Capítulo V

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Abrió los ojos lentamente, mirando a su alrededor. Los rayos del sol se filtraban por entre las cortinas y Cristina intentaba recordar cómo había llegado hasta la habitación. Después de varias noches sin lograr conciliar sueño había caído rendida ante el cansancio, a lo que ella recordaba, en el sofá de la sala, no en su amplia cama en la cual ahora se encontraba. Rodo sobre su espalda, estirándose mientras suspiraba y fue entonces cuando lo noto otra vez. El aroma de Dionisio.

-¿Dionisio?- pregunto, sentándose de golpe y desde la cama mirando por toda la habitación.

No hubo respuesta desde el cuarto de baño, en donde espero ella que él se encontrara. Cristina entonces giro, mirando el lugar vacio en la cama a su lado. Pasó una mano sobre la sabana, fresca a falta de alguien que la ocupara y de pronto la tristeza la invadió nuevamente.

-Mi amor...- murmuro en un suspiro casi agonizante al momento que se agachaba y recostaba en el lugar que normalmente él ocupaba.- Te extraño tanto...- agrego con lagrimas en los ojos, ajena a la realidad de que Dionisio volvía a ser hombre libre.

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-¿Por qué tendría que creerte? Puedes estar inventando todo esto a tu favor.

Para Campusano, enterarse que Dionisio era su medio hermano, no había resultado algo fácil de aceptar. Tal vez la envidia que le tenía, o quizá el arrepentimiento que de pronto sentía por todo lo que le había hecho eran factores que le impedían asimilar aquella realidad. Dionisio, al igual que Campusano, habría imaginado cualquier cosa menos que él y aquel hombre compartieran la misma sangre. Aquel hombre quien desde niño había sido el causante de tantos injustos castigos como hasta el más reciente.

-No tengo por qué mentir.- respondió Dionisio, ambos hombres aun en el cementerio frente a la tumba de su padre.- Pero si no quieres creerme es tú problema.

Guardaron silencio por largo rato. Cada uno, sumido en sus pensamientos y mirando al vacio, como si al fin realizaran el gran lazo que los unía. Lazo que a Dionisio le había impedido dañar a Campusano y lazo que a Campusano, poco a poco comenzaba a causarle cierto remordimiento.

-¿Por qué hasta ahora dices esto?- pregunto, aceptando que Dionisio no tenía porque inventar algo como aquello.- Crecimos prácticamente juntos, ¿desde cuándo lo sabes? 

-Me entere poco después de que empezaras a trabajar para mí.- respondió Dionisio, mostrándose sumamente tranquilo, lo contrario a Campusano quien exigía saberlo todo.- Y si no dije nada fue porque me negaba a aceptar que mi padre, nuestro padre...- corrigió rápidamente.- Lejos de ser un hombre intachable había sido un monstruo, capaz de abandonar a su hijo sin el menor remordimiento.

-Me abandono.- acordó Campusano, asintiendo con la cabeza y el dolor transformado en odio reflejado en sus ojos ante aquel recuerdo tan marcado en su memoria.- Le suplique, llore para que no lo hiciera pero no me escucho.    

-Si de algo te sirve...- dijo Dionisio.- Obtuvo su castigo.- agrego, señalando a la tumba frente a ellos.

-Debió pagar en vida lo que me hizo.- negó Campusano.- No así.

-Tú decides si sigues viviendo con ese rencor. Lamentándote por un pasado que ya no puedes cambiar. Pero una cosa sí te digo...- advirtió de pronto Dionisio.- Conmigo, y mi familia, no vuelvas a meterte.

-¿Me estas amenazando?- pregunto Campusano sin evitar reír levemente ante las palabras de Dionisio.

-No tomes esto como un juego, José porque está muy lejos de serlo.- advirtió nuevamente Dionisio, llamando a aquel hombre por su nombre como pocas veces hacia.

La Mujer Que Yo Robé: Nuestra Vida en UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora