La Oscuridad

87 21 2
                                    

Tomate un tiempo

Para apreciar lo increíble que eres.

Oscuridad.

Elizabeth no podía definir donde se encontraba exactamente, estaba atada a una pequeña silla, no recordaba nada, después de salir del salón con su profesor o lo que ahora pensaba que fue su medio profesor de unos días. Todo estaba borroso, solo se escuchaban susurros a lo lejos...

A lo lejos se escuchaba una voz autoritaria hablando, no estaba recibiendo respuesta, así que lo más probable era que estaba hablando por teléfono.

—Necesito tiempo—decía la voz.

Poco a poco Elizabeth empezó a distinguir la silueta de un hombre, Elizabeth no podía ver de quien se trataba hasta que estuvo enfrente de ella. Era un hombre alto, viejo, como de 45 años, con ojos color café.

—Elizabeth—dijo con voz apagada y lejana, tal vez, un poco triste— Te he estado esperando desde que te convertiste. Es increíble cómo ha evolucionado tu poder desde la última vez que nos vimos.

¿Cómo el sabia eso? ¿Conocía desde mucho antes a Elizabeth? De algo estaba Elizabeth segura, ella jamás lo había visto, pero, le daba la sensación de que sí.

—Veras —continuo—Con todo el dolor de mi alma te someteré a un par de experimentos, para determinar la fuerza de tu poder, y el origen de tus habilidades.

— ¿Cómo matar personas sería una habilidad?

—No lo es— dijo el señor.

— ¿Cómo sabes todas esas cosas? A mi "habilidad", me refiero—dijo Elizabeth y por su sorpresa no estaba asustada o nerviosa, solo confundida, hablo con una firmeza que ni ella misma podía creer.

—Elizabeth, Elizabeth— dijo el hombre en un tono de decepción— Te he observado desde el día que naciste, y si, mis cálculos son correctos, Absorber energía no es lo único que sabes hacer—Continuo el hombre—No pensaras que serás nuestra prisionera, no, no, Tengo todo un equipo a tu disposición desde Científicos hasta conserjes, todo para ti.

Eso le molesto bastante a Elizabeth lo de "Científicos hasta conserjes" ella sintió cierto desprecio en el tono de voz del señor al decir conserjes, ya que, Elizabeth creía y era la realidad que un conserje vale lo mismo que el presidente del país, pero eso no importaba ahorita.

—Pero—dijo con miedo esta vez y un cierto temblor en su voz— ¿Por qué hace esto?

—Quiero ayudarte—dijo tan calmado que hizo que se le pusieran los pelos de punta a Elizabeth.

— ¿Por qué? Soy peligrosa; pertenezco al infierno, soy un monstruo, no deberían vivir, mato personas.

El hombre suspiro lentamente, pensaba que Elizabeth siendo tan poderosa debería tener al menos un poco de amor propio, si ella no lo tenía por sí misma, ¿Quién lo tendría por ella? Y sin pensarlo, decidió anotar en su mente decirle lo importante que era ella.

—Por cierto, mi nombre es Aaron, y eres más hermosa de lo que te imaginas, te lo puedo asegurar. Por hoy, esto es todo.

Dicho eso se fue.

Dos semanas después

No se podía, decir con exactitud cuánto había pasado desde que Elizabeth llegó creía que por lo menos dos semanas pero después de cierto punto el tiempo dejo de importar, Aaron había tenido razón, no era prisionera, pero tampoco la tenían como una princesa. Su madre la llegaba a visitar todos los días, casi que a todas horas, ya que, a ella no la dejaban salir, su madre solía llegar y hablarle en voz baja diciendo que su padre eso habría querido. Miranda, que se había convertido también en un pilar para ella le llegaba a dejar sus comidas, aunque casi siempre era ensalada y agua.

En su habitación las paredes eran oscuras había una cama, un escritorio, otro pequeño cuarto donde estaba el baño, y un librero, donde por suerte estaba Historia de dos ciudades. Y un pequeño reloj, al cual Elizabeth no prestaba atención porque había perdido la cuenta.

Solo sabía que iban a ser las 12:30 de medio día, pronto llegaría Miranda, que era lo más cercano que tenía a un humano aparte de su madre, era Alta, pelo negro con mechones rojos, tez morena, y ojos café, llegaba le entregaba su plato de comida, y a veces le llevaba más libros.

Y de repente, sonó la puerta.

Después que sonará la puerta, pasarían 40 segundos antes que la puerta se abriera y entrara Miranda, con su plato de comida, y no se iría hasta que Elizabeth comiera al menos su primer bocado.

Elizabeth este día estaba peor que nunca, se había negado a bañarse durante esta última semana, tenía el pelo grasoso, la piel seca, y mucho más delgada de tanto comer ensalada. Traía la misma sucia pijama de rayas que le entregaron cuando llegó.

Por sorpresa, no fue Miranda quien entró, fue Aaron.

Miranda le había advertido sobre esto, sobre que un día iba a entrar Aaron y se la iba a llevar, para empezar el proceso de "las pruebas"

—Hola Elizabeth—dijo muy animado. — ¿Lista?

De repente sonó el teléfono de Aaron, Elizabeth no le prestó atención hasta cuando vio el nombre de quien lo llamaba, y se quedó quieta.

Matthew Morrison

—Hola sobrino—empezó a decir— Claro, llegare a la cena, Si, Si, Bueno, Adiós.

Y colgó.

—Como decía, ¿Lista?

Elizabeth no podía hablar ni moverse.

—Tomaré eso como un si— dijo Aaron con una sonrisa maliciosa.

Elizabeth empezó a seguir a Aaron afuera de su habitación era la primera vez que salía, y reconoció el lugar de repente, todo era familiar, sabía perfectamente donde estaba.

La bodega familiar.

Era costumbre que, la familia de Elizabeth tuviera varias bodegas, de tantas mudanzas que habían tenido, específicamente esa, estaba en el desierto de Arizona, muy lejos de casas, edificios, solo eran muchas bodegas en fila, prácticamente abandonadas

Siguió caminando hasta llegar a una maquina gigante, de metal, tenía pequeñas aberturas.

—Pon tu brazo, aquí, Dijo Aaron señalando la pequeña abertura.

Elizabeth obedeció, sintió ardor en el antebrazo, cuando lo sacó tenía algo impreso.

E467 Grupo A

¿Grupo A?

—Muy bien, gracias Elizabeth, ahora tengo que sacarte unas muestras de sangre, ve por allá. —Dijo Aaron

Obedeció, después de todo no podía hacer nada, se sentó en una silla, y una mujer empezó a sacarle sangre, y rasgaron un poco sus dientes.

Poco tiempo después llego Aaron.

—Elizabeth, gracias por permitirnos hacer esto con tanto éxito, pero, lamentablemente tus pruebas aun no son suficientes. Tenemos que hacer algo que jamás has escuchado pero, no te preocupes estas en buenas manos

Lo que dijo a continuación hizo que Elizabeth se quebrara por dentro, pero, aun así, no se permitía, a si misma llorar.

Elizabeth EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora