón de Biología estaba en la planta superior de la escuela, y por si fuera poco Elizabeth estaba en la segunda, ¿cómo iba pasar de la segunda a la tercera planta en tan solo cinco minutos? Empezó a subir todas las escaleras de dos en dos y solo corrió, y por fin ahí estaba por suerte no había empezado la clase tomo un suspiro y entro. El corazón le estaba palpitando con tanta fuerza que Elizabeth pensó que en un momento descuidado se le saldría del pecho, estaba sudando y tenía la respiración totalmente agitada, Vaya forma de presentarse a su nuevo profesor.

Elizabeth EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora