El año invisible

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«Nunca están solos los que están acompañados

De nobles pensamientos»

Sir. Philip Sidney

Empezaba otro año más de estudios. La preparatoria.

Elizabeth debería estar feliz, un año más de estudios significaba un año menos para irse lejos. Pero estuviera donde estuviera seguiría siendo ella, un monstruo o eso es lo que ella pensaba de si.

Fue directo a su nuevo casillero a dejar algunas pertenencias antes de su primera clase, Matemáticas, la peor clase para Elizabeth pero el problema no era las matemáticas. Sino, ella que no era buena o que no intentaba serlo. -Siempre que te guste algo serás bueno en ello, y mientras seas bueno en algo te gustara hacerlo-. Pensaba Elizabeth.

Desde su casillero, Elizabeth observaba a Matthew Morrison, el capitán del equipo de basquetbol. En ese momento iba solo, lo que era extraño porque tenía muchos amigos y siempre estaba rodeado de gente que lo admiraba ¿Cómo no hacerlo? Si era inteligente, guapo, y lo tenía todo. En ese momento traía unos jeans rotos y una camisa vintage blanca. Matthew el chico perfecto, de niño iba continuamente a la casa de Elizabeth antes que le sucediera la adquisición de su "poder" lo cual hasta el momento ella odiaba. Extrañaba eso que personas fueran a su casa y pasaran horas y horas jugando con ella en su pequeña casa del árbol que su padre le había construido. Matthew se había alejado sin alguna razón que Elizabeth conociera cuando ella más lo necesitaba. «Es tan perfecto que me dan ganas de vomitar, sus ojos azules me hacen odiar el cielo, lo juro» Le había dicho una vez Emma, su mejor amiga, más bien, su única amiga hasta el momento; se había mudado a otra ciudad a mitades del año ya pasado y eso le entristecía mucho a Elizabeth incluso no solo a ella. Emma irradiaba una gran felicidad a todos, su sonrisa carismática y su hermoso cabello dorado hacían que a todo el mundo le cayera bien, sin hablar de su carisma o su inteligencia que todos admiraban.

Estaba sumergida en sus pensamientos hasta que se escuchó un caminado torpe que la saco de sus recuerdos rápidamente. Tardo unos segundos en darse cuenta que los pasos se dirigían hacia ella. Tampoco advirtió quien era hasta que lo tuvo enfrente, ese cabello negro, gafas y ojos achinados no se confundirían por nada en el mundo; Jiro era un chico asiático que había venido de intercambio ya hace tres años. La saludo de lo más cariñoso del mundo, él era una de esas personas muy especiales pero que no todo el mundo aprecia, lo molestaban por sus orígenes y costumbres y eso destrozaba a Elizabeth aunque nunca había hecho nada para evitarlo y así era más fácil, siempre es más fácil fingir que no miramos los problemas de los demás porque es más fácil solo seguir e ignorar. Para muchos todo es más fácil que detenernos a ayudarlos.

Elizabeth amaba hablar con él, era muy interesante, alguien con quien puedes hablar de algo y a la vez de nada, divagar sobre todo. Empezaron a hablar sobre las clases y el nuevo curso hasta que Jiro dijo algo que dejo a Elizabeth con la boca abierta sin saber que responder:

—Elizabeth Evans, ¿quieres ir al baile de bienvenida conmigo?—dijo Jiro con tono nervioso, le temblaba la voz y sus manos le sudaban. Él siempre había sido muy formal con las personas, más con las chicas era todo un caballero y que le estuviera preguntando eso era muy extraño para ella.

Elizabeth no sabía que responder, nadie la había invitado a una cita mucho menos a un baile y ni  sabía bailar y empezó a entrar en una paranoia.

—Jiro...—empezó a decir Elizabeth tartamudeando—. No sé qué decirte, t-tengo que irme.

Jiro le grito a Elizabeth que parara que si no quería no habría problema, pero ella no lo escucho y salió a toda prisa al baño de mujeres a esconderse de Jiro y de ella misma.

Su problema no era ir con Jiro, el problema era que se creía muy tonta para él, o para cualquier persona, ella era un monstruo.

Cuando entro al baño este estaba vació, la llave del grifo estaba totalmente abierta, algo que prácticamente estaba ya tomado como una costumbre de parte de los estudiantes. Decidió cerrarla; Se vio al espejo por unos segundos pensando cuando había empezado todo, cuando había sido la última vez que sintió un afecto largo y cariñoso de parte de otra persona, aunque sea solo un rocé de manos y se estremeció, ya lograba controlarlo un poco, pero tenía miedo de que en cualquier momento mientras abrazaba o tocaba a alguien regresara; que esa cosa monstruosa regresara. Entro a uno de los baños y se empezó a sentir mal, después de todo, ella nunca pidió ser así, ¿Cuándo acabaría todo esto? y peor aún ¿Si nunca terminaba? Estaba comenzando a llorar, pero no era un llanto con sollozos y gritos, era un llanto callado, lento y... Destructor.

Extrañaba todo lo que pasaba antes en su vida, su papá un científico bastante reconocido. Lo último que él le había dicho fue que todo eso iba a estar bien, que habría una forma de mejorar la "condición" que había desarrollado cuando tenía 7 años, cuando le diagnosticaron mielofibrosis, que era prácticamente un cáncer sanguíneo mortal. Su padre en varios intentos de encontrar una cura, desarrollo un tipo de bacteria que en si, haría que el cáncer cesara pero no volvería a tocar a alguien en su vida. La bacteria ya desarrollada  había costado la vida normal de Elizabeth a su padre. Él no era malo, no quería hacerle lo que le hizo, nadie tendría que pasar por eso, murió tratando de proteger la bacteria de los laboratorios donde trabajaba para que no llegara a manos equivocadas. Claro, al final no le hizo nada al mundo  y por eso era un héroe pero si se lo hizo a una persona...  su propia hija.

 ¿Qué era peor,  no vivir o vivir en soledad toda la vida? Ella jamás iba a poder con esto, nunca. No lo podría aceptar como su diario vivir y durante toda su vida querría otra salida; Pero debía de ser fuerte por las personas que amaba, como su madre.

Segundos después a Elizabeth le empezó a faltar la respiración y se empezó a poner pálida, estaba pasando, lo peor del mundo estaba pasando en ese momento. A eso ella le llamaba Lightning y le estaba ocurriendo por su llanto -Si no hubiera llorado tanto- Se lamentaba Elizabeth. Todo el producto de su ansiedad y frustración la iban a llevar a hacer una estupidez. 

Elizabeth EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora